MADRID.- homeopatía, un supuesto fármaco sin principio activo que se inventó hace más de 200 años, no ha demostrado curar nada en todo este tiempo. Pero su prestigio social ha cambiado mucho desde entonces. Ha pasado a ser financiado por servicios públicos de salud, como el francés, que no lo incluye en su cartera desde 2021, y a principios de este siglo su uso creció entre que buscaban medicinas alternativas. Pero años de activismo científico que se rebeló contra esta pseudociencia y una regulación algo más rígida han contribuido a que sus ventas se desplomen: el negocio ha caído un 25% desde que comenzó la pandemia, según datos de la consultora HMR.
En abril se vendieron en las farmacias españolas 184.000 cajas de estos compuestos, la cifra más baja desde que HRM tiene datos, y la mitad de la de marzo de 2020. De los 44,9 millones que facturaron las 10 principales empresas entre mayo de 2019 y abril de 2020, bajaron a 33 millones en el último año. Para entender este fenómeno, El país Ha contactado con algunos de sus principales impulsores: la farmacéutica Boiron, líder en el sector; la Asociación Española de Farmacéuticos Homeópatas y la Sociedad Española de Médicos Homeópatas. Ninguno ha respondido, por lo que las explicaciones las dan los expertos más críticos con la disciplina.
En general, datan de principios de la década pasada. Un movimiento escéptico que se hacía cada vez más visible Trabajó para denunciar que el principio en el que se basa la homeopatía no solo no tenía ni pies ni cabeza, sino que nunca había presentado pruebas sólidas de mejorar nada. Esto se reflejó unos años antes en editorial de una revista La lanceta en 2005 noble El fin de la homeopatía, que proponía dejar de perder tiempo y dinero tratando de demostrar la eficacia de una terapia que no había sido capaz de hacerlo en dos siglos de historia. “Cuanto más diluida es la evidencia a favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, bromeaba el editorial.
Los autores se referían a los fundamentos mismos de esta pseudociencia, que postula que lo que produce síntomas de algo puede curar eso mismo si se diluye mucho en agua. Por un lado, esto no ha sido probado (excepto, de alguna manera, para las alergias). Por otro, sus preparados se venden tan diluidos que equivalen a arrojar una gota de una sustancia a todos los océanos del planeta. En los medicamentos homeopáticos no hay rastro de principios activos.
Muchas de las personas que usaron la homeopatía ni siquiera sabían que esto era así. Fernando Frías, uno de esos activistas que se arremangaron para socavar el prestigio que le quedaba a la disciplina, recuerda que la gente no les creía cuando le decían que se vendían compuestos con Muro de Berlín diluido para superar el sentimiento de opresión y zozobra. De hecho, esto se comercializó con la premisa de que lo similar cura lo similar: si el muro de Berlín oprimía, una pieza diluida en agua debería remediarlo. “Muchos pensaron que era simplemente una terapia natural y que inventamos estas cosas para atacarlo”, dice Frías. Él y otros divulgadores participaron en suicidios homeopáticos, que consistían en ingerir supuestos sedantes en cantidades ingentes sin sufrir ningún efecto.
Por aquel entonces, la homeopatía estaba presente en algunas universidades españolas, que albergaban cátedras y seminarios que valían la pena obtener créditos oficiales. También era frecuente que los organismos públicos cediesen instalaciones para difundir los supuestos beneficios de la pseudoterapia, algo que cada vez es más residual. La Universidad de Salamanca, la única que seguía impartiendo un curso de homeopatía, lo canceló hace cuatro años, cuando se jubiló el profesor que lo impartía.
Pero, a pesar de todo, la homeopatía todavía se vende en la mayoría de las farmacias. La ley lo permite. Ha habido mucho debate sobre cómo regular una supuesta droga que en realidad no tiene más efecto que el placebo. El Parlamento Europeo emitió una directiva en 2001 que cubría su uso en países con tradición. Fuentes sanitarias explican que esto se debe a la presión que ejercen tanto las industrias como los gobiernos de Estados con fuerte arraigo en la pseudociencia, como Francia (sede de Boiron) o Alemania, donde su consumo es muy superior al de otros como España.
