El escritor y gastrónomo Daniel Vázquez Sallés protagoniza el nuevo episodio del podcast Quedarse a comer. Hablamos con él de lo que significó dedicarse a la literatura como hijo de “un tótem” como él mismo describe a Manuel Vázquez Montalbán y de la posibilidad, que aún no descarta, de firmar con un seudónimo, “porque Seguramente sería mejor para mí”.
Con sentido del humor, sugiere la conveniencia de crear un “hospital psiquiátrico especializado en niños de…” para quienes decidan dedicarse a la misma disciplina en la que triunfaron sus padres. Afirma haberse librado de las ansias de éxito e irónicamente se define como un vendedor de enciclopedias Carvalho o, como él prefiere decir, como “el representante de mi padre en la Tierra”, convencido de que su memoria merece mantenerse viva. Explica que las novelas de Carvalho “hablan de muchas cosas, son multigénero y en ellas está la crónica de 30 años de historia española”. Vázquez Sallés reflexiona sobre el peso de hooligans Sentimientos intensos de su padre que busca el fantasma en su hijo.
Podcast ‘Quédate a comer’
Vázquez Sallés afirma haberse librado de las ganas de triunfar
Vázquez Sallés, colaborador habitual de Comer La Vanguardia, nos habla de la muerte de su hijo menor, Marc, fallecido en 2021 con diez años. El pequeño padecía dos enfermedades raras, pero fue una bacteria de la UCI la que puso fin al camino de mejora constante “de un ser luminoso”. Le dedicó el libro. El príncipe y la muerte (Folch&Folch). Lo escribió durante una etapa crucial de su duelo, en una “huida” a la pequeña isla griega de Koufonísia. “Como en toda fuga, no regresas con las respuestas a tus preguntas, pero sí regresas más fuerte para encontrarlas”.
Daniel Vázquez Sallés es colaborador habitual del canal Comer
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Vázquez Sallés habla sobre el amor, cómo sobrevivir a la ausencia (“La noche antes de la muerte de mi hijo fue la noche más oscura de mi vida”) y cómo tus seres queridos vienen a vivir contigo. Habla del llanto, que para él es “el lavado de ojos de la tristeza” y de los rituales que le ayudan a rendir homenaje a su hijo. También habla de la cocina y de la relación de Marc con la comida, debido a las limitaciones que tenía y a la insistencia de su madre en que disfrutara de los sabores y del hecho de comer aunque no sabía masticar (“era el paso siguiente, que habría dado el año que habría seguido al de su muerte”).
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Vázquez Sallés habla de la amistad, del tiempo que estuvo en el pozo de las adicciones, de cómo ese “ser que hacía felices a quienes lo conocían” fue el motor para salir adelante. Habla de la felicidad que, según explica, en el centro de desintoxicación donde ingresó le dijeron que está sobrevalorada. “¿Sabes cuándo supe que el proceso de rehabilitación estaba funcionando?” él pide. Y él mismo da la respuesta: “Cuando estaba comiendo una tortilla francesa y descubrí todos los placeres de algo en teoría tan sencillo. Marc era eso, alguien capaz de encontrar lo más bello en lo más simple, disfrutar de lo más simple. “Mi hijo fue mi gran maestro”.
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