Los titulares de educación en Chile acumulan y no precisamente por buenas razones. Conflictos en el paso, posibles cambios en el sistema de admisión escolar y los altibajos del último Simce. Todo esto, mientras continuamos viendo cómo aumentan el abandono escolar, la violencia en los establecimientos y los bajos niveles de comprensión de lectura. El diagnóstico es claro: algo no funciona.
Y aunque todo eso sucede, tecnologías como la inteligencia artificial, que están transformando el mundo del trabajo, el conocimiento y la vida cotidiana, mientras que en nuestras aulas seguimos repetiendo fórmulas del siglo pasado. Excepto por algunas pantallas que reemplazaron la pizarra, los niños y las niñas hoy aprenden casi lo mismo que sus padres o abuelos.
Lo paradójico es que nuestros estudiantes ya habitan en otro mundo. Son nativos digitales que piensan, se relacionan y aprenden de maneras muy diferentes. Solo mira la serie Adolescencia Para entender que tienen sus propios códigos y un ritmo que la escuela tradicional simplemente no logra seguir.
Es urgente innovar en educación. No se trata solo de poner más tecnología en las habitaciones, sino de cambiar la forma de enseñanza. Necesitamos modelos de aprendizaje colaborativos, interdisciplinarios y significativos. Y para eso, el papel del maestro es clave. Pero hoy están sobrecargados, sin tiempo ni apoyo para cambiar la forma en que enseñan.
La buena noticia es que hay herramientas capaces de ayudarlos. Hoy es posible planificar proyectos de aprendizaje profundo utilizando inteligencia artificial, con proyectos que cruzan las materias, se conectan con los intereses de los estudiantes y alinean los objetivos curriculares sin que eso tome semanas de trabajo al maestro.
Imagine un asistente virtual que propone una planificación flexible, diseñada con IA, que el maestro puede adaptarse y perfecto según la realidad de su curso. Por lo tanto, liberamos el tiempo para lo más importante: fortalecer el vínculo con sus alumnos, acompañarlos en el proceso y motivarlos a aprender.
Ya en 2010, un estudio del MIT mostró que la actividad cerebral de un estudiante universitario fue drásticamente durante las clases de exhibición, casi a nivel de observación de televisión. Aprendemos cuando estamos motivados, cuando lo que hacemos nos importa. Es por eso que necesitamos transformar nuestras aulas en espacios donde piensas, crees, preguntas.
El aprendizaje profundo funciona y la IA puede ayudar a escalarlo. No podemos seguir esperando. Chile no puede permitirse formar memorizadores pasivos en un mundo que necesite innovadores capaces de resolver desafíos complejos, construir economías sostenibles y diseñar nuevas soluciones.
La educación no puede continuar en pausa. Es hora de exprimir jugar.
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