“Vemos la amenaza pero también la belleza” – .

“Es por el mar, por la belleza del mundo, por lo que no se ve y hay que conocer y hay que cuidar”, dice Juana Viale quien está alejada de todo. Lejos del presentador de televisión. Lejos del terreno llano de las ciudades. Se la ve vía videollamada, calmada por el calor, parece una mujer del trópico. Junto a ella está Yago Lange, su pareja, activista medioambiental, navegante. Se lanzaron al océano, al más inmenso de los ecosistemas y acaban de cruzar el ecuador.

Vienen de Cabo Verde rumbo a Fernando de Noronha, norte de Brasil. Luego Río. Luego Buenos Aires. Pero ya desde hace varios días sólo ven el azul de todas las gamas, el agua y el horizonte, nubes que toman formas fantásticas, un cielo que se abre y se cierra, un cielo temporal, tormentas eléctricas, calmas eternas como siglos. Racionan la comida –“se acabaron los frutos”, dicen-, toman muestras de contaminación. Juana muestra la botella que utilizan para tomar muestras de microplásticos. El viaje forma parte de un proyecto que los llevará a través de varios mares de todo el mundo. “A través de todos los mares”, Juana asegura.

Ven la belleza y también ven la amenaza. Han visto bolsas de nailon, trozos de mesas de plástico flotando, ven la basura que acecha lo prístino. Es una experiencia única y filosófica, insisten. Es más que un viaje de activismo. Es una propuesta que pretende mostrar lo que la mayoría no ve. “Es difícil cuidar lo que no se ve. Piense en la importancia de crear áreas protegidas. Pero también amarrar en pueblos, en costas y hablar de lo que viven quienes sí se enfrentan al mar”, cuenta Juana Clarín. Están en el verdadero corazón del mundo, al contrario de la vida citadina de quien los entrevista desde un escritorio en Buenos Aires.

En la conversación, pues, mientras el velero Lola avanza con sus cinco tripulantes, surge el tema del plástico.

Un debate urgente y global

Cada 7 días, comemos una tarjeta de crédito. No es una metáfora, sino la totalidad del plástico imperceptible perdido en los alimentos que acecha y penetra en nuestro cuerpo sin que lo sepamos. El dato no es nuevo, pero sí histórico. En 2019, un estudio de la Universidad de Newcastle reveló que las personas consumen alrededor de 21 gramos de plástico al mes, poco más de 250 gramos al año. “Esto es lo mismo que triturar una tarjeta y comérsela cada semana”, escribieron los expertos.

La escultura titulada “Giant Plastic Tap” del artista canadiense Benjamin Von Wong se exhibe frente a la cuarta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación de la ONU sobre la Contaminación Plástica en Ottawa, Canadá, el 23 de abril de 2024. (Foto de Dave Chan / AFP)

Esta imagen era necesaria, tal vez, para que la alerta sobre un material que sobrevive, promueve el cambio climático y azota la biodiversidad desembocara en un debate serio, que requiere intervención política y científica y de un llamado a la conciencia global.

Otro informe, de febrero de 2022, indica que para 2040 el plástico de los océanos Pesará más que todos los peces juntos. La Agencia de Investigación Ambiental (EIA), una ONG británica, asegura que “la contaminación tóxica resultante de la sobreproducción desenfrenada de plásticos vírgenes y sus ciclos de vida es irreversible, socava directamente nuestra salud, impulsa la pérdida de biodiversidad, exacerba el cambio climático y los riesgos de generar daños ambientales a gran escala”.

Con estos antecedentes, esta semana se lleva a cabo la cuarta ronda de negociaciones para una T.Encuentro mundial sobre el uso y producción de Plásticos (INC-4) en Ottawa, Canadá.

Lange y Viale recogen muestras de microplásticos mientras navegan.

