Los encuentros casuales suelen ocurrir en la feria del libro que cada año promueve la lectura y la escritura. Se trata de un evento popular en el que paseantes de todas las edades recorren los pasillos donde los stands exponen sus colecciones editoriales a la venta. Ya sea de un lado o de otro, caminando como público interesado en las últimas novedades o firmando ejemplares, lo cierto es que ocurren coincidencias inesperadas que van más allá de toparse con amigos o conocidos. Casualmente, me encontré firmando ejemplares de mi último libro, titulado “La violencia de género explicada a los adolescentes”, cuando dos niños de unos 11 años se me acercaron. Estaban solos y uno puso su brazo sobre el hombro del otro en señal de camaradería. Parecían distraídos pero, apenas vieron la portada del libro, se detuvieron en seco y el más sonriente lo tocó con el dedo índice mientras deletreaba en voz alta: “violencia de género”. Para mi sorpresa, no siguieron adelante, con el torrente de personas avanzando, sino que retrocedieron para llamar a otros que pronto reaparecieron para contemplar aquel libro cuyo título les llamó la atención.
Era una escena extraña, volteaban sus rostros hacia el expositor como si los libros fueran dulces con poder de atracción. Pensé que era un grupo de escolares de algún colegio que habían decidido realizar una actividad extraescolar en esa instalación y esperé a que llegara el adulto que los acompañaba. Cuando apareció no pude evitar preguntarle por qué el grupo de niños y niñas que ella estaba a cargo mostraban tanto interés. Me dijo que pertenecía a la ONG Save the Children y me explicó que ese grupo de menores eran víctimas de violencia de género. No sólo hablaban y abordaban este tipo de violencia en clase, sino que también la habían vivido y sufrido en casa. Verlos emerger y reconocerse en un término que da nombre a su dolor me ayudó a pasar la tarde con mejor ánimo y mayor confianza en todo lo que se hace por los niños en riesgo de exclusión social.
Fue a raíz de su reconocimiento legislativo como víctimas de violencia de género, cuando se comenzaron a desarrollar medidas de protección jurídica específicas y servicios especializados para su atención. En este marco, es necesario contar con personal especializado que trabaje en equipos multidisciplinarios y emprenda los mecanismos de evaluación periódicamente para adaptarse a las variables que puedan presentarse, evitando la revictimización y garantizando los derechos de las niñas, niños y adolescentes. El caso es que el encuentro casual en la feria del libro con ese grupo de menores víctimas de violencia de género hizo recordar que en estos primeros meses de 2024 siete menores han sido asesinados por violencia vicaria. Una cifra superior a la de otros años y que ha hecho saltar las alarmas. Un hecho que remite inevitablemente a la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia de Género, para exigir que las medidas de atención a las víctimas cuenten con la provisión necesaria. y esta dramática situación se puede revertir de manera efectiva y real.
