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saqueo disfrazado de política social -.

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Durante décadas, México luchó por construir desarrollo social, estabilidad macroeconómica, acumular reservas, reducir su deuda y generar instituciones públicas que sirven a la población. Sin embargo, en los últimos siete años, la arquitectura ha sido socavada por un régimen populista que, bajo la bandera de combatir la corrupción, ha terminado siendo el más rapero y destructivo en la reciente del país.

Hoy México está en deuda como nunca antes. Morena y su gobierno han traído la bancarrota al país. La administración de Andrés Manuel López Obrador heredó una deuda pública de 10.5 mil millones de pesos en 2018, y en 2024 la recaudó a más de 18 mil millones. Todo indica que la nueva administración no solo mantendrá esa tendencia, sino que la deuda superará los 20 mil millones de pesos en 2025. Pero la más grave no es la figura en sí, sino el destino de estos recursos: lejos de ir al bienestar de las personas, se han desviado a compañías de fachadas beneficiosas, vinculados a familiares, amigos y operadores políticos del régimen.

Mientras que la deuda se multiplica, las condiciones de vida de la población se deterioran. México gasta menos en salud y educación que el promedio de América Latina, y los hospitales públicos no tienen médicos ni medicamentos. En contraste, el dinero se ha ido a megaproyectos inútiles, costosos y dañinos: una refinería que no se refina, un aeropuerto sin vuelos comerciales reales y un tren que no circula y ha devastado la jungla del sureste mexicano. Obras que representan el culto de uno de un hombre y el negocio de muchos cómplices, no un beneficio para la nación.

Este populismo económico ha vaciado los fondos y reservas que se construyeron durante años. El fondo de estabilización de ingresos presupuestarios se agotó, la confianza estratégica se enojaron y los recursos del sistema de pensiones se tomaron sin un plan sostenible. Todo esto ha estado acompañado por un dispositivo de propaganda que oculta la crisis, culpa a los gobiernos anteriores y cuenta con “ahorros” no existentes.

La inflación continúa reponiéndose y la infraestructura pública se desmorona: escuelas de mantenimiento, carreteras en mal estado, hospitales abandonados. En lugar de fortalecer la inversión pública de calidad, el gasto en el clientela ha sido privilegiado, alimentando estructuras políticas a expensas de la viabilidad financiera del estado.

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México está en deuda, sí, pero no para construir un futuro, sino para mantener un regalo basado en mentiras y diversión. La deuda de hoy será la carga de las generaciones que vienen.

Es hora de decirlo claramente: el populismo económico de Morena no era una política social, fue un saqueo disfrazado de justicia. La verdadera justicia comenzará esas cuentas de pago responsables y México recuperen el camino de la honestidad, el desarrollo y la razón. Debido a que no hay una transformación posible donde la pobreza se usa como pretexto para la malversación de fondos, y el poder como instrumento para la impunidad.

Presidente Nacional del PRI


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