“Dadas las especiales características de los medicamentos homeopáticos, como la baja concentración de principios activos y las dificultades para aplicar la metodología estadística convencional en los ensayos clínicos, parece conveniente establecer un procedimiento especial de registro simplificado para los medicamentos homeopáticos que se comercialicen sin indicación terapéutica. y en una forma y dosificación farmacéutica que no presente ningún riesgo para el paciente”, dice la directiva.
En España, los productos homeopáticos han estado en el limbo hasta 2018. Luego, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) regularizó estos productos. Las condiciones eran que debían demostrar su calidad (es decir, ser seguros y no dañar al paciente) y no podían promocionarse con ninguna indicación terapéutica: es decir, ni en su envase ni en su promoción podía decirse explícitamente que curan algo. Porque, a diferencia de otros medicamentos, los medicamentos homeopáticos no tienen por qué demostrar su eficacia.
---Como resultado de esa regularización, 66 productos vendidos en farmacias fueron prohibidos en primera instancia. Unos porque tenían indicaciones que no les correspondían, otros, como los inyectables, porque no se consideraban seguros. Pero cientos todavía se venden rutinariamente. Posteriormente, más de mil se retiraron.
Una portavoz del Consejo General de Colegios Farmacéuticos explica que sus miembros deben cumplir con la legislación establecida por las autoridades sanitarias. “Desde la farmacia, por tanto, tenemos la obligación de dispensar cualquier medicamento que se solicite, siempre que se cumplan las condiciones reglamentarias establecidas”, apunta.
Jesús Fernández es uno de los pocos farmacéuticos españoles que se niega a vender homeopatía. Por ética, cree que no debe dispensar productos que no han demostrado ser efectivos. Aunque reconoce que en las boticas se venden muchos productos cuya utilidad no tiene muy clara. “Siempre te lo advierto. Si vienen por vitamina C, por ejemplo, les digo que se la pueden llevar, pero no les cura el resfriado”, asegura. “Muchos compañeros lo venden para no afear a un cliente habitual, pero salvo farmacias especializadas en homeopatía es un porcentaje mínimo de las ventas, menos del 1%. Si ha bajado tu consumo no es algo que te vaya a afectar: en lugar de vender cuatro cajas al mes, venden tres”, prosigue.
Lo que ha visto Fernández en los últimos años es una menor presión comercial por parte de los laboratorios homeopáticos. “Han estrechado su red y están buscando otros nichos de mercado, como complementos alimenticios y otros dedicados al bienestar, desde sales de magnesio hasta otros productos naturales que nada tienen que ver con la homeopatía, como el triptófano o los probióticos. Es una forma de reconocer su fracaso”, dice. En su opinión, la pandemia y las vacunas han hecho mucho para que la gente se dé cuenta de que “la ciencia funciona”.
El Ministerio de Sanidad aprobó en 2018 el plan de protección de la salud frente a las pseudoterapias. Pretendía evaluar todos aquellos sospechosos de ser ineficaces para regularlos y brindar seguridad a los pacientes. En la primera lista había 73 pseudoterapias confirmadas y 66 técnicas y productos sin aval científico pendientes de revisión. Entre ellos se encuentra la homeopatía, que hasta el día de hoy permanece sin probar.
En sus más de dos siglos de historia, no es la primera vez que la homeopatía retrocede. Pero según Frías, no se puede descartar que en algún momento surja algo que lo vuelva a poner de moda. “Mira el ejemplo de la estelas químicas [las estelas de condensación de los aviones que algunos conspiracionistas creen que son una forma de envenenar a la población desde el aire]. Parecía que ya nadie se acordaba de ellos y han vuelto”, dice. Frías cita al astrofísico y divulgador Javier Armentia, quien asegura que las creencias son como un patito de goma, que por mucho que se hunden, siempre resurgen. “Sobre todo, si hay dinero detrás”, añade.
por Pablo Linde
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