“Lo criticaron mucho, decían que estaba gorda”. – .

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“Lo criticaron mucho, decían que estaba gorda”. – .

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Ella es histriónica, al igual que su papá. A ella le encanta cantar -tenía un grupo de blues llamado Psicoflor- tanto o más que a él. Y lo afronta todo con optimismo y buen humor, como hacía Roberto Galán. Casi veinticuatro años después de la muerte del creador de Si lo saber cante, su hija, Florencia Galán (51), lo evoca con amor y emoción, rememora sus mayores éxitos en la pantalla y comparte sus recuerdos más preciados. Hija de la legendaria conductora de televisión e Inés “Galleta” Miguens, Florencia tiene dos hijos, Sol (31) y Pablo (29) -fruto de su primer matrimonio con Pety Peltenburg- y desde hace varios años vive en Uruguay con ella. pareja, Sergio Levenzon, en Pueblo Edén, un paraíso a 45 kilómetros de Punta del Este en medio de la montaña, donde viven entre vacas, caballos, ovejas, burros y gallinas con nombres propios, trabajando el campo y en contacto con la naturaleza. . De paso por Buenos Aires, Florencia conversó con ¡HOLA! Argentina de su famoso padre y cómo fue ir por la vida de la mano de él.

“Sus secretarias, Jorgelina Aranda, Dorita Delgado, Gladys Mancini y Stella Maris Muñoz eran como mis tías. “Me maquillaron y cuidaron”.foto: Matías Salgado

–¿En qué te pareces a él?

–Creo que tengo un sentido del humor similar al de papá. A mí me hacen reír las mismas cosas y me río de las mismas cosas de las que él se reía. Me cuentas un chiste o veo algo que me hace gracia y no me río a carcajadas, pero por dentro me parto de risa. Y nunca puedo reírme de los demás. Sí, me río con los demás. Papá era igual.

–¿Qué fue lo que más te marcó de tu padre?

–Que me demostró con su ejemplo que en la vida se puede ser heterosexual y que no hay excusas para no serlo. ¿Es el más difícil? ¡Sí, claro! Es la mejor enseñanza que me dejó. Soy leal a mis amigos, no critico a nadie, él tampoco fue crítico, y soy justo, incluso cuando vienen los duros. Su ejemplo es muy fuerte en ese sentido: papá siempre vivió así, a pesar de las olas que lo golpearon muchas veces, nunca se comprometió, nunca pudieron corromperlo. De él aprendí que no hay mejor camino que el camino de la verdad, aunque a veces duela y hay que hacerse cargo.

–Eso te da tranquilidad…

–Por supuesto, eso me deja tranquilo cuando apoyo la cabeza en la almohada. Me voy a dormir y obviamente pienso: “Uy, me equivoqué en esto o en aquello”, claro que me equivoco, pero mi conciencia está tranquila porque no fueron malintencionados, no fueron con doble intención, no fueron por conveniencia. . Esto es lo que para mí representaba mi papá.

“Estuvimos juntos todo el día y papá me mimó mucho. Él nunca pudo ponerme límites, de eso se ocupaba mi mamá”.FOTO: MATÍAS SALGADO

–Cuando tus padres se separaron te fuiste a vivir a Miami con tu madre. ¿Cómo era tu vínculo con él en ese momento?

–El tiempo que estuve en Miami nos separó un poco. Fueron cuatro años, pero fueron exactamente los cuatro años de mi adolescencia, del 13 al 17. Son años en los que se dan cambios muy grandes en un chico que va creciendo y no vivimos todo ese período juntos. Aunque vine un par de veces a Buenos Aires y nos vimos, no vivíamos juntos. Entonces, cuando regresé a los 17 años, ya era un adulto joven. Piensa que salí a los 13, siendo niña, y regresé a los 17, casi convertida en mujer. Tuvimos que volver a conocernos.

–¿Fue incómodo volver a conocerse?

–Y, al principio un poco sí, pero luego nos adaptamos. Siempre fue muy cariñoso conmigo, siempre fue muy atento conmigo y me mimó. A veces le decía cosas y me miraba en silencio, estuviera de acuerdo o no con lo que decía, me escuchaba, me comprendía y no criticaba mis decisiones.

–¿Te dio algún consejo?

–Sí, si le preguntaba me daba consejos. Si no, bastaba con quedarme al margen, con dejarme hacerlo.

Muy parecido a Roberto, su hija lo recuerda como un dandy que “siempre iba vestido de punta en blanco”. foto: Matías Salgado

–¿En la intimidad familiar eras tan coqueta como en tu vida pública?

–Era pulcro y siempre bien vestido, en casa también, aunque en privado estaba mucho más relajado. Los fines de semana, por ejemplo, venía a una casa de campo que habíamos alquilado en Escobar cuando los niños eran pequeños. Llegó por la mañana vestido con pantalones deportivos blancos, una sudadera blanca y zapatillas blancas. Hicimos el asado, comimos, pasamos la tarde y cuando entró en la noche estaba impecablemente blanco. Y yo estaba pensando: “¡No puedo creer que no se ensucie!”. A mí una camiseta blanca no me dura ni quince minutos limpia. [Se ríe]. Pero papá era así: siempre arreglado, arreglado, coqueto y perfumado.

