arequipa | Vargas Llosa y yo recolectamos firmas contra la guerra anunciada entre Perú y Chile lrsd

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Hay Fiesta de Arequipa. Escritora chilena animó una de las mesas de este evento en 2015. Foto: La República. | La republica

Jorge Edwards llegó a Francia en la década de 1960 como tercer secretario de la embajada de Chile. Era diplomático de carrera. Abrazó la profesión, como muchos escritores, con la certeza de que no haría nada y tendría mucho tiempo para leer y escribir. Pero estaba equivocado. “Los diplomáticos hacemos muchas tonterías”, dijo irónicamente una mañana de diciembre de 2015 en la Hay Fiesta de Arequipa, recordando los incidentes en el trabajo de la política exterior.

mario vargas llosa Ha definido a los Edwards de esa época como tímidos y educados, capaces de llevar saco y corbata al baño o de mantenerlos hasta en la cama. Sin embargo, ese trámite, según MVLl, terminó con dos whiskies de por medio. Recuerda haberlo visto sentado en una mesa bailando una danza hindú muy elaborada. Frases de Vargas Llosa Pablo Neruda para ahondar en las excentricidades de su colega chileno. El poeta y su esposa. matilde Lo encontraron en una discoteca. Chile, subió a un balcón y desde allí arengó al público: “Basta de hipocresías, pongámonos manos a la obra”. Nos acercamos al escritor chileno en esa oportunidad para un proyecto editorial. La entrevista aún inédita fue realizada al periodista Cristian Ticona.

¿Cuál es la primera imagen que te viene a la mente del boom de la literatura?

—Mi encuentro con Vargas Llosa en una emisora ​​de radio de París. Corría en el año 62. Aún no se había conocido el boom. Mario tenía 25 o 26 años, trabajaba de noche en Radio y Televisión Radio Francesa, que producía programas para el mundo en español. Y la otra primera imagen que recuerdo es ver a Carlos Fuentes en Santiago cuando salía a una conferencia en la Universidad Concepción. Vargas Llosa acababa de publicar “Los jefes” en una edición local que yo no conocía. No sabía que era escritor.

¿Qué recuerdos tienes de él como compañero?

“Te diré cómo lo conocí”. Llegué a París como tercer secretario de la embajada de Chile en Francia. Allí estaba un chileno de origen polaco, amigo de mi esposa, Beatriz Peteatkowicz, que se casó con Jean Supervielle, hijo del famoso poeta Jules Supervielle. Me invita a un programa de la Radio Televisión Francesa donde él era director, llamado “Literatura al día”. Nos regalaron un libro en francés y lo comentamos en español para darlo a conocer al mundo de habla hispana. A ese programa va un joven peruano que lee mucho, me dice Supervielle. En esa edición había una discusión sobre una novela francesa que realmente nos había aburrido a todos. Luego llegamos a un café en la esquina. Allí me llamó la atención el joven peruano. Tenía una fuerte noción literaria, tenía idea de la novela caballeresca, de la novela rusa, francesa, etc.

Archivo. Edwards junto a Nicanor Parra y Oscar Navarro. Foto: La República.

Nos hicimos bastantes amigos, luego supe que se llamaba Mario Vargas Llosa, no sabía que era escritor. Luego me da el libro “Los jefes” y yo le doy mi libro de cuentos “Gente de la ciudad”. Este joven peruano, cinco años menor que yo, era muy aficionado al cine de una manera diferente a mí. Me gustó mucho el cine europeo, Wild Strawberry, algunas películas francesas e italianas como Federico Fellini. En cambio, a Mario le gustaba la novela de vaqueros estadounidenses. Negociamos. Yo lo llevaría a ver uno de Fellini y él me llevaría a ver uno de jeans. Después de la película tuvo que correr a su trabajo, trabaja en la radio nocturna. Luego lanzó “La ciudad y los perros”.

Pero había mucha complicidad literaria con Vargas Llosa, ¿qué leían en ese momento?

—Teníamos lecturas compartidas. Fue un gran seguidor de Flaubert y yo de algunos autores ingleses y rusos. Coincidimos en muchas lecturas.

Publicaste “Persona non grata” (1973) que resume tu convulsa etapa en la embajada de Chile en Cuba por la permanente crítica que hacías al estilo totalitario de Fidel Castro. ¿Fueron los primeros en leer ese libro Carlos Barral y Mario Vargas Llosa?

Creo que fueron los primeros.

¿La decepción con Cuba se debió al estilo totalitario que empezaba a asomar en Fidel Castro?

—Vargas Llosa y yo conocimos Cuba. Vimos la censura con preocupación. Nos sorprendió la falta de libertad de expresión. Recuerdo haberlo conocido una vez en La Habana, almorzamos con José Lezama Lima, un poeta de ese país, donde nos preocupaba mucho la falta de libertad de expresión. Como muchos jóvenes, al principio me entusiasmó la Revolución Cubana, pero cuando llegué me desilusioné.

Hablando de Jean-Paul Sartre, que fue un escritor influyente en el boom de la literatura, ¿crees que ha envejecido mucho?

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“Me importa un carajo Jean-Paul Sartre. Es un tema completamente anticuado. No le interesa a nadie. Estuve en Francia durante cuatro años y crees que alguien lo recuerda. Hoy hablamos de Albert Camus, el surrealismo y algunos nuevos filósofos. Sartre es un anacronismo. Fidel Castro está en la plaza de la revolución con Jean-Paul Sartre. Fidel le dice: “Yo le doy al pueblo lo que me pide”. Y no podía darle ni la comida más básica. Sartre le pregunta: “¿Y si pide la luna?”. Fidel responde: “Te regalo la luna”. Jean-Paul Sartre está extasiado con esta respuesta que fue verdaderamente estúpida. Un político tiene que prometer lo que se puede entregar y tiene que encontrar los medios para hacer las cosas de manera efectiva. Fue uno de los filósofos más complicados, algo enredado de mente, era muy hedegeriano, venía de la filosofía alemana.

