El domingo 17 de diciembre, casi 15 millones de chilenos acudirán a las urnas para votar a favor o en contra de una nueva Constitución propuesta. Es un texto apoyado por sectores de derecha y centro y rechazado por la izquierda, incluido el oficialismo de Gabriel Boric (que no apoya la propuesta, pero no lo dice abiertamente). A juzgar por las previsiones electorales, será un nuevo fiasco para las instituciones chilenas, porque ambos partidos habrán fracasado en su intento de sustituir la Carta Fundamental redactada durante la dictadura, aunque ha sufrido unas 60 reformas desde 1989. En septiembre de 2022, la El primer intento fue derrotado por un 62% –en aquella ocasión se trataba de una propuesta de izquierda– y ahora se vislumbra un resultado similar. Según las previsiones de Pulso Ciudadano de Activa, un 66,3% lo rechazará y un 33,7% lo aprobará.
Es cierto que los resultados se están estrechando. En la primera previsión de la misma encuestadora, del 23 de octubre, había un 69,7% para la opción En contra y un 30,3% para la alternativa A favor. Pero el ritmo de movimiento del electorado no parece suficiente para hacer que la ciudadanía se recupere en menos de cuatro semanas. Es una campaña extraña, muy corta y con una sociedad que no parece implicada: más bien se nota un gran desinterés. Después de cuatro años de un período constituyente abierto –el 15 de noviembre se cumplieron cuatro años del acuerdo para cambiar la Constitución– el electorado está cansado y tiene dudas fundadas de que una nueva Carta Fundamental resuelva sus urgencias cotidianas. La principal, la crisis del crimen que golpea especialmente a los más humildes.
“Muchos políticos, de ambos lados del espectro, se preguntarán en qué momento emprendieron el camino constitucional para contener el brote. [social de octubre de 2019]en lugar de intentarlo con un plan más modesto de reformas socioeconómicas”, preguntaba hace unos días el sociólogo Eugenio Tironi en una columna en EL PAÍS.
Hoy lo que preocupa a la gente es el clima de inseguridad pública y las encuestas lo confirman. El tipo de delincuencia que ha debutado en Chile en los últimos años impacta a la sociedad en su conjunto. A mediados de octubre, la Fundación Paz Ciudadana entregó su índice de percepción sobre la seguridad pública, que muestra que los santiagueros, las mujeres y los más pobres son quienes más miedo tienen. Entre sus conclusiones, el índice arrojó que la proporción de personas con alto miedo a sufrir un delito alcanza el 30,5%, la cifra máxima desde el año 2000, cuando Paz Ciudadana lanzó el análisis.
Mientras tanto, según cifras oficiales, la tasa de homicidios ha aumentado en Chile de 2015 a 2022 del 3,3% al 6,7% por cada 100.000 habitantes. No es raro, como ha ocurrido en los últimos días, que en cualquier playa se encuentren pedazos de un cuerpo humano, como ha ocurrido en las últimas horas en Peñuelas, en la región de Coquimbo.
Sólo el 22% ve con optimismo el futuro del país, el nivel más bajo que registra la encuesta Cadem desde enero de 2015, según el estudio publicado el domingo. El miedo a la delincuencia alcanza el 84% y es el nivel más alto desde octubre de 2014. Además, el 85% cree que la delincuencia ha aumentado en los últimos tres meses, el 93% considera que es más violenta, el 55% lo atribuye al aumento en inmigración y el 54% está de acuerdo con declarar estado de excepción en la Región Metropolitana.
Las fuerzas políticas se preparan para el día después del plebiscito, cuando se comenzarán a analizar los ganadores y perdedores de este segundo proceso, pero, sobre todo, cuando tendrán que volver a sintonizarse con una sociedad irritada y desencantada “por una un poco status quo en el que la gente siente que tiene que luchar mucho por su vida individual, pero que no hay una idea de un futuro común, de una mejora común”, como explicaba hace una semana en EL PAIS la investigadora chilena de vida social, Kathya Araujo. .
No será extraño que, una vez más, ambos partidos trabajen en clave electoral, considerando que 2024 y 2025 están cargados: el otro año las elecciones municipales y la elección de gobernadores y, el próximo, las parlamentarias y presidenciales. Las propuestas para destituir a los ministros comenzarán; ya comenzaron. Un partido de derecha tradicional, RN, ha anunciado que si los 12.000 inmigrantes irregulares no son expulsados antes de fin de año, buscará la destitución en el Congreso de la ministra del Interior, Carolina Tohá, principal responsable política del seguridad Pública. El Gobierno se está cuidando de ser activo en esta materia y, tras reuniones con el presidente Boric donde anunció un nuevo plan de seguridad, el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, anunció este domingo que utilizará poderes especiales para expulsar a inmigrantes.
La política chilena se acelera. Cualquiera que sea el resultado del plebiscito constitucional del 17 de diciembre, los problemas para el pueblo seguirán casi intactos el 18 del próximo mes.