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La amenaza se cernía sobre los electores cubanos: si no aprobaban la Enmienda Platt, la ocupación militar yanqui continuaría indefinidamente. El orden imperial era estricto: no se podía quitar ni una sola coma de la criatura. En medio de una enorme tensión, la última votación de 16 votos a favor y 11 en contra tuvo lugar el 12 de junio de 1901.
El artículo séptimo del apéndice establecía la transferencia a los Estados Unidos mediante venta o arrendamiento de partes del territorio nacional, para depósitos de carbón o bases navales. A pesar de su derogación en 1934 debido a la política de Buen Vecino del presidente Franklin Delano Roosevelt, la permanencia de la Base Naval en Guantánamo trasciende en el tiempo como una herida en la emoción popular de millones.
El historiador de la provincia más oriental del país, el profesor cubano José Sánchez Guerra, recordó que ya en 1897, el almirantazgo norteamericano pretendía específicamente apoderarse de la Bahía de Guantánamo.
Autor del ensayo La batalla de Guantánamo (1898)publicado por la Editorial Verde Olivo, Sánchez Guerra recordó que la presencia imperial norteamericana por más de 120 años en la bahía más grande del país constituye un hecho totalmente ilegal a la luz del derecho internacional.
Tras la aprobación de la adenda constitucional el 12 de junio de 1901, el gobernador interviniente Leonard Wood afirmó cínicamente que “por supuesto que Cuba se ha quedado con poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt, y lo único indicado ahora es buscar la anexión”.
Escuche también la versión en audio de este informe…
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