SESKLO, Grecia, 21 nov (Reuters) – Los incendios llegaron primero. Luego las inundaciones.
En el pequeño pueblo de Sesklo, en el centro de Grecia, Vasilis Tsiamitas, de 46 años, ha sentido este verano los extremos de ambos fenómenos meteorológicos extraños, que han convertido a Grecia en un punto crítico del cambio climático.
La tormenta Elías inundó su casa, dañó su chiringuito y arrasó su coche en septiembre, acabando con lo que semanas antes dejó la tormenta Daniel, la más intensa registrada en Grecia, y un incendio forestal en julio que quemó el almendro de su familia.
“Sólo Dios sabe cómo superaré esto”, dijo Tsiamites, de pie frente a su casa familiar de dos pisos. La puerta de entrada está fuera de sus bisagras, apoyada contra una pared junto a tablas de madera empapadas por el agua de la inundación.
“¿Qué más podría afectarme? No puede ser peor”, dijo a Reuters.
Las tormentas e inundaciones feroces se han vuelto más frecuentes en los últimos años, mientras que el aumento de las temperaturas hace que los veranos sean más calurosos y secos, creando condiciones propicias para los incendios forestales.
Los caminos embarrados y los muebles domésticos apilados afuera para secarse en las aldeas de la región continental central de Tesalia son un recordatorio constante de los pasos que Grecia debe tomar mientras se adapta al cambio climático para mitigar el impacto de fenómenos climáticos tan extraños.
Sesklo, un pueblo de unos 800 habitantes cerca de la ciudad portuaria de Volos y hogar de uno de los asentamientos prehistóricos más antiguos de Europa, ha sobrevivido a desastres naturales a lo largo de los siglos.
Pero sus residentes más antiguos, dice Tsiamitas, nunca han experimentado nada parecido a la devastación de este año.
“Es la primera vez que nuestra aldea se somete a tantas pruebas”, dijo Tsiamitas, quien también es líder de la comunidad local. “Tenemos personas mayores sentadas en la plaza del pueblo que tienen 95 años, 90 años, nunca antes habían experimentado algo así”.
EMPEZAR DESDE EL PRINCIPIO
El incendio forestal que estalló en julio estuvo ardiendo sin control durante al menos dos días.
Los residentes de Sesklo fueron evacuados a tiempo, pero las llamas, avivadas por fuertes vientos, quemaron tierras de cultivo y arboledas destruyendo aproximadamente el 70% de la producción de almendras y aceite de oliva de la aldea, dijo Tsiamitas.
“Las condiciones climáticas eran tan malas, el viento, no había humedad ese día, el fuego avanzaba rápido. No hubo tiempo suficiente para hacer nada”, afirmó.
A principios de septiembre, la tormenta Daniel azotó Tesalia después de la ola de calor más larga de Grecia en más de 30 años. Mató a 16 personas y convirtió la zona en un mar interior, destruyendo casas, granjas y arrasando grandes extensiones de cultivos.
Tsiamitas, cuyo bar en la playa se inundó, dijo que la mayoría de los residentes de Sesklo no se vieron tan afectados como otros en la región. Pero su sensación de alivio duró poco.
Semanas después, Elías, una tormenta menos intensa pero inesperada, fue la gota que colmó el vaso.
Tsiamitas cuenta que tenía a su hijo menor en brazos cuando un torrente furioso abrió la puerta de su casa y lo obligó a correr escaleras arriba, donde viven sus suegros.
Desde entonces, el nivel del agua ha disminuido, lo que revela la devastación que sufrieron pueblos como Sesklo.
“Deberíamos aprender la lección”, dijo Tsiamitas, mirando tocones de almendros quemados. “Necesitamos arrancarlos… necesitamos plantarlos nuevamente. Una y otra vez, tenemos que empezar todo desde cero”.
Información adicional de Stamos Prousalis; Escrito por Renée Maltezou; Edición de Alexandra Hudson
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