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En Cuba, ni la limpieza ni la dignidad ya tienen derechos garantizados.

En Cuba, ni la limpieza ni la dignidad ya tienen derechos garantizados.
En Cuba, ni la limpieza ni la dignidad ya tienen derechos garantizados.
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En la Cuba de hoy, el paso de un camión de basura es un hecho tan inusual que causa sorpresa, aplausos irónicos o risas nerviosas entre los vecinos. No es un país sin recursos naturales, o un estado no existente; Es un régimen que ha abandonado las funciones más básicas del gobierno, mientras que la población cae en una pobreza cada vez más visible y cruda.

La indigencia, que anteriormente era un fenómeno marginal, hoy crece en calles llenas de basura, ruinas y personas hurgando entre desechos para sobrevivir.

La escena no es nueva, pero cada vez más frecuente: muchos desechos se acumulan durante semanas en las esquinas, hasta que, como si fuera un milagro, aparece un camión de recolección.

Los vecinos, los no creyentes, sacan sus teléfonos, graban videos y comentan con sarcasmo lo que debería ser una rutina municipal. “¡El camión pasó!” Dicen como si acabaran de ver una aparición. La basura no se recolecta con frecuencia, no porque no sea necesario, sino porque al estado simplemente no le importa.

En medio de esa basura, la gente también vive. Literalmente. Cada vez más cubanos duermen en la calle, que buscan alimentos permanecen entre los desechos o improvisar refugios entre los cartones y los plásticos.

La indigencia ya no es invisible: está en vista de todos, en el parque, en la parada, al lado del contenedor que nadie vacía.

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Pero lo más alarmante no es solo su crecimiento, sino la indiferencia total del gobierno.

El régimen cubano se presenta al mundo como un modelo de justicia social, pero las imágenes de su realidad diaria lo niegan sin esfuerzo.

La miseria es pública, notoria, imposible de esconderse. Y, sin embargo, las autoridades no ofrecen respuestas reales. Continúan invirtiendo en propaganda, represión y control, mientras que los vecindarios enteros se hunden en el abandono.

El paso ocasional de un camión de basura no limpia lo esencial. No recoge la vergüenza de un país donde la pobreza crece en vista de un estado ausente. La basura y la indigencia acumuladas comparten el mismo origen: el desprecio del poder hacia su gente. En Cuba, ni la limpieza ni la dignidad ya tienen derechos garantizados. Son lujos que ocurren, si tal vez, por accidente.

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