Académicos y organismos científicos han publicado documentos y estudios destinados a informar a los delegados y responsables políticos sobre los impactos en la salud de la contaminación química y plástica. Publican datos alarmantes: al menos 1,8 millones de muertes prematuras al año, trastornos del neurodesarrollo, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas, cáncer. Es urgente, afirman, alcanzar un punto de inflexión en la producción industrial de plástico a gran escala. Pero temen por el tiempo que pueda llevar lograrlo.

En marzo de 2022, la Asamblea de las Naciones Unidas resolvió desarrollar un instrumento internacional vinculante sobre la contaminación plástica. El Comité Intergubernamental de Negociación (CIN) comenzó su trabajo en la segunda mitad de 2022, con la ambición de concluir las negociaciones a finales de este año.


Residuos de microplásticos

Ahora, una coalición de gobiernos descrita como de “alta ambición”, encabezada por Ruanda y Noruega, espera erradicar la contaminación plástica para 2040 con un tratado que garantiza intervenciones a lo largo de todo el ciclo de vida de los plásticos, incluida la reducción de la producción y la prohibición de algunos productos químicos utilizados en la industria del plástico.

Los que saben piden no ignorar la relación entre la producción de plástico y el cambio climático. “La contaminación plástica es un problema ambiental, climático y de salud”, explica Periodistas por el Planeta. El plástico se fabrica casi exclusivamente a partir de combustibles fósiles, principalmente petróleo crudo, pero también carbón. “La producción de plástico representa el 3,4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”. Y advierten: “La industria del petróleo y el gas planea aumentar significativamente la producción, y considera la producción de petroquímicos y plásticos como un medio para mantener la demanda de petróleo”.

El plástico está en todas partes. Sus residuos se vuelven visibles, en el mejor de los casos, y completamente imperceptibles en la mayoría. Los microplásticos y nanoplásticos son un problema grave para todas las especies marinas. Cada vez es más común encontrar rastros de estas partículas en el tracto digestivo, incluso en el pescado que comemos los humanos. Son datos que todo el mundo, en el amplio espectro del ambientalismo y la ciencia, conoce. Pero es necesario crear conciencia sobre un problema mayor.

El viaje continúa

Lejos de los debates y de las estadísticas, pero muy conscientes de ellos, Viale, Lange y su equipo hacen gala de una calma que lo prueba todo. Son amables y se nota que están conmovidos por la experiencia. Están dentro de la naturaleza.

La ruta de Viale y su pareja.La ruta de Viale y su pareja.
El equipo que cruza el Mar.El equipo que cruza el Mar.

Lange siguió los pasos de su padre, el medallista olímpico Santiago Lange. Se cansó de ver agua contaminada mientras navegaba. Dejó el deporte y se convirtió en activista. Un día, mientras navegaba por la costa de Chubut, llegó a la isla Tova y encontró una colonia de lobos marinos rumiando entre cajas de plástico desechadas por los barcos de pesca. Esas fotos dieron la vuelta al mundo. Fueron una alarma y un llamado. Desde entonces, Lange no ha parado.

Yago Lange. Foto de Instagram.Yago Lange. Foto de Instagram.
Cajas de pesca de plástico entre elefantes marinos.Cajas de pesca de plástico entre elefantes marinos.

El camino lo cruzó con Juana Viale. Más allá de su popularidad como conductora, la nieta de Mirtha Legrand siempre ha estado comprometida con distintas causas ambientales. Lange y Viale se hicieron a la mar con un equipo de cineastas. Se estrenará un documental de su odisea. Pero humildemente aspiran a más: a una conciencia ampliada, a una vocación compartida. “Esto es más profundo que la cuestión del plástico”, dice Lange, “es dejar atrás los debates sin rumbo y revalorizar lo que tenemos, para poder vivirlo y replicarlo y tratar de garantizar que todos puedan sentir lo mismo”. Se necesitan debates en Ottawa. Pero también exploraciones y viajes como el de Lange, Viale y su equipo. En el debate sobre el clima y el planeta todo suma porque siempre llega tarde. Siempre corres por detrás.

 
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