La Iglesia de Santa Fe hizo un fuerte llamado al diálogo

La Iglesia de Santa Fe hizo un fuerte llamado al diálogo
La Iglesia de Santa Fe hizo un fuerte llamado al diálogo

Sábado 25.5.2024

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Última actualización 10:19

El arzobispo de Santa Fe, Sergio Fenoy, advirtió que “las difíciles circunstancias actuales exigen que aprendamos a escuchar a los demás, aunque esto resulte agotador; saber iniciar y respetar los tiempos de los procesos, valorando el pluralismo de ideas y capacidades, y prefiriendo siempre la fuerza suave del diálogo”.

En una reflexión difundida con motivo del aniversario de la Revolución de Mayo, bajo el título “Escuchar, dialogar y compartir: el camino hacia la paz social”, el dignatario exigió dejar de lado las descalificaciones apresuradas y ejercer “la capacidad de respetar el punto de vista del otro, aceptando la posibilidad de que contenga algunas convicciones o intereses legítimos”.

“Sólo un corazón pobre y paciente, un corazón que se lamenta del mal ajeno, un corazón misericordioso, que tiene hambre de justicia pero al mismo tiempo trabaja por la paz, sólo un corazón capaz de soportar persecución, insulto o calumnia por amor al bien común… sólo un corazón así puede entrar auténticamente en diálogo con los demás y promover la cultura del encuentro. El diálogo, “es el oxígeno de la paz” (Francisco). Es lo que hay entre “la indiferencia egoísta y la protesta violenta” (Fratelli tutti, 199). No se trata de un “intercambio febril de opiniones” (Fratelli Tutti, 200) ni de un conjunto de “meras negociaciones para que cada uno pueda hacerse con todo el poder y los mayores beneficios posibles” (Fratelli Tutti, 202). Por el contrario, el auténtico diálogo social implica la capacidad de respetar el punto de vista del otro, aceptando la posibilidad de que contenga algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo que aportar”, afirmó el arzobispo.

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El arte de escuchar

Para Fenoy, ser “pobres de corazón”, según el estilo de Jesús, “nos prepara para acoger al otro en su identidad diferente, para entenderlo como una oportunidad de realización personal, para tomar conciencia de que él puede completar mi pobreza. Todo esto forma parte del arte de la escucha, que implica también paciencia para respetar los procesos de comprensión mutua, mansedumbre y bondad para expresar correctamente la propia opinión sin descalificar rápidamente al oponente, aplicando epítetos humillantes. Pero también implica firmeza en la defensa de la justicia y fortaleza en medio de agresiones gratuitas, sin las cuales no hay posible construcción de la paz y el bien común.

Como Iglesia llevamos varias décadas redescubriendo la alegría de caminar juntos como Pueblo, escuchando a Dios en su Palabra, en los demás y en los acontecimientos de la vida diaria. A esta actitud la llamamos “sinodalidad”. Las difíciles circunstancias actuales exigen que aprendamos a escuchar a los demás, aunque esto resulte agotador; sabiendo iniciar y respetando los tiempos de los procesos, valorando el pluralismo de ideas y capacidades, y prefiriendo siempre la fuerza suave del diálogo”, advirtió el prelado.

En ese sentido, aunque admitió que no es posible aplicar simplemente el concepto de “sinodalidad” a las dinámicas seculares de la sociedad civil, “queremos compartir nuestra experiencia de caminar juntos. Ningún líder presume de la suma de ciencia y conocimiento, sino que debe aprender a escuchar el susurro de la verdad, entre sus colaboradores, pero también entre sus oponentes; y sobre todo en los deseos, necesidades y propuestas de la gente de nuestros pueblos y barrios. Siempre es rico incorporar a nuestros procesos de búsqueda del bien común la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados. Es urgente acortar distancias y acercarnos a todos, aprender a escuchar, dialogar y compartir desde la vocación de servicio que nos debe distinguir”.

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En otro apartado del documento, Fenoy consideró que “hoy más que nunca el futuro de nuestro país, de nuestra provincia, de nuestra ciudad, exige un diálogo entre los principales actores con responsabilidades políticas e institucionales, lo que significa un compromiso, no sólo verbal, sino de hechos concretos, para superar las profundas diferencias que hoy nos afectan a todos; un compromiso real con los más humildes y vulnerables; una auténtica reivindicación de la educación y el trabajo; políticas activas a favor de quienes generan trabajo; un compromiso efectivo a favor de nuestros jubilados con ingresos por debajo del umbral de pobreza; un diálogo donde los jóvenes participan, impulsando sus sueños y esperanzas.

“En cada época, la paz social es a la vez un regalo de arriba y el fruto de un compromiso compartido. La construcción de la paz social nos involucra personalmente a cada uno de nosotros. Cada uno puede ser un fermento eficaz en su estilo de vida diario. Las grandes transformaciones no se hacen en escritorios ni en oficinas”, añadió.

El arzobispo concluyó señalando que “no hay un punto final en la construcción de la paz social en un país, pero es una tarea que no se rinde y que requiere el compromiso de todos. A pesar de los obstáculos, las diferencias y los diferentes enfoques, debemos persistir en la lucha por promover la cultura del encuentro, que exige poner a la persona humana, su más alta dignidad y el respeto mutuo en el centro de todas las decisiones políticas, sociales y económicas. acción. el bien común.”

 
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