“Cuando la gente se da cuenta de que el tiempo que supuestamente viven en realidad no tiene sustancia”, ha dicho Moriyama, “tienden a sentir miedo y una aprensión indescriptible por la excesiva incertidumbre que implica todo”. Al final, añadió, “la existencia humana esencialmente no tiene nada en qué depender”. Mostrada en papel tapiz, cuadrículas, proyecciones, fotocopias, ensamblajes conceptuales, hojas de contactos y libros, su obra abraza el oscuro flujo de la vida que no se puede contener, pero que de alguna manera debe preservarse.
Los temas de Moriyama son los accidentes, los conflictos políticos, el aburrimiento urbano, la soledad, los productos comerciales baratos, todos los detalles de lo cotidiano (tantos como sea posible) captados de pasada e impresos en blanco y negro de alto contraste. Ángulos libertinos, primeros planos extremos, fragmentos borrosos y un rojo decente, recortes deliberadamente incómodos dominan la profusión de imágenes dispuestas en pantallas no lineales que dejan la interpretación al espectador: una boca abierta, una marquesina de cine, un niño jugando con una pelota, Lyndon B Johnson en una pantalla de televisión, una multitud de policías en la noche, un gato negro en un pasillo.
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