Algunos empezaron a practicar yoga. Otros empezaron a hacer pan. Ana Ramón Rubio (Valencia, 1985), un director obligado a quedarse sin actividad por la pandemia y lo difícil que es hacer una película en el cine español, decidió convertirse en un inversor multiactivo en criptomonedas. Así, como quien sigue un tutorial de YouTube para conseguir poner al perro al sol sin dislocarse la cadera o levantar una masa madre sin crear armas biológicas. “Llegué a esto con muchos prejuicios.. Es un mundo desconocido e incluso mal visto, porque no está nada regulado. Además, todos las noticias que llegan son de estafas, gente que quiebra o se vuelve adicta“, explica el director del inicio del proceso, quien en el sorprendente documental “Encierro” narra su ascenso a el edén de los “criptobros” (término a veces despectivo utilizado para referirse a los inversores).
“Investigué mucho para comprender bien la tecnología. Mucha gente no sabe lo útil que es blockchain.“, dice Ramón sobre el sistema de transacciones seguras en el que se basa todo el mundo cripto y que, en realidad y más allá de lo económico, es uno de los avances tecnológicos más importantes del siglo: ya no dependemos de la confianza de una entidad en otro, si no en un Libro de contabilidad público e inalterable que está descentralizado y no puede ser pirateado.. Y continúa: “Y luego está el tema del bitcoin, que es una criptomoneda mucho más consolidada que las demás. No es lo mismo comprar acciones de una empresa reconocida que invertir en una de nueva creación. Todo se basa en estudiar proyectos y comparar tendencias. No se parece en nada a los juegos de azar, como mucha gente cree.“explica el director, que aquí combina desde cripto hasta bonzo para construir un documental educativo y sincero, aunque por momentos caiga en el proselitismo. {{#valores}} {{#ap}} {{/ap}} {{^ap}} {{/ap}} {{/valores}}
Una deriva patológica
Quizás lo más interesante de “Encierro”y qué le ha llevado a eventos como el CinemaJove de Valencia o el DOC NYC desde Nueva York, recorre la deriva emocional y patológica que Ramón narra sin miedo a quedar en evidencia. Desde la ruptura casi total de su matrimonio, hasta el deterioro de la relación con su padre (economista) o las sesiones con su terapeuta, la película explora Las consecuencias más tóxicas de llevar la afición al límite: “No me di cuenta de esa vulnerabilidad hasta que llegué a la edición. Todo lo personal cobró más importancia, llegando incluso a la desvinculación. Le dijo al equipo si no pensaban que Ana parecía un poco patética. Ha sido duro, porque fue un gran choque de realidad estar expuesto a la mirada de la gente. “Ha sido una montaña rusa”, añade el director.
Así, entre los testimonios de verdadera Los magnates del criptomundo y la propia inmersión del director en el inframundo, el documental nos brinda refugios de comprensión a través de la alegoría. Como el vídeo musical protagonizado por Lori Money, punto culminante de la película, y que también explica una subcultura que va mucho más allá del “trading” y las inversiones. ¿Puede el criptomundo, amante circunstancial de la El machismo en red o la ultraderecha, de sus seguidores más ruidosos? “Poder. Porque no todo en el mundo de las criptomonedas es lo que ves. Muchas veces olvidamos lo que está más allá de la especulación, que hay países en los que las criptomonedas sirven para escapar de una inflación acuciante o para tener una billetera digital en países con gobiernos autoritarios”, añade Ramón, pensando más en el uso benévolo que se le da en determinadas regiones. de África en lugar de en la manía autoritaria y anarcocapitalista de figuras como Nayib Bukele, el presidente de El Salvador que convirtió BitCoin en moneda de curso legal. Esta misma semana, “Bull Run” llega a salas selectas como candidata al Goya al Mejor Largometraje Documental.