Cómo buscan vida los jóvenes tucumanos que quieren vivir solos como en “Big Bang Theory”

Cómo buscan vida los jóvenes tucumanos que quieren vivir solos como en “Big Bang Theory”
Cómo buscan vida los jóvenes tucumanos que quieren vivir solos como en “Big Bang Theory”

Salir del hogar familiar representa un gran desafío para quien lo intenta. La receta más sencilla para hacerlo se basa en esta palabra: “compartir”.

“Compartir los gastos de alquiler hace que sea mucho más fácil mudarse solo”, afirma. Nahuel Ibarra, un joven tucumano de 23 años que se independizó a los 18. Este estudiante vivía en el interior de la provincia, pero decidió mudarse a la capital para seguir la carrera que le apasionaba, las Artes. Para cumplir su sueño, Nahuel primero buscó personas en las mismas condiciones que él porque desde temprano se dio cuenta de que no podría hacerlo solo. A través de un anuncio en redes sociales contactó a dos chicas que alquilaban, pero ya no podían afrontar sus gastos.

Cada vez más jóvenes adoptan el estilo de vida de los personajes de la serie The Big Bang Theory en la que Leonard Hofstadter, interpretado por Johnny Galecki, y Sheldon Cooper, interpretado por Jim Parsons, trabajan como físicos en el Instituto Tecnológico de California y comparten un apartamento. La misma situación se repite en distintos lugares de la provincia y grupos de amigos. Los tucumanos también buscan “roomies”, que pueden ser compañeros, amigos, conocidos y en ocasiones incluso desconocidos. Está claro que la clave para salir del hogar paterno es “compartir”.

La parte más dificil

El alquiler es generalmente el mayor gasto. El pago mensual de un monoambiente oscila entre los $100.000 y los $180.000 dependiendo de la ubicación y la calidad, según un relevamiento realizado por LA GACETA en cuatro inmobiliarias de San Miguel de Tucumán. Por otro lado, los gastos implican entre $15.000 y $50.000. También hay que pensar en los precios de la comida para una persona, aproximadamente 150.000 dólares. Otros extras son el transporte, que puede costar $20.000 más, y el wifi o datos del celular, que pueden oscilar entre $20.000 y $40.000. Si sumamos todos estos números, el panorama económico se complica para quienes sólo estudian; Estudian y trabajan, o están haciendo sus primeras prácticas laborales. Una estimación moderada de lo que un joven necesita para sobrevivir es de cerca de 400.000 dólares al mes.

La realidad es que la mayoría de los jóvenes enfrentan diferentes obstáculos a la hora de independizarse. Empezando por la resistencia de las agencias inmobiliarias, que ven a estos clientes como personas problemáticas o insolventes, situación que se constató en el recorrido realizado para esta producción. En las agencias están a la defensiva: lo primero que hacen si aparece una niña a preguntar es aclarar que debe tener salarios formales o padres que sean avalistas. En algunos lugares directamente cierran las puertas al público juvenil. Esto provoca que muchos interesados ​​decidan realizar un acuerdo directo con el propietario de la vivienda. En general, faltan productos inmobiliarios dirigidos al segmento sub-30.

Sólo una minoría de jóvenes tiene ingresos suficientes para cubrir los gastos antes mencionados. Muchos de ellos tienen trabajos precarios con salarios mínimos. Si los padres no salen a apoyarlos, la idea de dejar su techo sólo se puede superar buscando “compañeros”. Compartir piso parece la solución más adecuada. Por ejemplo, Nahuel vive con dos niñas, pero sólo una de ellas tiene un trabajo registrado (“en blanco”), por lo que el contrato de alquiler del departamento está a su nombre. Cada mes aportan $60.000 y, de esta manera, tres de ellos logran cubrir el costo del local de $180.000.

¿Qué otros trucos se implementan para reducir costos? Algunos jóvenes que viven solos comentaron que redujeron sus gastos de alimentación con los alimentos que les brindaron sus familiares. Y además intentaban utilizar poco el transporte público: siempre que podían, se desplazaban a pie o en bicicleta.

