El escultor – .

El escultor – .
El escultor – .

Se tituló como Profesor Superior en Escultura y pronto inició la otra afición que marcaría su vida: la docencia. Durante más de cuarenta años prodigó generosamente sus conocimientos en la Facultad de Arte, en el Bachillerato de Bellas Artes, en la Escuela Provincial de Arte del Magdalena y en la Escuela de Arte de Berisso, donde también ejerció como director. Una tarea que siempre alternó con su taller, un reducto diseñado por él en el parque, como una extensión de la vivienda: espacioso, luminoso, tan propicio a la creación y a sus elevadas aspiraciones.

Algunos de sus mejores alumnos fueron convocados para colaborar con él, mientras les inculcaba su pasión por el arte. Habló de la inspiración que determinó sus obras, sobre todo cuando eran piezas pequeñas, fruto de su atenta observación: niños jugando, abuelos con sus nietos, bailarinas, animales en movimiento… Los caballos, por los que siempre sintió admiración, le dieron identidad. inconfundible a su obra, destacando las esculturas ecuestres.

Su otro lugar en el mundo, además del taller, era la villa de veraneo de Las Juntas, en Catamarca, que visitaba frecuentemente con su propia familia, hermanos, suegros y sobrinos. Un lugar donde se unen montañas y ríos. Allí pescaba, cabalgaba y disfrutaba de la naturaleza, sin dejar de lado el arte, pues en cualquier ámbito tomaba el lápiz y dibujaba a los habitantes u objetos de su entorno. Aún sin electricidad, por las noches, cuando sus hijos y sobrinos eran niños, los reunía bajo la luz del farol o de las estrellas, para contarles las historias de Isidro Sanduay y su mula. También se reunía en sesiones de guitarra con amigos de su tierra natal.

Su obra “El Monumento al Gaucho” se ha convertido en un ícono de la ciudad, que recibe a quienes llegan con la mirada acogedora de los hombres del interior. No es la única escultura emblemática que adorna el casco urbano, hay muchas, como: “Las Manos”, “El Busto del General Manuel Belgrano”, “El Monumento a Mariano Moreno” y otras. Además de los ubicados al aire libre o dentro de instituciones, como: “Monumento a la Madre”, en el Colegio Anexo de la UNLP. “El sembrador de maíz y el recolector de papas”, en el Museo de Ciencias Naturales. Otra de sus grandes obras fue “El Centauro Quirón”, anteriormente ubicada en el Centro Oncológico Gonnet, lamentablemente fue vandalizada. Convocado para dirigir su restauración, no pudo hacerlo por su estado de salud, ni explicarle el procedimiento para lograr un trabajo confiable.

Fue un profesional consultor en materia de restauración. Le dio gran importancia a la técnica utilizada para lograr una obra fiable: el uso de lupas y, en mayor medida, el respeto a la huella del artista, independientemente de la suya propia. Participó en restauraciones como “Los Púgiles”, en Plaza Moreno, y en “La Fuente de Las Nereidas”, en Tandil, entre otras.

Representó a la Provincia de Buenos Aires y al país en diferentes eventos culturales. Recibió numerosos premios, de los cuales cabe destacar algunos que ocupan el primer lugar: “El monumento al gaucho”, “Monumento símbolo petroquímico de Mosconi”, “Monumento a Mariano Moreno”, “Busto de Juan Domingo Perón” (ubicado en Nicaragua : parque de los presidentes americanos), Ganador del concurso de maquetas y proyectos de “Fray Mamerto Esquiú”, “Caballo de Guerra” (ubicado en Campo de Mayo), “Chacho Peñaloza” (La Rioja), “Monumento ecuestre al Brigadier Juan Manuel de Roses” (4 metros de alto y 3,50 metros de ancho, en Plaza Intendente Seeber, Avenida del Libertador y Sarmiento, Palermo).

Otras de sus obras: “Busto del Doctor Julio Herrera” (Catamarca), “Busto de Emilio Hardoy” (Jockey Club de Buenos Aires), “Retrato escultura de Magnum” (Caballo árabe, Buenos Aires), “Busto de Don Arnoldo Castillo (Catamarca), “Monumento al Soldado Patricios”, un bronce de cuatro metros de altura (Palermo). Entre otras, además de las esculturas sobre su propia familia.

Asumió la representación del país en eventos internacionales: Canadá (1983), Italia (1986), España (Expo-Sevilla 1992), autor de la alegoría: “Los alimentos que América proporcionó al mundo”.

Además de integrar el patrimonio artístico de la ciudad, sus obras se encuentran en instituciones, museos, galerías de arte y colecciones privadas.

Su espíritu creativo se mantuvo fuerte hasta el final de sus días. Su taller fomentó relaciones cálidas con familiares, amigos y vecinos. “Para mí, el arte era y sigue siendo una forma de vida”, dijo, eslogan que marcó incluso en su vida diaria cuando modelaba figuras con pan rallado.

Nada

Cielo estrellado, campo de margaritas.

chirrido de murciélagos, crepitar de chimeneas

Ruido espiritual antes de partir.

Siento tu luz. Cálido. Dorado

con ese brillo que calma

como esa mirada que dura.

Las estatuas siguen mirando

y cuando el mundo finge ignorarte

Reafirmaré tu nombre, tu carrera,

tu legado. Mi admiración.

“Lo importante es el alma”, te lo vuelvo a decir

como en ese momento,

cuando en zambas sonaban rasgueos de guitarra,

cuando cada moneda perdió su valor.

El viento de la montaña, el ruido del río,

el de los barcos de las tropas galopando cuesta arriba,

la casa en orden y el mantel de flores de naranja.

Las ventanas se abren para mirar hacia abajo.

Y el sonido del flujo subiendo la colina

el de los coyuyos.

Aire de lluvia o temblor.

Los aromas y las voces confusas.

“Estamos todos aquí”, te dije. Pero no quedó nada.

Gracias

Como dice tu nieta Martina: Mejor abuelo y mejor escultor;

y como agrego: mejor papá.

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Cecilia Dalla Lasta

 
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