El guitarrista entrerriano Horacio Malvicino, considerado uno de los pioneros del jazz moderno en Argentina y quien integró los diferentes grupos de Astor PiazzollaFalleció a los 94 años, según informó esta mañana la Academia Nacional de Tango.
“Acompañamos a sus familiares y amigos en este momento de profunda tristeza para todos”, expresó la entidad en un comunicado, para despedir al músico que a lo largo de su vida tocó tango, jazz y bossa nova, y compartió proyectos con músicos. de gente como Leopoldo Federico y Daniel Binelli.
Malvicino fue arreglista y director, escribió para obras musicales en televisión, realizó jingles, compuso películas y acompañó a grupos de diversos ritmos y de tango. Aunque lo suyo era el jazz, género que le acompañó durante toda su carrera, La llegada de Piazzolla a su vida cambió su destino.
“El que mejor entendió todo lo que escribí es Horacio Malvicino”Dijo alguna vez Piazzolla al hablar de sus guitarristas. “A lo mejor yo era el más tanguero y el más juvenil, tenía un poco de calle”, respondió. malvetaquien lo acompañó en el uso innovador de la guitarra jazz en el tango y formó parte del Octeto Buenos Aires, el Quinteto, el Conjunto Electrónico y su último grupo, el Sexteto.
El guitarrista entrerriano llegó a Buenos Aires en los años 40 para estudiar Medicina. Llegó al 5° grado, pero su familia ya no podía “enviar los 150 pesos para la pizarra y los libros”, recordó. Malveta. Tuvo que dejarlo, le mandaron su guitarra y salió a visitar bares. También vendió periódicos y pasó hambre, hasta poder vivir como músico.
“Aunque comencé y seguí tocando jazz, siempre me gustó el tango que tiene tierra. Y tocar la música de Astor es sencillamente maravilloso”, recordó el entrerriano sobre su relación con el tanocomo llamó a Piazzolla.
El bandoneonista y compositor. lo descubrió en 1955 en el Bop Club, que los lunes llenaba de bohemia y talento la sede porteña de la YMCA. “Allí estábamos con Lalo Schifrin, La cabra Billy Borraro, Enrique Villegas y nosotros hicimos un pequeño concierto de dos o tres horas, que no rindió ni un centavo, por pura afición”.
Horacio Malvicino, guitarrista histórico de Piazzolla. Foto: AP
Cuando Piazzolla apareció, después de escucharlo, y le propuso unirse al nuevo grupo que estaba en sus planes, el Octeto Buenos AiresMalvicino se mostró sorprendido: “Casi me desmayo, porque lo conocía desde mucho antes. Yo estaba estudiando medicina (nunca me gradué) y fui con el overol doblado en cuatro a escucharlo al Tango Bar… Me pareció increíble que él estuviera ahí diciéndome que había pensado en tocar una guitarra eléctrica, lo cual en ese momento era un riesgo de vida, para que pudiera improvisar.
“Así empezamos. Todos los chicos se reunieron en Electra, un restaurante del Callao y Bartolomé Mitre, donde en ese momento paraban todos los músicos, para repartir las partituras unos días antes de comenzar a ensayar, lo cual no era común. Pero claro, cuando vi esos pentagramas entendí: eran tantas notas que cada uno tuvo que preparar en casa durante una semana”, recordó.
La audacia del Octeto de Buenos Aires, entre los que no era la menor la presencia de Malvicino, encontró resistencia, si no desdén. “Nos contaron todo, nos tiraron todo lo que tenían a mano. A cada concierto acudía un grupo de ocho o diez fans. El resto, nada. No tuvimos suerte pero insistimos. Además nos divertimos mucho. Viajábamos una vez por semana a La Plata, para actuar en Radio Provincia, en una camioneta alquilada conducida por Tano. Salimos a las ocho de la mañana y recogimos a todos los niños”.
Disuelto el Octeto de Buenos Aires, malveta y el tano Se volvieron a encontrar en la primera Quinteto Piazzolla. “Desde el primer disco tuvo mucho éxito, no sé si porque se habían suavizado los oídos o los conceptos, pero la gente ya aceptaba los trabajos de Astor. Fue todo un movimiento para dar a conocer la música. Ha dejado un repertorio fuera de serie”, afirmó.
Dentro de sus anécdotas juntos, Malvicino recordó: “La primera vez que fuimos a tocar a Francia paramos en un hotel rancio, nos dieron dos mangos pero teníamos que hacerlo, nos recibieron en la Embajada y cuando nos sentamos allí nos Tuvimos que esconder los pies porque teníamos los zapatos rotos por un lado. Con el tiempo todo cambió, hicimos muchas giras por Japón, Europa y Estados Unidos, siempre con alegría. Astor llamó a casa y le dijo a mi esposa: ‘¿Quieres venir, Malveta?’ ¡Y cómo no iba a quererla!’“.