El dinero no lo es todo

Otra que está “en lo mismo” es Sofía Vega, estudiante y empleada gastronómica de 28 años que vive con su hermana, trabajadora de call center. Les ayudó a hacer un acuerdo directo con el dueño del inmueble, lo que les permitió pagar un alquiler menor al que se cobra cuando interviene una agencia inmobiliaria. Después del tejado, el segundo problema está en la despensa. “Este mes pagamos $90.000 en víveres”, explicó. A ese ticket hay que sumarle alrededor de $5.000 diarios para compras de carnicería y hortalizas.

Para salir de casa de tus padres y no naufragar en el intento, debes tener claro que endeudarte no es aconsejable. Aunque la tarjeta de crédito aparece como un salvavidas que ayuda a llegar a fin de mes, lo ideal es mantenerse dentro de un presupuesto y controlar los gastos adicionales. Esto siempre es apropiado, pero más aún en tiempos de inflación, ajuste y recesión como los actuales.

Aunque el escenario es difícil, una buena gestión le permite a Sofía vivir sola e incluso pagar terapia psicológica y actividades recreativas. “Es un lujo para muchos, pero yo hago el esfuerzo de pagarlo. Cada sesión cuesta $6.000”, dijo. Esta joven también practica natación, con un pago mensual de $20.000. Aunque sabe que esto ejerce presión sobre su presupuesto, cree que beneficia su salud. “Es necesario poder descargarnos”, señaló. Sofía usa la bicicleta. “De lo contrario, mi salario se gastaría íntegramente en transporte”, reflexiona.

“No estoy usando el autobús actualmente. A Facu y a la mayoría de lugares voy a pie. Si tienes que ir a trabajar en autobús, calculo que son $24.000 pesos mensuales sólo para desplazarte”, dijo Martina Laxague. Es una joven platense que se mudó a Tucumán para estudiar en la universidad. También colabora en un grupo político estudiantil. Actualmente, Martina vive con “amigos de amigos”: una pareja y un conocido. Entre los cuatro pagan los 200.000 dólares de alquiler: cada uno aporta 50.000 dólares. “Esto significa que todo el dinero de la tarifa desaparece. La realidad es que en los trabajos más accesibles se gana ‘aproximadamente’ $150.000 mensuales”, analizó el estudiante. Según ella, esta es una de las razones por las que muchos jóvenes no pueden dar el gran paso de independizarse.

Debido a la crisis, las nuevas generaciones posponen el deseo de salir de casa de sus padres. El miedo que provoca la idea de convivir con otros iguales está, por el contrario, cambiando. Ya en 2022, un informe elaborado por el sitio inmobiliario Zonaprop había precisado que el 73% de los jóvenes argentinos que tienen entre 18 y 30 años compartirían el alquiler por los altos precios. En esta línea, el estudio detalla que el 33% solo alquilaría con alguien que conoce, mientras que el 6% alquilaría con un desconocido y el 61% restante lo analizaría en función del entorno. Y, si se tienen en cuenta los precios que dan los jóvenes consultados en concepto de alquiler, comida y transporte, compartir alojamiento supone un ahorro importante para todos.

Pero el dinero no lo es todo. Además de los beneficios económicos, la experiencia de vivir con otros jóvenes puede ser un apoyo emocional. Los compañeros de cuarto deben organizarse para las tareas del hogar, para cocinar juntos e incluso para disfrutar de actividades sociales, lo que, con las personas adecuadas, ayuda a crear vínculos fuertes y duraderos. En Tucumán muchos jóvenes vienen de otros lugares a estudiar en las universidades, lo que los hace estar lejos de su familia y necesitan “formar una” con los amigos. Como decía al principio, “compartir” es la palabra mágica para salir del hogar de los padres. Y ahora es más fácil hacerlo que antes porque “compartir” es, por cierto, el código dominante de las redes sociales.

 
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