Caras y máscaras cordobesas

Por Víctor Ramés

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Dr. Jacobo Wolff, coleccionista (Primera parte)

Con motivo de referirse a la historia del Museo Politécnico de Córdoba, en una serie de entregas anteriores, se encontraron referencias al médico alemán radicado en Córdoba en 1889, el Dr. Jacob Wolff, distinguida personalidad de la época, quien destacó destaca no sólo en su muy estimada profesión, sino también por ser un serio coleccionista dedicado a coleccionar piezas históricas de diversos ámbitos. Nacido en 1861 en Edenkoben, un pequeño pueblo de Renania, el Dr. Wolff se instaló en Córdoba y se convirtió en uno más de sus habitantes, plenamente incorporado a la vida profesional y cultural de la capital. Quien legó datos interesantes sobre esta figura de la clase social adinerada fue el ineludible Efraín U. Bischoff, cuya obra: el Dr. Jacobo Wolff. Un alemán de Córdoba, publicado en 2006, es de donde proceden la mayoría de los datos que se conocen sobre él.

Una anécdota se cita en el libro de Fernando José Ferrari, De la locura a la enfermedad mental en Córdoba: 1758-1930 – Una historia cultural de los discursos y prácticas médicas sobre la locura (2018). Allí se refiere que “el infante Juan Filloy fue curado por el Dr. Wolff: “algunos episodios de Esto fue, las ‘Memorias de la infancia’ escritas por Juan Filloy, hacen referencia a rasgos del siglo XIX alemán que dejan sus huellas en Córdoba a principios del siglo XX. Al relatar un accidente sufrido en su infancia, debido a que fue arrojado desde un lecho del jardín que era arrastrado violentamente por un potro, indica que fue llevado ‘al consultorio del Dr. Wolff’ y comenta que este ‘sabio alemán’ fue quien finalmente lo curó. ».”

Vinculado a la actividad cultural de Córdoba, Wolff fue cónsul honorario de Alemania en esta capital, y también participó en la institución cultural El Ateneo de Córdoba, por su cercanía con Gerónimo del Barco, en 1894, que entonces presidía el Dr. Pablo Julio Rodríguez, y del que Wolff sería en un momento el primer integrante. Se menciona en la prensa una conferencia impartida por el médico en 1898 que versó sobre la tuberculosis y el clima de Córdoba.

Poco después de instalarse en la ciudad, Wolff entabló una estrecha relación con el sacerdote Jerónimo Lavagna, quien dirigía el Museo Politécnico instalado en la antigua casa del virrey Sobremonte, desde 1887. Ambos compartían un intenso interés por las actividades arqueológicas y el coleccionismo. Tomando la personalidad de Jacob Wolff en su dimensión de anticuario, su figura aparece vinculada especialmente a la labor oficial en la que tuvo un papel protagonista en la primera década del siglo XX y hasta su muerte en 1917. Precisamente el Museo Politécnico fue su centro de actividad, ya que, al fallecer el cura Lavagna en 1911, se le encomendó al médico la dirección de esta institución generalista, la cual se encontraba en permanentes etapas de organización luego de varios años de fundada. Como señala la investigadora Ana Clarisa Agüero, durante el gobierno de Félix T. Garzón, el pintor Emilio Caraffa, entonces director de la Academia Provincial de Bellas Artes, y el anticuario alemán Jacobo Wolff recibieron el encargo conjunto de elaborar un programa para las colecciones existentes. , que propuso en 1912.

Varios años antes, la importancia de Jacobo Wolff en su faceta de amante y buscador de antigüedades fue reconocida a nivel nacional gracias a una nota que la revista Caras y Caretas le dedicó el 19 de marzo de 1904, centrada en la colección de muebles coloniales reunidos por el médico alemán. La revista consideró este conjunto como “el más completo que existe en el país”, y brindó una serie de razones para calificarlo así, atribuyendo al interior argentino, Córdoba en particular, ser un verdadero depositario de piezas de este tipo. conservados en diversas casonas, conventos y antiguas instituciones que conservaban elementos del antiguo régimen, cuyo fin cumpliría un siglo en poco más de cinco años.

A continuación se transcribe un primer fragmento extraído de aquellas páginas del semanario, que se completará en una futura entrega.

“En medio del culto degenerado al Luis de su siglo, y que aún hoy, entre la maraña del falso mal gusto, deleita con sus líneas elegantes.

Imponiendo la admiración de nuestros tiempos positivistas e incómodos.

En Europa, este placer estético se puede disfrutar en todo su alcance incluso si se visitan los grandes museos de la capital francesa; Pero entre nosotros el hecho es una verdadera hazaña, sobre todo si se piensa que no en Buenos Aires sino en la parte baja de la república, aunque en la Ciudad Sabia, es donde se encuentra algo característico en este sentido.

La cosa está explicada. En la costa los cambios y evoluciones internas fueron siempre violentos, tanto en la paz como en la guerra, debido a la mayor actividad de la vida. En su interior aún se conserva el elemento tradicional, ya fielmente conservado en aquella época, impregnando profundamente el carácter nacional; y así en casas de patricios, de descendientes de adelantados o de funcionarios coloniales, en conventos y escuelas misioneras, en ayuntamientos, cabildos, audiencias, etc. Se mantuvo durante mucho tiempo el mobiliario típico del siglo, el monumental sillones y armarios, los solemnes escritorios, las consolas, cornucopias, bargueños, y otros ostentosos adornos de aquellas estancias que hoy apenas podemos representar a través de los escasos datos de la crónica y la paciencia de algún coleccionista.

El Dr. Jacobo Wolff, reconocido médico radicado en Córdoba, ha tenido el buen gusto de reunir de estas cosas la más completa colección, que seguramente existe hoy en el país y que es la que presentamos en una mínima parte en nuestros grabados. .

 
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