Nueva Gerona, 3 de mayo (ACN) el 3 de febrero de 1960 marcó un hito en la vida de Laureano Verdes Torres, quien, de 17 años, aterrizó en la isla entonces de La Pinos/Isla de la juventud con la peligrosa misión de infiltrarse en las organizaciones contrarrevolucionarias que operaban en el territorio.
Tuve el privilegio de ser uno de los fundadores del G-2-Embryo de los órganos de seguridad del estado, desde donde luché contra los enemigos de la revolución cubana, dijo Laureano, quien con 82 años enfrenta las dolencias de la vejez.
Viniendo de la popular juventud socialista, su entrenamiento ideológico se transformó después del 1 de enero de 1959, cuando decidió adoptar el nuevo proyecto social dirigido por Fidel y defenderlo con su propia vida si fuera preciso, dijo.
Comentó que en Isla de Pinos, con la implementación de las primeras medidas del gobierno revolucionario, comenzó a surgir movimientos contrarrevolucionarios, entre los cuales la rosa blanca destacó, una organización a la que se le confirma infiltrarse.
Después de la derrota mercenaria en Playa Girón, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) intensificó su apoyo a estos grupos, y Laureano fue nombrado oficial operativo, con una participación activa en numerosas operaciones para desmantelar esos grupos, dijo.
-Uno de los momentos más importantes de su carrera fue ser un conductor y parte del equipo de seguridad personal del comandante en jefe Fidel Castro durante sus visitas al municipio especial. “Recuerdo con la devoción especial esos momentos cercanos a él y las conversaciones casuales que compartimos”, confesó.
Laureano dedicó 33 años de su vida a la seguridad del estado, desde esa trinchera luchó incansablemente por la defensa de la revolución. “Si tuviera que elegir, no optaría por otra vida”, dijo con convicción.
“Para ser un combatiente digno de los órganos de seguridad del estado, es esencial tener manos limpias, mente fría y corazón caliente. Aunque hoy ha sido significativamente avanzado en tecnología y preparación académica, la esencia sigue siendo la misma: amar y defender la revolución, incluso a expensas de la vida misma”, fue su mensaje claro para los jóvenes.
La historia de Laureano Verdes Torres es un testimonio vivo del compromiso y la pasión que ha marcado una época en Cuba, su consagración demuestra que la lucha por los ideales puede ser tanto un sacrificio como un honor.
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