Caminos constituyentes de Petro – .

Tres meses después de que el presidente Gustavo Petro comenzara a hablar de convocar a una Asamblea Constituyente y a un referéndum, nadie en el gobierno está trabajando en un proyecto de ley para convocarlos. Sin embargo, se empiezan a perfilar otros caminos para implementar sus reformas sin pasar por el Congreso, menos ortodoxos y mucho más riesgosos para la democracia. El último es el planteado por el excanciller Álvaro Leyva y rechazado este fin de semana por el expresidente Juan Manuel Santos.

La primera vez que el presidente Petro habló de convocar a una Asamblea Constituyente fue el 15 de marzo de 2024. Lo hizo en Cali, en Puerto Rellena, rebautizado informalmente como Puerto Resistencia luego de que se convirtiera en el epicentro de las multitudinarias protestas de 2019 y 2021 contra el gobierno de Duque.

Menos de un mes después, y ante el rechazo a su idea de la Asamblea Constituyente, el 10 de mayo, el presidente propuso más bien convocar un referéndum, cuya agenda de preguntas refleja casi por completo su plan de gobierno.

Dijo que su objetivo era integrar al “canon constitucional” estos puntos que deben incluirse en un Acuerdo Nacional: el cumplimiento del Acuerdo con las FARC en lo que tiene que ver con la reforma agraria y la transformación territorial; adaptar el país a la crisis climática; un nuevo orden territorial; una reforma política y otra a la justicia; sus reformas previsional, sanitaria y laboral; Que haya perdón social.

Al evaluar la propuesta de referéndum de Álvaro Uribe, la Corte Constitucional dijo que cada punto de la agenda debía ser específico y votarse de manera individual. Si el gobierno realmente quisiera abordar todas estas cuestiones, la votación tendría más de cien preguntas. Y cada uno de ellos tendría que ser votado individualmente y superar el umbral de 9.750.000 votos a favor para convertirse en ley.

Pero según confirmó La Silla tanto en el Ministerio de Justicia como en el Ministerio del Interior, no ha llegado la orden de elaborar un proyecto de ley para convocar a un referéndum o a una Asamblea Constituyente. Nadie está trabajando en eso.

En cualquier caso, la tramitación de cualquiera de estas dos leyes es engorrosa y aunque el proyecto se presentara el primer día de la próxima legislatura y todo saliera a favor del Gobierno, ninguna de las dos iniciativas podría votarse antes de mayo de 2026. , faltando un mes para que termine el gobierno, como lo muestran estos dos gráficos elaborados con información del MOE.

En conclusión, los caminos institucionales que el presidente ha propuesto para sortear el Congreso y hacer realidad su programa de gobierno están cerrados. No así los extrainstitucionales.

El poder constituyente

Una de las grandes influencias intelectuales sobre Petro es el filósofo posmarxista italiano Antonio Negri, quien define el poder constituyente como “una forma externa al sistema jurídico, es una especie de catástrofe que interviene abriendo y marcando posibilidades para una nueva Constitución, es decir, a un nuevo poder constituido”.

¿Qué camino de ruptura extralegal podría existir para “sentar las bases de un nuevo pacto social”, como dijo Negri?

Hay tres en el horizonte petrista. Y los tres han estado presentes en las últimas semanas: el mecanismo de participación del proceso con el ELN que se aprobó este fin de semana en Caracas, Venezuela; la idea de Álvaro Leyva de que el Acuerdo de Paz ya contempla una Asamblea Constituyente que el presidente puede convocar sin pasar por el Congreso; y los constituyentes universitarios como el que ha surgido en la Universidad Nacional a raíz de la polémica elección del rector.

El viernes, en Caracas, el ELN y delegaciones gubernamentales acordaron el primer punto de la agenda con ese grupo armado. Es un acuerdo para promover una amplia participación de la sociedad que conduzca a un “Gran Acuerdo Nacional” para superar el conflicto.

¿En qué girará esta participación? Sobre todo. Sobre el régimen político (incluido el “desmantelamiento de clanes políticos” y las “reformas institucionales de los poderes públicos”), el modelo económico, incluida “la relación entre lo público y lo privado” y la “política económica exterior”; Política de medio ambiente; y “participación y los mecanismos para hacerlo”.

El quid de este mecanismo de participación -que reproduce la idea de Convención Nacional que el ELN viene planteando desde hace décadas- es que lo que surja de esta discusión es vinculante y “debe convertirse en políticas de Estado” según el acuerdo firmado.

Ante el rechazo al borrador de este acuerdo por parte de los sindicatos que participaron en las reuniones para definir la metodología y luego fueron ignorados, el Comisionado de Paz Oty Patiño emitió un comunicado diciendo que cualquier resultado de esa participación tendría que estar dentro de los límites del Constitución vigente. Y ayer se lo reiteró a El Tiempo: dijo que todas las propuestas “que impliquen reformas legales o constitucionales tendrán que pasar por el Congreso”.

Sin embargo, en el Acuerdo firmado no se menciona la Constitución. Y las transformaciones que proponen discutir afectan pilares sustanciales de la Carta del 91. El líder guerrillero Pablo Beltrán ha dicho que ese Acuerdo debe terminar en una Asamblea Constituyente, posibilidad que el senador Iván Cepeda -quien comanda esa mesa de negociación- ha dicho que No es necesario. Que bastaría un gran Acuerdo Nacional.

