¿Se deben tomar con antibióticos como dicen las farmacias en España? – .

¿Se deben tomar con antibióticos como dicen las farmacias en España? – .
¿Se deben tomar con antibióticos como dicen las farmacias en España? – .

Probablemente el farmacéutico te haya ofrecido en algún momento probióticos para evitar los efectos no deseados de los antibióticos. O quizás te hayan recomendado que, en lugar de tanto producto de farmacia, bebas varios yogures al día -o kéfir- para no sentirte mal si te han recetado medicación. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Los antibióticos que utilizamos para combatir las infecciones provocadas por bacterias patógenas son un arma de doble filo, ya que también pueden matar bacterias beneficiosas de la llamada microbiota intestinal, provocando, sobre todo, diarrea.

Además, estos fármacos pueden eliminar bacterias “buenas” y producir un desequilibrio en la microbiota. En este caso, hongos del género cándida Pueden tomar el control de la zona genital, por ejemplo, y provocar una incómoda candidiasis vulvovaginal, que se manifiesta con picazón e irritación.

¿Qué son los probióticos?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) han definido conjuntamente a los probióticos como “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del cuerpo humano”. Invitado”.

Están disponibles en preparados farmacéuticos, en complementos alimenticios o, naturalmente, en determinados alimentos, fermentados o no. Incluso se pueden añadir posteriormente a estos alimentos.

Bacterias del género. lactobacilo cualquiera bifidobacteria Son los más utilizados, pero no los únicos, y las dosis a las que resultan eficaces dependen de cada probiótico concreto. Esto debe establecerse mediante estudios clínicos en humanos.

los tres mandamientos

La propia definición propuesta por la OMS y la FAO implica tres factores importantes: los microorganismos tienen que estar vivos en el momento del consumo, no causar daño y proporcionar un efecto beneficioso comprobado sobre la salud humana.

El primer punto es controvertido, ya que las bacterias pueden estar vivas cuando se toman, pero no está claro si sobreviven al pH ácido del estómago o a las enzimas del intestino. En segundo lugar, y aunque en principio son seguras, la ingestión de bacterias vivas puede suponer un riesgo para la salud de personas susceptibles, con enfermedades graves o inmunocomprometidas.

Respecto al tercer punto, existe una gran cantidad de escenarios clínicos en los que los probióticos se han demostrado efectivos, siempre dependiendo de la dosis y la situación. En el caso que nos ocupa, han demostrado un moderado efecto protector en niños, adultos y ancianos para evitar la diarrea asociada a los antibióticos.

Eficiencia… con matices

Pero, sorprendentemente, el efecto de los probióticos no está muy extendido. Parece haber personas “resistentes” que eliminan estos microorganismos tras su ingestión sin recibir ningún beneficio ni perjuicio. En cambio, las llamadas personas “persistentes” sí notan sus efectos, evitando la pérdida de biodiversidad provocada por los antibióticos.

Y este es el tema de debate: los probióticos pueden cambiar la microbiota para que ya no sea la misma que antes de iniciar el tratamiento antibiótico. Incluso pueden hacer que tardemos más en recuperar nuestra microbiota original.

Además, el uso de probióticos vaginales en infecciones genitales debidas a cándida no parece ayudar. En este caso, sólo un buen tratamiento antimicótico es eficaz.

Yogures: fuente de bacterias vivas

Respecto al uso de yogures y otros productos fermentados, es importante saber que en España sólo se puede denominar “yogur” a un producto lácteo coagulado obtenido por fermentación láctica mediante la acción de Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgarico y Estreptococo termófilo, según lo establecido por Real Decreto. Además, cada gramo o mililitro debe contener un mínimo de diez millones de bacterias vivas.

De esto se deduce que los denominados “yogures pasteurizados tras fermentación” están contemplados en la legislación con ese pequeño matiz, ya que las bacterias que contienen mueren por el efecto térmico de la pasteurización.

Si hacemos cuentas, un yogur “auténtico” de 125 gramos incluye 1.250 millones de bacterias vivas, lo que da una idea de cuántos microorganismos “buenos” ingerimos si comemos varios al día. Sus bacterias parecen tener múltiples efectos beneficiosos, aunque muchas veces, como ocurre con los probióticos, es una cuestión de dosificación.

Por último, cabe destacar que la aplicación directa de yogur en la zona genital tiene poca o ninguna utilidad contra la candidiasis vulvovaginal.

L. casei y bifidobacterias: la verdad

Algunos lácteos fermentados contienen otras bacterias que podrían ayudar, aunque con ciertos matices. Este es el caso de los productos que incorporan las especies bacterianas Lacticaseibacillus caseiSe anuncia como favorable para nuestro sistema inmunológico.

Aunque algunos estudios afirman que reducen la incidencia de diarrea asociada a los antibióticos, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) lo desmiente en un informe. En realidad, el responsable de este beneficio no es L. casei, sino vitamina B6 que también incorpora este tipo de lácteos en su composición. La B6 se encuentra de forma natural y en gran abundancia en los plátanos, por ejemplo.

Algo similar ocurre con los lácteos enriquecidos con bifidobacterias, que, según la publicidad, mejoran nuestra salud digestiva y nos hacen sentir bien. Sí parece que comer yogur con determinadas cepas de este género bacteriano reduce los problemas asociados a la toma de antibióticos, pero depende de cada cepa concreta de bifidobacteria con el que se complementa los lácteos.

Y por último, ¿qué pasa con los alimentos fermentados como la kombucha, el kimchi, el chucrut o el kéfir? Pues principalmente porque no tienen una composición exacta y definida de microorganismos, a diferencia del yogur o los probióticos comerciales. En este caso, sus efectos estarán condicionados por la composición de cada producto y no se puede dar nada por sentado.

* Laura Botello Morte es Personal Docente e Investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad San Jorge.

**Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

 
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