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Finalmente, cuando el sueño me arrastró hasta el lugar donde estaba el libro, pude comprobar que no lo había perdido, que seguía en el mismo lugar. Y ahí estaba. Leído hace muchos años, vuelvo a sus sobresaltos, a sus “maldades”, a las historias donde se unen anécdotas y poesía, donde su autor, Julio César Sánchez, el mismo que estuvo conmigo en aquella aventura de la Maestría en Simón Bolívar y ya era un poeta publicado, sigue siendo hoy el poeta de mi memoria. Y aquí lo tengo, a mano. Un libro que recoge las líneas maestras de aquella época de los años 80 en la que la irreverencia, la vejez lejana y la muerte como símbolo pasaban mientras las lecturas, las libaciones y las palabras construían el resto de mundos que queríamos vivir. Y los vivimos. Los leímos, los bebimos y los escribimos.
Y aquí está entonces Texto para sonámbulos, de mi amigo y compañero de universidad Julio César Sánchez. Publicado por Editorial Arte de Caracas en 1981, este libro de Julio César me siguió sonando y soñando, me sigue sonando por las historias bien construidas que a veces se cuelan en poéticas duras y se vierten como lenguaje abierto y vivo. , ante un lector que sabe que lo que está leyendo es tan verosímil como imposible, una literatura que se enmarca en la narrativa breve, que donde la ironía y la burla, la sorpresa y el deslumbramiento, permiten durante un largo momento no despegarse de sus páginas hasta la última página.
Escrito en Mérida entre el 77 y el 79, sigue siendo un libro fresco, sabroso de leer, por la temática variada, por la forma de abordar cada uno de los temas que toca, por la calidad de la escritura y el fondo de lo que contiene. se esconde y no se esconde.
Con texto en contraportada de Pascual Estrada A., esta obra de Julio César volverá a ser compañía de este cronista. Y será en la medida que cada cuento deje de decir: un imposible, porque cada cuento pone de relieve que el tiempo no existe, que la voz del narrador es la misma que la voz de quien lo lee. Que no basta con que pase el tiempo. Es más, el tiempo no pasa en la literatura: permanece anclado en cada personaje, en cada acontecimiento, en cada paisaje, en cada silencio.
Estrada testificó: “Escribe la locura para deshacerte de ella. O mejor aún, la lucha con la locura es cara a cara, máscara con máscara, solo, sonámbulo y sin pluma, y sólo una vez derrotada puede ser recordada, revivida y presenciada —escrita— en textos transparentes para sonámbulos”.
Así que allá vamos, sonámbulos, guiados por los textos de Julio César Sánchez.
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Para alegría de los lectores, dejaré dos de estos textos en la pantalla y que el sonambulismo los lleve a seguir contando con que cada uno de ellos sea parte de una pesadilla, una pesadilla sana, en la que no faltan las ganas de continuar. revisando páginas y páginas. donde Julio César ha caminado como un sonámbulo más que escribe.
Muerte
Vestido de negro, con chistera y bastón, salgo a la calle donde todos me saludan al pasar.
Nadie sabe que soy la muerte.
Me enamoro de una mujer. La llevo a mi habitación y le hacemos el amor.
Al día siguiente me visita. Coloca flores en mi tumba y llora mucho.
Mérida 77.
El partido
Un día de estos le arrancaré la cabeza a mi mujer. A golpe blanco de machete le volaré las orejas, los brazos, los pechos. Luego empezaré de abajo hacia arriba, uno a uno los dedos, las piernas, la cintura, todo el cuerpo. Tal como aparece en la página roja de los periódicos de mi país. Y cuando la cabeza esté a la altura lo llevaré con los pies al campo de fútbol donde me espera el equipo para empezar el partido.
Mérida 78.
(Mi amigo Julio César falleció el martes 11 de junio en Mérida, donde vivía. Nació en El Tigre, estado Anzoátegui, en 1948. Dejó publicado, entre otros materiales, La palabra aparenteuna colección de poemas publicada por La Draga y el Dragón en 1977. También escribió un libro de cuentos titulado De memoria y sueños. Revista Génesisde Mérida, fue su creación allá por los años 70.
Quedan sus palabras, su voz, su alegría y pasión por la poesía.
Seguramente, querido Julio César, verás al negro Manuel Bermúdez, nuestro profesor de semiología y compañero de estudios de abogacía en esa ya lejana Caracas).
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