Las tejedoras matra de Valcheta, las manos que perpetúan las antiguas tradiciones – .

Los tejedores de matra de Valcheta perpetúan cada día antiguas tradiciones con el trabajo de sus manos.preservando para las generaciones futuras la cultura ancestral de sus mayores y rescatando en su trabajo la cosmovisión e idiosincrasia de los pueblos preexistentes de la Patagonia.

Cada día la magia de sus tejidos despierta en el telar mapuche para darle color y expresión a todo un universo de conocimiento empírico que fue transmitido de generación en generación. Porque así es la vida del pueblo Mapuche, preservando de madres a hijas, de las mayores a las más jóvenes, toda la riqueza invaluable que surge de lo más profundo de su historia.

Las tejedoras de matra asentadas a orillas del arroyo Valcheta, en los alrededores o en las alturas de la meseta de Somuncurá, son parte muy importante de las tradiciones locales y su arte es el que con mayor fidelidad se ha transmitido.

Conociendo los secretos del tejido en el telar vertical, cada pieza que sale de sus manos lleva consigo el valor agregado que las hace inconfundibles por la belleza y perfección de su trabajo y en las formas de sus guardas llevan la huella del linaje de cada artesana. El hilado de la blanca lana del vellón corre por sus manos como la historia de su pueblo.

Los tejedores de matra saben crear guardas y figuras de memoria, cuyo “boceto” tienen en su “cabeza”, rescatando vivencias de un pasado glorioso. En ellos están las huellas de avestruz, las puntas de flecha, el laberinto que conduce al difunto al otro mundo, el hilo que los une a una cultura cuyas llaves se han perdido y que hay que rescatar.

El trenzado en telar es la muestra de su propia historia que combina con tradición y mordacidad, porque cada pieza tiene una marca de origen, una huella en su elaboración que nos habla de su propio linaje de ascendencia patagónica, portando un sello distintivo que hace ellos únicos y codiciados.

Tejer para ellos es preservar la cultura de todo un pueblo. Mostrar con orgullo a los visitantes una forma de vida para decir: aquí estamos.
Las tejedoras de Valcheta matra saben dar forma y colorear la materia prima para crear una artesanía de alta calidad y reconocido prestigio, lo que les ha valido premios nacionales e internacionales. Matras, caminitos, ponchos, tapices, bolsos, diademas. Mil maneras de combinar colores, de poner énfasis en el formato de las guardas, de representar en ellas las vicisitudes de sus gentes, pero también sus alegrías.

Elvira dice que “no saber es feo” porque no pudo ir al colegio, pero se llena de orgullo cuando la paran en Valcheta y le dicen: “te vimos en la tele, cuando hablaste en el Festival Matra”. (Foto: Juan Thomes)

Los tejedores de matra de Valcheta saben mucho de oficios, de trabajar en el silencio de sus talleres, de crear piezas únicas –porque nunca se repiten– que surgen sólo de su imaginación mental. Saben poner en cada pieza parte de su propia vida, su huella personal, su admirable paciencia “que viene de lejos”.

Sus obras se crean a partir de un minucioso proceso que comienza con el lavado de la lana obtenida de la esquila, que luego de limpia se deja peinar sobre una superficie plana para que se seque al sol o cerca del calor de la cocina o estufa. Mediante la técnica del taladrado, se separan cuidadosamente las fibras a mano sin cortarlas hasta que adquieran una textura suave, y luego con el husillo girando alrededor del troquel se producen los hilos del espesor elegido según la pieza que se planea realizar. . . Luego, cuando la madeja está hecha, se vuelve a lavar con jabón y queda lista para teñir. Esto se logra hirviendo los tintes en agua hasta que desprendan el color al que se le agrega la lana anudada, que además contiene una sustancia que fija el color, que puede ser sal, vinagre, pedernal o sulfato de cobre. Finalmente, cuando la lana teñida esté seca, la artesana comenzará el tejido tejiendo la lana en el witral o telar y “gracias a su particular experiencia entrelaza las hebras y da lugar a un producto único y de reconocida calidad”.

Estas tejedoras son como un nombre propio que tiene la ciudad de Valcheta. Para ellos y su arte ancestral, hace 30 años se creó el Festival Nacional de Matra y Artesanía. Para honrarlos. Decir gracias. Para decorarlos. Porque han añadido su propia idiosincrasia a la cultura general de los Valcheteros y porque todos los habitantes se sienten de alguna manera identificados y representados por ellos.

Doña Sofía Huinca (el centro artesanal lleva su nombre) siempre será recordada como una de las artesanas más emblemáticas del pueblo. Para ella, y en ella para todas las tejedoras, escribí mi soneto “La Tejedora”: Van del huso al telar como palomas / Las manos de Sofía. Pone colores / en las guardas o sino monocromos / vestirán las matras de su obra. Feliz, se permite algunas bromas / porque en su mente están los borradores / de su obra. Hay muchos diplomas / y en sus telas – dice – novios. Captará con el aire del alba / alguna pieza rica en matices / sabias de husos, telares y telas. Doña Sofía, tejedora artesanal, / por algún camino de tapices / soñará con colores y tejidos.

 
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