Laura Bécquer
La Habana, 15 jun (EFE).- Cuando la cubana Elvira García llamó a la puerta del babalawo (sacerdote de Ifá) lo hizo buscando respuestas a su desesperación en la religión afroamericana.
Esta maestra jubilada estaba en su límite. Por sus dificultades para llevar comida a la mesa con los problemas de desabastecimiento e inflación en Cuba, pero también por la enfermedad de su hija y la falta de medicamentos.
También buscó, reconoce a EFE, reencontrarse con su familia -que había emigrado a Estados Unidos- y también un refugio espiritual ante la soledad y las dificultades.
“Nunca profesé ninguna religión, pero cuando a mi hija la tuvieron que operar de garganta y estaba muy enferma, busqué en los orishas las respuestas que no encontraba en el plano terrenal”, explica.
Fue entonces cuando llegó a la casa del babalawo Daniel Oliva, quien asegura que García no es la excepción. Este estudioso del oráculo yoruba, de 46 años, afirma en una entrevista con Efe que ha visto una “explosión religiosa con el crecimiento de creyentes debido a la crisis económica de los últimos años” en Cuba.
Esta opinión es compartida por expertos y personas vinculadas a diferentes religiones en la isla, donde no existen cifras oficiales por confesiones. En el caso de estas creencias tradicionales –que uno de cada tres cubanos podría practicar, según algunos estudios– es aún más complejo, porque muchas veces se combinan con el cristianismo.
“La gente busca un sueño y ve en los lugares religiosos la posibilidad de ayudarlos a cumplirlo”, explica Oliva desde su casa-templo en La Habana.
El vínculo entre crisis y religión, asegura, no es nuevo en Cuba. En el llamado “período especial” en la isla, en la depresión económica que siguió a la caída del bloque socialista en Europa del Este, ocurrió algo similar, recuerda Oliva.
“Mucha gente recurrió a la religión independientemente de su denominación -yoruba, cristiana, incluso musulmana- cuando llegó la crisis de los años 90 y las cosas (la situación) empeoraron”, señala.
En La Habana, por ejemplo, es común que grupos de practicantes se reúnan en la orilla del mar o de algunos ríos, y vestidos completamente de blanco, realicen rituales.
Cuba atraviesa actualmente su peor crisis en décadas, que se refleja en frecuentes y prolongados apagones, escasez de alimentos, medicinas y combustible, una inflación galopante y una creciente dolarización de la economía.
La combinación de la pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses y las políticas económicas y monetarias fallidas han agravado los problemas estructurales de la economía insular.
Este panorama –y la falta de expectativas de recuperación a mediano plazo– ha desatado un éxodo sin precedentes en los últimos tres años. Según distintos cálculos no oficiales, alrededor del 7% de la población cubana ha emigrado.
Desde 2021, unos 650.000 han salido a Estados Unidos y otros 100.000 a México, más los que se fueron a España, que podrían ser una cifra similar pero son difíciles de contabilizar porque muchos tienen doble nacionalidad.
El deseo de abandonar su país en busca de una vida mejor es un tema recurrente entre quienes consultan a Oliva.
“Ifá (padre o guardián de los secretos) lleva años escuchando las oraciones de la gente. La mayoría viene porque quiere vivir un poco mejor y para eso tienen que emigrar”, explica el babalawo cubano.
Precisamente, salir de Cuba “para mejorar económicamente” fue el motivo que llevó al chef cubano Vladimir Blanes a “preguntarle a Orula” (el orisha dueño del tablero de Ifá y la adivinación).
“Tuve varias dificultades para lograr mi sueño, así que vi mi última oportunidad en la religión”, explica a Efe este hombre de 36 años.
Oliva, sin embargo, está preocupada porque “son tiempos en los que los engaños, la falsedad y la mentira aumentan ante el sufrimiento de las personas”.
Sin embargo, les dice a “todos los cubanos que no pierdan la fe y sigan buscando el aché” (en Cuba es como “tener suerte”) a pesar de la crisis. EFE
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