“He pasado de cosechar con abrigo a hacerlo con manga corta y siempre mirando al cielo. En toda su juventud, mi padre no recuerda ni una sola granizada y ahora nos llegan en septiembre, destrozando nuestra cosecha e incluso en primavera, destrozando la cosecha de ese año y el siguiente, porque nos quita todas las yemas”. Así lo explica Berta Valgañón, agricultora y productora con una bodega a su nombre en la Denominación de Origen Calificada Rioja.
En invierno no nieva y la tierra no tiene reserva de agua para las raíces, en febrero hace calor y las plantas empiezan a brotar antes pero el riesgo de heladas se extiende hasta mayo, por lo que el riesgo de perder esos brotes es alto. . En primavera apenas llueve y el verano es completamente seco. Cuando hay precipitaciones, muchas veces son en forma de fuertes tormentas, incluso granizo, y cuando llega la cosecha hace tanto calor que los niveles de azúcar y acidez se desequilibran por completo. La crisis climática está causando estragos en muchos cultivos y el viñedo es uno de los más visibles.
Según un estudio realizado durante 15 años en viñedos de diferentes zonas del mundo, el 90% de las superficies de cultivo actuales no serán aptas dentro de unos años. Hasta hace 20 años, los viñedos en España se regaban únicamente de forma natural. Actualmente el 50% de la superficie es de regadío. En la DOC Rioja, de las más de 41.500 hectáreas de cultivos, casi 17.000, el 40%, ya utilizan sistemas de riego.
La cosecha se ha adelantado quince días en la mayoría de territorios. En la DOC Rioja, donde tradicionalmente la vendimia comenzaba después de Pilar, la uva comienza ahora a finales de septiembre. “Esto, además de muchos otros problemas, hace que las noches previas a la vendimia aún no sean frías y eso hace que los hollejos sean mucho menos complejos y el hollejo sea el que dé color y matices a los vinos”, explica el viticultor. Tiene claro que lo ideal sería un cambio de modelo “hacia una agricultura más sostenible” aunque, desde el día a día del campo, ve el problema casi irreversible.
“Dentro de unos años será muy difícil cultivar vino en España, Grecia, Italia o el sur de California. Los vinos empezarán a venir de Tailandia y de la India y, la verdad, no son iguales”, explican Belén Hinojar y Carmen Huidobro, activistas climáticas que difunden los efectos de la crisis climática a través de su cuenta de Instagram Climabar. “En España el vino es una cultura, cuando vamos de visita nos lo llevamos a casa, no me veo yendo a casa de mis suegros con una botella de la India”, bromean en su tono habitual ante la gravedad de la situación. . “El vino tiene la narrativa perfecta para que la gente entienda la dimensión de lo que estamos viviendo”, coinciden ambos, “hablamos mucho de los osos polares y es muy triste cuando ves la foto pero la gente no vive eso en su día a día”. , no sientes tanta empatía. En cambio, si te explicamos que dentro de unos años no podrás tomarlo con tus amigos porque será muy caro y no sabrá igual, entonces la cosa cambia”.
Los continuos cambios de clima, la falta de agua y los eventos extremos hacen que el contenido fenólico de la uva aumente. Las proporciones de azúcar y acidez cambian y con ello la composición final de los vinos. “Las altas concentraciones de CO2 en la atmósfera también son un efecto crítico que acelera la maduración de la uva. En apenas una década veremos efectos muy notables”, afirma José Ignacio López Sánchez, experto en Sistemas Integrados de Gestión de Calidad, Seguridad y Medio Ambiente Industrial y profesor de UNIR. “Los vinos, organolépticamente, no serán los mismos porque los plazos de maduración se han acortado mucho y lo que antes eran prácticas adecuadas para un vino, ya no lo serán”, prosigue.
Por eso está claro que hay que trabajar tanto para mitigar los efectos de la crisis climática como para adaptarse a ellos. Sobre el primer punto, la única opción posible para evitar el cambio climático es un cambio de modelo. “Es urgente eliminar el CO2 de la atmósfera mediante la plantación de bosques, ya que son sumideros de carbono, pero lo que se hace es deforestar grandes superficies, eliminando así la capacidad del medio natural de eliminar esas cantidades de CO” al mismo tiempo que Emitimos cada vez más”, explica, “actualmente dependemos de los combustibles fósiles y al quemarlos aumentamos las emisiones. Esto se ha puesto sobre la mesa varias veces en todo el mundo, en Kioto y París, pero hay países que nunca lo han tomado en serio y ni siquiera han cumplido los compromisos asumidos”.
Una vez aceptada la imposibilidad de acabar con el problema, se entra en la fase de adaptación, avanzando sobre todo hacia una mayor eficiencia energética y un cambio de modelo que sustituya los combustibles fósiles por energías renovables así como un sistema alimentario más eficiente ya que un tercio de todo producido acaba desperdiciandose. “Hemos aceptado que ya está aquí y estamos mirando las previsiones”, continúa López Sánchez, “ahora hay que implementar soluciones para poder mantener los cultivos como sistemas de riego cada vez más eficientes, cultivos hidropónicos y, sobre todo, una mucha I+D. Por cada euro invertido en investigación y desarrollo en la lucha contra el cambio climático en el sector agrícola, se obtienen 30 euros de beneficio, lo que posteriormente ahorra costes de producción”.
