Jennifer López no se salva de un resultado desastroso

En los últimos años, la ciencia ficción se ha acercado más al ser humano y, en particular, se ha interesado más por sus relaciones con la tecnología. ¿Qué ha hecho que títulos como Gravedad, ex machina y El creadoren fantasías elaboradas con un subtexto filosófico. Atlas Intenta lo mismo y de hecho, durante su primer apartado, pone especial énfasis en el tema. Pero en la película de Netflix, lo que comienza como una fábula sobre en quién (o en qué) confiar y por qué, pronto pierde su rumbo. Lo anterior termina siendo una premisa superficial y carente de imaginación e inventiva.

Especialmente porque el director Brad Peyton (San Andreas), toma ideas de varias películas al mismo tiempo. Eso, sin desarrollar ninguno de ellos en profundidad ni mucho menos con destreza. Mucho más, cuando el centro de su trama es un personaje genérico cuyas motivaciones no están muy claras. Atlas Shepherd (Jennifer López, en otro intento fallido de irrumpir en el género de acción), es una analista de datos, que cree que hay un límite a lo que se pueden permitir robots y androides. Eso, debido a un incidente de su infancia, en el que perdió el control de su mente y terminó en una improbable tragedia.

Sin embargo, la premisa está desarrollada de forma tan torpe que no profundiza lo suficiente como para entender al personaje. Esto, a pesar de que la historia insiste en mostrar que el pasado traumático y doloroso de su protagonista es su principal fortaleza. Sin embargo, el guión de Aron Eli Coleite y Leo Sardarian prefiere generalizar antes que explorar un punto real. Lo que llevará a que la trama penda de un hilo de situaciones que nunca llegan a estar del todo detalladas.

Atlas

Atlas mezcla el miedo a la inteligencia artificial con una historia emotiva. Pero con tanta torpeza y peor uso de los recursos, que la película acaba siendo una combinación de decenas de premisas diferentes, que no puede igualar. Al final, el mediocre guión colapsa en una serie de clichés confusos y malas imágenes.


























Puntuación: 2 sobre 5.

Un tema complicado en el que se profundiza con torpeza

Antes de eso, Atlas Shepherd resulta ser una figura que está convencida, de manera genérica y nebulosa, de que la tecnología debe ser contenida y restringida. Lo que por supuesto confirma la premisa del largometraje. Harlan (Simu Liu, de Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos y Barbie) es una inteligencia artificial fuera de control, que mantiene asediada la ciudad de Los Ángeles. El único que puede entender la información que maneja el avanzado dispositivo es el personaje de López. Lo que la pone en una posición difícil para detener al villano de la ocasión.

Pero al mismo tiempo la llevará a tener que interactuar, le guste o no, con el mundo de las máquinas. López se esfuerza por mostrar el conflicto y el dilema moral, pero parece abrumada por los puntos más complejos. En particular, tiene que trabajar codo con codo con una IA más segura, perfeccionada para evitar los errores de Harlan y que además tiene rasgos intelectuales humanos. Lo anterior provoca que Smith (Gregory James Cohan) sea el único medio a través del cual el personaje puede lograr con éxito su misión. Algo que incluya, que ambos acaben vinculados a nivel mental, a pesar de las preocupaciones y reticencias de Atlas al respecto.

Eso sí, la película dedica una buena cantidad de tiempo a dejar claro que la inteligencia artificial es un riesgo, por lo que la decisión de Atlas es algo peligrosa. En la primera escena se explora que en este mundo futurista, la idea de que las máquinas pueden volverse contra los seres humanos es una realidad. Lo que aparentemente sucede con Harlan, quien se esfuerza en explicar que su rebelión contra el hombre tiene una raíz obvia. La de impedir que la raza humana se destruya a sí misma.

Una mala copia de mejores películas.

Uno de los grandes problemas de Atlas, está mezclando en un mismo escenario premisas de películas mejor desarrolladas y más complejas. Hay referencias más que obvias –y todas ellas, débiles y mal trabajadas– a Yo robot y la saga terminador. Pero el gran problema de la trama es que ninguna de esas ideas está completa. La película pasa por todo tipo de situaciones sin explicar. cómo llegaste allí o por qué es importante es lo que cuenta.

Entonces hay secuencias enteras de Harlan hablando de la corrupción y la maldad inherentes a la naturaleza humana, sin explicar el origen de esa opinión. O las conversaciones entre Atlas y Smith, que hacen referencia a parlamentos humorísticos y vacíos. Puede parecer de poca relevancia, hasta que el villano construye sobre sus cimientos su extenso plan para dominar el mundo. Y además, es la idea contra la que deben luchar los protagonistas. Pero el guión es incapaz de conectar ideas de forma fluida o al menos coherente. Entonces, en medio de llamativas secuencias de acción, la película se convierte en un desastre visual que no lleva a ninguna parte.

Al final, Atlas Se limita a narrar una historia que se vuelve predecible casi de inmediato. Eso, a través de una serie interminable de clichés, que se vuelven más obvios y genéricos a medida que avanza la trama. Es evidente que la película tiene la intención de humanizar el género de ciencia ficción, pero no sólo no lo consigue. Además, acaba convirtiéndose en una historia sin personalidad, fácilmente olvidable. Tu mayor problema.

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