Un Acuerdo Nacional, en principio, es un mandato político que luego el Congreso tendría que traducir en leyes; En ese caso, todo volvería al punto en el que estamos hoy y que Petro quiere superar porque se siente bloqueado.

Pero este Acuerdo Nacional con el ELN converge con la segunda vía constituyente, que es la que explicó Álvaro Leyva en una especie de discurso la semana pasada.

Según el excanciller, el Acuerdo de Paz con las FARC le permite a Petro convocar a la Asamblea Constituyente cuando quiera, sin tener que pasar por el Congreso. Lo justifica en un párrafo que dice que para consolidar aún más las bases de la paz “todos los partidos, movimientos políticos y sociales y todas las fuerzas vivas del país serán convocados a alcanzar un gran acuerdo político nacional”.

Para Leyva, este Acuerdo Político equivale a una Asamblea Constituyente, y dado que una resolución de la ONU avaló el Acuerdo de Paz, ese prima sobre el mecanismo establecido en la Constitución.

Leyva es famoso por sus locas teorías sobre muchos temas, pero este viernes el presidente Petro dijo en Cauca que en realidad el Acuerdo de Paz “tiene esa fuerza” que describió su excanciller.

Sin embargo, tanto Diego Martínez, el abogado que asesoró a las FARC durante la negociación en La Habana, como Humberto de la Calle, jefe negociador del gobierno de Santos, coincidieron en que ese nunca fue el espíritu del Acuerdo de Paz.

“Utilizar el Acuerdo de Paz con las FARC para convocar a una asamblea constituyente es absurdo, esa fue precisamente una de las líneas rojas que mantuvimos en la negociación”, dijo ayer el expresidente Santos, quien también rechazó rotundamente la idea.

La tercera vía son los constituyentes universitarios. El 21 de marzo, en la Universidad de Córdoba, el rector dijo que “sería necesario visitar todas las universidades públicas del país para que se establezcan las asambleas constituyentes estudiantiles y docentes”.

Una de esas constituyentes universitarias es la que impulsan en la Universidad Nacional los promotores del paro que ya cumple dos meses. Se trata de modificar el sistema de gobierno de la universidad, para realizar consultas vinculantes con estudiantes, profesores y trabajadores universitarios para la elección del rector. En la Universidad Distrital se discute lo mismo.

Luego de la polémica surgida por la elección del rector de la Nacional, el gobierno incluyó en el proyecto de ley reglamentario de educación que debate el Congreso un párrafo que propone la participación “directa” de los estudiantes en la elección del rector, lo que se convierte en un incentivo para los estudiantes. movilizarse a través de los electores universitarios para lograr un gobierno “más democrático” para sus universidades.

Es posible que más temprano que tarde aterricen en la idea de una Asamblea Constituyente tipo proceso de la séptima votación estudiantil que dio vida a la Asamblea Constituyente del 91.

El próximo 1 de junio está previsto que el presidente Petro clausure una asamblea popular organizada por el Pacto Histórico y los principales sindicatos en la Universidad Nacional, donde también se agita la idea del poder constituyente en medio de la candidatura del gobierno a la rectoría.

“Lo que buscamos es activar una movilización permanente para defender las reformas sociales, la paz y frenar el golpe contra el presidente”, dice Fabio Arias, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), uno de los principales organizadores de la multitudinaria marcha. el 1 de mayo, en el que Petro demostró una vez más su capacidad para movilizar a decenas de miles de personas en torno a sus ideas más radicales.

Y si nada de eso funciona, o mientras funciona, otros ministros del gabinete entienden el poder constituyente como una forma de dar poder efectivo a sus bases.

El poder constituyente como poder popular

“El poder constituyente es una metodología de gobierno. Consiste en mover los órganos de decisión, no para negar otros espacios, sino para ampliarlos a favor del pueblo”, dice la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica.

En MinAgro esta “metodología” ha ido tomando forma en el sector cafetalero. El gobierno ha impulsado asambleas populares y nuevas organizaciones que hacen contrapeso a la Federación Nacional de Cafeteros, el tradicional sindicato de cafetaleros, y a la que Petro quiere quitarle la administración del Fondo Nacional del Café, una bolsa de dinero público que en 2023 tuvo ingresos de 4,8 mil millones de pesos.

El 15 de abril, el Ministerio de Agricultura emitió una resolución para crear el “Consejo Nacional de la Cadena Productiva del Café de Colombia y su agroindustria”. La nueva organización se oficializó días después de que Petro atacara nuevamente a FedeCafeteros, cuando la acusó de ser “el ejemplo del robo de café por parte de la oligarquía”.

En este Consejo, dice el ministro, se busca “que el campesinado, las poblaciones étnicas y las mujeres tengan una participación efectiva en las juntas directivas del sector agrícola”.

Paralelamente a esta promoción del “poder popular”, el gobierno continúa coordinando con organizaciones sociales para agitar la movilización social.

“En última instancia, si no hay salida a través de leyes, la salida tiene que ser política. El inconformismo de las personas siempre encuentra su camino. Esperamos canalizarlo de una manera más organizada”, afirma el representante del Pacto Histórico, Gabriel Becerra.

 
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