Vi “Anatomía de un asesinato” (Otto Preminger, 1959) en la Nochebuena de 2005. En aquellos años, TCM era realmente un canal de clásicos y algo que valía la pena pagar por cable. Programaron la película a las 11 de la noche, así que tuve que parar para el saludo protocolario navideño y cuando regresé, lo único que pude ver fue a James Stewart mirando un bote de basura. Me pareció genial lo que había entendido: Un hábil abogado defiende una causa injusta, gana el juicio y, tras deleitar al público con su ardiente oratoria, mira un cubo de basura como símbolo de su victoria.. Pero claro, yo no había entendido nada. “Anatomía de un asesinato” no trata de eso. Lo volví a ver, hace unos días, con Casi y Tere, y me sorprendieron varias cosas que se me habían pasado por alto.
El ritmo de la película, en clave de jazz, es moderno, ágil, inteligente. Al compás de los metales y la percusión uno se adentra en ese lío de medias mentiras y medias verdades que es un juicio amañado por la fiscalía. James Stewart es un abogado que está en declive, está jugando sus descuentos y echando su red para atrapar algo. Y sí, pesca… mucho. Ben Gazzara, el acusado, es un tipo duro, frío y que genera antipatía, todo lo contrario de Lee Remik, una bella mujer con un ojo morado que siempre sonríe y que se empeña en mostrar un comportamiento totalmente contrario a su papel de víctima de violación. .
A medida que los personajes declaran sus puntos de vista, sus miedos y sus convicciones, uno toma conciencia del significado moral que propone Preminger: Aquí nadie tiene razón, cada uno cree ver la verdad desde su perspectiva y actúa en consecuencia.. La narrativa de Preminger me parece fascinante: austera y objetiva.
En ningún momento la película recurre al drama tan habitual en su género, ningún flashback nos molesta con su invocación a la piedad, al contrario, el humor tiñe todos los diálogos, especialmente los que tienen lugar en la sala del tribunal. También llama la atención el sentido progresista de la película que, en 1959, denuncia la visión subjetiva masculina que ve atenuantes en la apariencia provocativa y sexy de la mujer víctima del acoso. Una película que vale la pena ver una y otra vez.
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