–¿Siempre fueron amigos muy cercanos?

-Completamente. Recuerdo que faltaba a la escuela para ir al canal, porque en esa época se grababan los programas. Hasta dos o tres al día. Así que pasé todo el día con él, desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche. Estuvimos juntos todo el día y él me mimó.

–¿Te puso límites?

–No, quien me puso los límites fue mamá, papá no pudo. [Se ríe].

Florencia vive en Uruguay, pero viaja frecuentemente a Buenos Aires para ver a sus hijos, Sol y Pablo.foto: Matías Salgado

–¿Estaba celoso de tus novios?

–La parte de mi primer novio y toda esa adolescencia típica se perdió, porque yo no vivía aquí. Y cuando regresé a Argentina un año después me casé.

–¿Cómo se tomó cuando le dijiste que te ibas a casar?

–No le di mucho espacio para opinar, porque pensé que era súper adulta. Hoy miro atrás y me doy cuenta que era una niña. ¡Tenía 18 años! Crecí con papá y mamá más que con niños de mi edad, y además en un ambiente artístico, tal vez por eso ella tuvo una madurez diferente. Y pues nada, un día lo alcancé y le dije: “Papá, conoce a mi novio, nos vamos a casar”. Ella abrió mucho los ojos y me dijo: “¿Estás segura? ¿Lo pensaste detenidamente? “Sí, obviamente papá”, respondí. Y como nunca pudo decir que no a nada, me dijo que sí, que me casara.

–Bueno, no te iba a decir que no, sólo él, que se pasó la vida haciendo que la gente se casara…

-¡Claro! Además, estaba muy enamorada y creo que él lo vio en mis ojos.

Con Sol, complicidad entre madre e hija durante la producción fotográfica.foto: Matías Salgado

–¿Cómo fue caminar por la calle con una estrella de televisión de esa magnitud?

–Era lo más normal. La gente lo reconoció, lo paró para saludarlo, algunos le pidieron autógrafos, las señoras le pidieron un beso: “¿Me das un beso, Galán?”, pero él caminaba tranquilo por la calle. Ahora, en la entrada y salida del canal, o cuando entraba a hacer shows, había algo más ahí. Era lo que sería un DJ hoy o lo que era una estrella de rock hace unos años. Hablamos de ir a un baile a una discoteca del pueblo y había cien mil personas esperándolo. Si incluso tuvieron que poner un cordón policial, fue enorme. Íbamos a un pueblo desde las ocho de la noche hasta las doce, por ejemplo, y de allí a otro desde las doce hasta las dos de la madrugada. Con los músicos, las secretarias éramos un batallón.

–¿Tuviste relación con sus secretarias?

-¡Claro! Y con sus hijos crecimos juntos. Evidentemente, la vida posterior nos llevó por caminos diferentes, pero en aquel momento éramos como una gran familia. Nosotros, los pequeños, nos cruzamos todo el tiempo en el canal. Jorgelina Aranda, Dorita Delgado, Gladys Mancini, Stella Maris Muñoz… Me maquillaron, me pusieron brillo en los labios, me cuidaron. En los bailes salía al escenario de la mano de ellas, que eran como mis tías. Había mucho amor allí, los amaba mucho. Y hasta el día de hoy los recuerdo todo el tiempo con mucho cariño.

–¿Tenías celos de las novias de Roberto?

–No, para nada, siempre fui muy libre para eso. Tanto con mi papá como con mi mamá. Tenía y tengo una mente muy abierta, así me criaron.

Con su padre en los años setenta.

–¿Cómo era él como abuelo?

–Murió cuando los niños eran pequeños, pero cuando los disfrutó estaba loco, no lo podía creer. Los adoraba y los miraba aturdido, como diciendo: “¿Son mis nietos?” Piensa que me tenía genial, por eso sus nietos eran casi sus bisnietos. Siempre fue muy cariñoso con mis chicos, estaba con ellos como lo había sido conmigo cuando yo era niña.

–¿Sientes que no se valoró lo suficiente?

–En su momento fue el primero, creo, en meter a la gente en un estudio de televisión. Y lo criticaron mucho por eso: que estaba gordo, cómo iba a hacer eso, cómo iba a utilizar el espacio televisivo para traer gente que no era de la tele… Pero él no se movió ni un pelo. , porque sabía lo que quería hacer: quería dar un servicio a la gente, además de entretenimiento y alegría. Sus programas fueron un espacio para que mucha gente llegara a un lugar al que de otra manera no podrían llegar, como en el caso de Si lo sé cante, y para que la gente se conociera, en el caso de Yo me Quiero Casar, ¿y ¿tú? De más está decir que significó en ese momento que no había redes sociales, ni apps de citas, ni nada. En cierto modo, era un servicio público que le encantaba hacer. Todas sus ideas se basaban en ayudar a la gente, con más o menos risas.

El día de su boda con Pety Peltenburg (ella tenía 18 años).Matías Salgado
Una imagen de sus pequeños hijos llena de ternura. Matías Salgado
La portada de la revista ¡Hola! Esta semana.FOTO: MATÍAS SALGADO

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