El mundo del vino ya trabaja a contrarreloj ante una realidad que está provocando incluso despidos masivos en grandes empresas. Freixenet presentó hace unos días un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) para 615 empleados de su plantilla “por fuerza mayor”. La causa no puede ser más aterradora: la sequía que azota el Penedès. Los principales grupos vitivinícolas llevan años sufriendo una notable reducción en su producción e incluso se empieza a hablar de desarraigo de viñedos porque no resisten el estrés hídrico.
Rioja resiste y mira hacia viñedos de mayor altitud
En otras zonas de España todavía es posible resistir. “En Rioja se están notando los cambios pero es una región vitivinícola muy formada y con muchos factores favorables”, afirma Pablo Franco, director técnico del Consejo Regulador de la DOC Rioja, integrado por los territorios de La Rioja, Álava y Navarra.
Considera que en esta zona “se puede y se debe” seguir cultivando como se ha hecho hasta ahora aunque “con tendencia a buscar viñedos de mayor altitud”. “Tenemos un punto de partida ventajoso, tenemos tierras altas, variedades históricas con propiedades muy aptas para el futuro y experiencia y conocimiento de estas variedades”, asegura.
Se trata de Mazuelo, Graciano o Garnacha Tinta, variedades muy resistentes y con buena adaptación a las situaciones climáticas más extremas. Su acidez y PH se adaptan mejor a territorios más cálidos. La tempranillo, en cambio, variedad mayoritaria en Rioja, sufre más en condiciones de mayor temperatura y sequía. Pero los expertos aseguran que podría sustituirse por mezclas si sufriera alguna variación.
Más allá de las condiciones naturales de sus viñedos, en Rioja llevan años trabajando intensamente en la lucha contra los efectos de la crisis climática. El proyecto DATADOC del Consejo Regulador realiza un seguimiento del viñedo de Tempranillo, captando información en tiempo real de lo que está sucediendo y uniéndola con datos históricos de 160 viñedos de referencia para intentar comprender y sacar conclusiones sobre cómo será el futuro. A partir de los resultados, se adaptan las prácticas vitícolas para mitigar al máximo los efectos, equilibrar la maduración alcohólica y fenólica y, en definitiva, equilibrar los parámetros de olor, color, azúcar y alcohol del vino. “Lo que sí parece es que quien sigue haciendo viticultura convencional, sin aplicar las prácticas necesarias, puede tener desequilibrios en sus vinos”, afirma el director técnico de la DOC Rioja.
Explica que ahora, el objetivo de todas las técnicas aplicadas tiene que estar encaminado a retrasar el ciclo vegetativo de la uva con prácticas como la poda tardía que obliga a un ciclo más largo y retrasa la maduración. “Cuando estudiaba, el objetivo que teníamos los técnicos era adelantar el ciclo vegetativo porque en octubre vinieron las lluvias y, además de impedir la cosecha, traían riesgo de botritis para la uva”, recuerda, “ahora, sin embargo, lo que estudiamos lo es todo, sino buscamos formas de retrasar el ciclo para evitar que la uva tenga una alta concentración de azúcar en épocas de calor. En 20 años todo ha cambiado”.
El mundo de la viticultura sigue expectante. La viña es un cultivo que requiere de unas condiciones bastante específicas. Tanto José Ignacio Sánchez como Pablo Franco tienen claro que las soluciones pasan por la investigación, la investigación y la agricultura responsable, utilizando el riego estrictamente necesario y tomando medidas para reducir las emisiones. También parece claro que será necesaria la innovación en el proceso productivo para mantener los parámetros de los vinos y poder seguir comercializando calidades óptimas de las Denominaciones de Origen. Desde el campo instan; Las personas que trabajan la tierra son las que más claramente tienen el efecto del cambio climático. Desde el activismo advierten: la causa climática es la segunda causa de inflación en Europa, “nadie debería levantar las manos cuando no puede permitirse una copa de vino, un trozo de chocolate o una cucharada de aceite o cuando no hay un buen jamón porque ya no hay bellotas”.
Este año la cosecha volverá a ser temprana y en el campo seguirán mirando al cielo esperando que una fuerte tormenta o una helada intempestiva no destruya la cosecha. En las bodegas se realizarán los trabajos de laboratorio necesarios para que los vinos mantengan su calidad a pesar de los cambios en sus ciclos. ¿Incluso cuando? “Cuando hablamos de crisis climática no debemos hablar de tiempos porque eso significa ponerse un plazo que al final da la sensación de que nunca llega”, aconsejan Carmen y Belén de Climabar, “no nos centremos en cuánto tiempo nos queda”. Me he ido para continuar”. disfrutándolo y centrémonos en que no suceda; “Queremos seguir bebiendo buenos vinos españoles siempre”.