Sólo la anti ‘Pretty Woman’ de Sean Baker y el viaje a Oriente de Miguel Gomes huelen a gran cine en Cannes

Sólo la anti ‘Pretty Woman’ de Sean Baker y el viaje a Oriente de Miguel Gomes huelen a gran cine en Cannes
Sólo la anti ‘Pretty Woman’ de Sean Baker y el viaje a Oriente de Miguel Gomes huelen a gran cine en Cannes

En la recta final del festival de Cannes y faltando sólo un día para el final, dos películas han conseguido maximizar la baja calidad de la Sección Oficial a competición: Añora, del cineasta estadounidense Sean Baker, y Grand Tour, por el portugués Miguel Gomes. Están a años luz de la mayoría de sus rivales. Y sin parecerse en nada, coinciden en algo: esa forma de entender el cine como una aventura incomparable para despertar la imaginación y la emoción en el espectador.

Añora se proyectó el martes y el entusiasmo fue instantáneo. La nueva película de Sean Baker consiguió que la crítica estuviera de acuerdo gracias a su gracia contagiosa, su tristeza inevitable y sus formidables personajes. Anora es el nombre de la protagonista, una prostituta inteligente y malhablada de Astoria (Queens) que prefiere responder al alias más sexy de Ani. La joven, interpretada por un increíble Mikey Madison, un día conoce a un joven, hijo de un oligarca ruso, dispuesto a darlo todo con ella, y ahí comienza una epopeya que lo tiene todo: noche salvaje, suspenso noche con las mafias rusas de Coney Island, gotas de comedia loca, una vena romántica inesperada y una colección de personajes para recordar. Baker regresa a las alturas conquistadas con su joya El proyecto Florida (2017) para contar una de esas historias sobre princesas callejeras y basura.

Con un lenguaje contemporáneo que nunca deja atrás a sus personajes, vuelve a retratar a una niña que sobrevive gracias al sexo sin juzgarla ni estigmatizarla, con una humanidad apasionante. Baker ha filmado un anti mujer guapa, La comedia noventera de Garry Marshall, que da la vuelta al cuento de hadas para adentrarse en una pesadilla que remite a los hermanos Safdie y sus fascinantes diamantes en bruto (gemas sin cortar, 2019), pero con tanto amor por su personaje principal que lo eleva a otra dimensión. La dignidad de Ani se defiende, pero Baker presenta un testigo inolvidable, ese silencioso ángel de la guarda interpretado por Yuriy Borisov, un actor ruso al que descubrimos en Compartimento nº6 (2021).

Si la vena melancólica de Añora emerge con un vitalismo desesperado, Grand Tour, El cautivador viaje del portugués Miguel Gomes por el Sudeste Asiático, es de principio a fin una oda a la belleza que emana de toda tristeza, que saudad Portugués que esta película eleva a monumento. Gomes nos lleva por el Oriente colonial de principios del siglo XX con un hombre, Edward, que huye de su prometida, Molly, a quien no ve desde hace años. En esta estampida ciega de la que básicamente sabemos poco, viajamos a través de un mapa de antiguos hechizos orientales y sorprendentes túneles en el tiempo.

Edward huye de Molly, y Molly persigue a Edward desde Rangún a Chengdu, y de Saigón a Manila, Osaka y Shanghai. El espectador los acompaña en ese Grand Tour, al estilo de los viajeros ingleses, que por gracia de un amor imposible se desliza hacia otra dimensión del tiempo y el espacio. Gomes regresa al pasado con una neblina fatalista que parece evocar la fantasía oriental de Josef von Sternberg. Pero ese lugar lejano es sólo una parte de la película, que Gomes deconstruye desde el presente a través de archivos documentales actuales llenos de detalles sorprendentes: norias movidas por hombres, teatros de marionetas, sombras chinas, motos, osos panda… Del mismo modo que la tristeza No existe sin alegría ni alegría sin tristeza, Gomes crea una película sobre el pasado que no existe sin el presente. Un nuevo lugar insólito situado entre la realidad y la ficción, entre el documento y la imaginación.

Mikey Madison en ‘Anora’.

Si no fuera por estas dos películas, las únicas que –a falta de las películas del último día– merecen la Palma de Oro, y por Atrapado por las mareas, Ese otro impresionante viaje a Oriente del chino Jia Zhan-Ke, el balance de esta edición de Cannes rozaría el suspenso. En los últimos días se han añadido dos nuevos disparates. Él suspenso brasileño Motel de destino, de Karim Aïnouz, ofrece muy poco más allá de su juego fotográfico con los colores flúor y su sonido angustiante en torno al sexo. Los personajes son todos unos frikis serios y hay cierto mal presentimiento ante tantos fluidos sobre láminas de nailon, pero al final es una película absurda y prescindible sobre un criminal atrapado en un Hotel del amor de carretera.

El mal cuerpo que provoca Marcello Mio Es de otro tipo, que roza la vergüenza ajena. La película de Christophe Honoré está protagonizada por Chiara Mastroianni, quien, ante una crisis de identidad, se convence de que ella es su padre, Marcello Mastroianni. La actriz, que sin duda comparte un parecido físico llamativo, se disfraza de Marcello y listo. El resultado es una ocurrencia, un capricho vago y frívolo que en ningún momento justifica esta suplantación ante la cámara. Quizás hubiera tenido algún sentido si Chiara Mastroianni realmente se hubiera enfrentado a la sombra de su padre, sacando algo del dolor y la ira por su ausencia, convirtiendo el disfraz en una catarsis emocional, quitándose todas las máscaras hasta encontrar algo. realmente en sí mismo. Pero no. La única salvación de la película es su madre, Catherine Denueve, que tiene un par de momentos divertidos intentando convencer a su hija de que su apellido también corre por sus venas, o cuando en un extraño y conmovedor momento besa a su hija en la boca. creyendo que es él y dice “mi amor”.

Ese momento ocurre en un hotel de la costa romana, un lugar alejado de Nápoles al que nos lleva de nuevo Paolo Sorrentino en Partenope. La nueva película del cineasta italiano resulta demasiado redundante a pesar de sus destellos. Gary Oldman tiene un episodio como John Cheever que es una de esas anécdotas italianas sin mucho significado que resultan porque sabe elegir muy bien a los actores y Oldman lo hace de maravilla. El hilo conductor es la Partenope del título, una mujer-diosa perdida que deambula en busca de una vida que la libere del trágico sentimiento de su belleza. La misma belleza que lamentablemente se ha vuelto tan esquiva en este Cannes que cerrará el telón el sábado.

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