Tatiana Coll acudió a la marcha el 10 de junio de 1971 junto a Salvador Zarco y su entonces mujer, Mercedes Perelló. Chava, quien se convertiría en un importante dirigente ferroviario, acababa de salir de Lecumberri, donde fue encarcelado por participar en el movimiento estudiantil popular de 1968 (https://shorturl.at/Drnn2). Mercedes estaba embarazada de muchos meses.
Dudaron en ir. No sabían si era prudente Jerónimo (nombre de batalla de Salvador en la Liga Comunista Espartaco) participaron, pero prevaleció su entusiasmo de sesenta años. Decidieron no estar en vanguardia para no aparecer como líderes. Zarco sugirió: “Vamos mucho más atrás con los niños”. Entonces lo hicieron.
En el camino para sumarse a la manifestación vieron movimientos sospechosos de granaderos y coches con agentes en las calles cercanas. Pero siguieron adelante. Cuando estalló la salvaje represión, lograron refugiarse en una posada que apenas bajó el telón. Estaban muy preocupados por la enorme barriga de Mercedes. Durante tres horas bebieron una taza de café tras otra, mientras escuchaban todo el eco del exterior. Algunas jóvenes que también pudieron entrar estaban llorando.
Entre sorbo y sorbo y choque y choque, los recuerdos de Tatiana del 2 de octubre de 1968 en Tlaltelolco volvieron a inundarse, cuando salió a tomar un puritito churro con su prima Isabel y Emilio Reza, minutos antes de que se desataran los demonios. También la noche en el Zócalo cuando entraron los tanques y ella llegó un poco tarde porque, por casualidad, había pasado a comprar pan.
Encerrados en la pequeña cafetería, escucharon claramente disparos, gritos y golpes contra la cortina metálica. Cuando salimos, la calle Normal estaba llena de zapatos, cuadernos, bolsos y mochilas.
Su presencia en la manifestación no fue un hecho. Tatiana se acercó a la izquierda desde el mismo día en que nació. Su padre, Óscar, arquitecto de profesión, era un refugiado español. Luchó en la Guerra Civil, obtuvo el grado de capitán del Quinto Regimiento, participó en la Batalla del Ebro y militó en el Partido Comunista. Por parte de madre, su abuela Margarita se unió al brazo armado del Partido Socialista Revolucionario Ruso y se exilió con su familia en París. Sin embargo, más allá de la obligación de mantener la línea familiar de insubordinación, fue en el 68 cuando asumió un compromiso individual.
Ese año comenzó a estudiar filosofía en la UNAM. Allí enseñaron grandes maestros como Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro y Eli de Gortari. Tatiana llevaba a Cuba muy dentro. En 1962 su padre viajó a la isla para asistir a un congreso de arquitectura y regresó muy entusiasmado. Ese fervor resultó contagioso. El pasado 26 de julio, el joven estudiante de 18 años participó en un mitin frente al Hemiciclo a Juárez, celebrando la revolución caribeña. Cuando terminó, caminaba con otros compañeros para abordar un autobús, en lo que hoy es Lázaro Cárdenas, los granaderos se dejaron venir persiguiendo a los niños del voz 5. Estalló un gran lío.
Ese mitin, la represión y el movimiento la empujaron hacia la vida misma y hacia la militancia. Asistió a reuniones con Roberto Escudero, Carlos Sevilla y Eduardo Lizalde. Allí conoció a José Revueltas. Continuaron las asambleas, las brigadas volantes, las concentraciones relámpago, las pintas. Fue un período de aprendizaje como nunca antes, de lecturas de medianoche, discusiones acaloradas, reuniones en toda la universidad…
Posteriormente conoció a Yamile Paz Paredes, Renato Ravelo, indio (Salvador Zarco) y su esposa, Mercedes Perelló. Mercedes había sido alumna de su tía, Josefina Oliva de Coll. Chava ya estaba en prisión. Consiguieron que Mercedes viviera en un apartamento de una sola habitación con cocina americana y baño. Entre ellos comenzó una amistad muy fuerte, que se fortaleció con visitas al penal todos los domingos, para visitar a Jerónimo y otros presos políticos.
Para ella fue como una duplicación: las actividades y horarios del día a día en la universidad y luego la realidad de la prisión. Tatiana comenzó a trabajar por las mañanas como secretaria de Arnaldo Orfila Reynal en Siglo XXI.
Mercedes le pidió ayuda para preparar el periódico Lucha popular. Se unió a la Liga Comunista Spartacus como un todoterreno. “Recuerdo”, dice, “que había que leer los artículos permanentes y las tesis filosóficas del presidente Mao unas 20 veces”.
En junio de 1970 partió a la zafra de los 10 millones en Cuba, con una Brigada Latinoamericana. Revivió todo el espíritu de la Guerra Civil que circulaba por sus venas. En la isla todo fue significativo. El mismo día que llegó escuchó un impresionante discurso de Fidel Castro. Allí conoció a los guatemaltecos del EGP. También brasileños de la Alianza para la Liberación Nacional, liderados por Carlos Marighella, que se formaron en Cuba. Y algunos venezolanos que habían estado con Douglas Bravo. Entró en contacto directo con la realidad de la izquierda latinoamericana, conoció al que iba a ser su socio y padre de sus hijas (Mariana y Tatiana), y a sus compañeros del Departamento de América, del partido, lideraron por el comandante Piñeiro.
La experiencia la marcó para siempre. A partir de entonces, su vida se confundió con grandes momentos de las luchas de liberación nacional en el continente. Regresó a México, colaboró con revolucionarios latinoamericanos que necesitaban coberturas y traslados, hizo trabajos campesinos y se mudó con su pareja al Chile de la Unidad Popular, hasta el golpe de Estado contra Salvador Allende. A punto de dar a luz, se refugió en la embajada argentina (https://shorturl.at/Umnxv).
Al regresar a México, fue periodista en Para esto!, se unió al PSUM y rompió con el partido junto a Alejandro Gascón Mercado y su socio César Navarro, para fundar el PRS y la UGOCM-Roja. Es socióloga de la educación, ha acompañado las luchas de la CNTE. Sobreviviente del 2 de octubre y 10 de junio, luchadora incansable por el cambio, la gran pasión de su vida tiene un nombre: Cuba.
Gorjeo: @lhan55