Escribió una visión personal del auge de la literatura latinoamericana. Después de más de 40 años, ¿crees que este fenómeno es irrepetible?

—Fue un movimiento importante que marcó una etapa histórica de la literatura latinoamericana que tiene algunas características. No rechaza la descripción del mundo latinoamericano que hizo la literatura naturalista o criolla, pero sí introduce algunos elementos como la fantasía. Juan Rulfo es un gran ejemplo. Introduce un lenguaje que no es puramente informativo o descriptivo, que tiene elementos de la poesía pre-boom. Me llamaron la atención los autores del boom, sus lecturas de César Vallejo, Pablo Neruda, la poesía de Borges. Y también la lectura de corrientes narrativas de la literatura, Kafka, William Faulkner, James Joyce, etc.

¿Para capturar la técnica al capturar sus historias?

—No necesariamente, eso es reducir mucho las cosas. Esos autores fueron creadores de grandes mundos literarios, de atmósferas poéticas que se quería introducir en la narrativa de la lengua latinoamericana. Por lo demás hay coincidencia con lo que hacían los jóvenes españoles, Juan Benet, Juan García Hortelano.

Pero en la literatura en lengua española, no creo que haya un fenómeno parecido al boom?

—No… es que no he visto un grupo que tenga una corriente unitaria coherente como el boom literario. Ahora hay diversidad. Algunas son fantásticas, otras históricas o realistas. Mi generación tenía básicamente aspiraciones literarias. Ahora también interfiere mucho el tema de las ventas y los premios en la creación literaria. En mi generación hubo poetas que escribieron novelas y novelistas que escribieron poesía. Y había una ambición literaria fundamental que ahora veo pervertida por la obsesión de las grandes ventas, todo se comercializa más y ese sentido ha perdido profundidad.

El crecimiento del auge de la literatura latinoamericana es ayudado por la Revolución Cubana.

—La influencia de la Revolución Cubana en la literatura de esa época es bastante exagerada. En Cuba hubo grandes escritores que no fueron producto de la revolución, sino que la antecedieron y continuaron escribiendo en la época de la revolución. Uno de ellos fue Lezama Lima, fue un escritor moderno que no escribió una prosa naturalista, sino un lenguaje imaginativo, altamente creativo. Lezama estaba en los años 40 haciendo la revista Orígenes; si lees esa revista hoy te asombrarás, fue un fenómeno interesante. Mucho antes de la Revolución cubana existió una gran revista literaria en la que los mejores escritores de la época aportaban textos; por ejemplo, el exiliado español Pedro Salinas, los norteamericanos Wallace Stevens. Algunas revistas preparan la aparición del boom, por ejemplo en Argentina se publica la revista Sur, de ahí salen Borges, Pepe Vianco, Bioy Casares. En Perú hay una formidable revista Amaru que está hecha por Emilio Westphalen. Decir que Lezama es un escritor de la revolución es un absurdo, lo que pasa es que Lezama en un momento en que la revolución estaba muy mediatizada aparecía como un gran escritor que estaba metido ahí. Así lo tradujeron al francés y al inglés, se hizo muy conocido, de la misma manera Alejo Carpentier, se publican sus primeros libros en Argentina. Carpentier se convierte en diplomático de la revolución. Así como hubo otros escritores que quedan fuera, por ejemplo Enrique Labrador Ruiz, coetáneo y amigo cercano de Neruda, lo describen como un viejo escéptico y mañoso, la revolución no se preocupa por él por ignorancia. Fui a visitarlo y vivía en una casa a punto de derrumbarse y llena de ratones.

¿Cuál es la aportación de Vargas Llosa en la literatura universal?

—Europa llegó en los años 50 y trajo una visión del Perú, incluso del mundo selvático que expresó de una manera muy avanzada en su época, esa forma literaria viene de Flaubert y William Faulkner en un español diferente, el habla coloquial y popular de Perú entra entonces con una lengua culta y llega a una síntesis. Entonces los europeos se encuentran con un mundo literario que desconocen por completo y que habla de un mundo geográfico, cultural, sociológico. Los europeos empiezan a descubrir América Latina a través de lo que hacía Fidel Castro en Cuba y en la literatura de Vargas Llosa, Carpentier, Fuentes en cierta medida y Rulfo, no olvidemos la literatura brasileña con Gimaraes Rosa con Gran Sertao traducida a todos los idiomas. idiomas y tiene una influencia en todo el pensamiento europeo.

Mario y usted hicieron pronunciamientos de paz cuando las relaciones entre Perú y Chile estaban tensas. Antes del fallo de La Haya, invocaron en julio de 2012 para que el fallo de La Haya sirviera como una verdadera reconciliación entre los dos países.

—Mario y yo hablamos del tema Perú Chile en un momento en que se decía que Perú haría una guerra contra Chile, en el centenario de la Guerra del Pacífico. En los años 70 del siglo pasado. Juan Velasco Alvarado fue su presidente. Hicimos una declaración chilena y peruana. Yo dirigí el lado chileno y recogí firmas en mi país y él recogió firmas en Perú para evitar la guerra. Posteriormente, en el juicio de La Haya, se hizo un llamado a respetar la sentencia de La Haya y que no siembre la discordia y la enemistad.

¿Están los escritores, en ese sentido, más despojados de nacionalismos?

—El nacionalismo es una forma de enfermedad pero es una enfermedad difícil de suprimir, piensa en el tema de Cataluña, España: si hay una separación, España pierde y Cataluña pierde.

 
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