Donde se prohíben los libros, se persigue a la gente, por Jennie Dador

Donde se prohíben los libros, se persigue a la gente, por Jennie Dador
Donde se prohíben los libros, se persigue a la gente, por Jennie Dador

La educación es un proceso de comunicación básica de valores comunes, que prepara a niñas y niños para una vida responsable en una sociedad libre, plural y diversa donde, independientemente de sus diferentes culturas, creencias e ideologías políticas, es posible comunicarse entre sí. Para lograr este objetivo, el Estado tiene la obligación de enseñar ciertos contenidos mínimos, establecidos en el artículo 14 de la Constitución Política.

Uno de estos contenidos mínimos, que deben impartirse de manera obligatoria y durante todo el proceso educativo, es la formación ética y cívica, así como la enseñanza de la Constitución y los derechos humanos; entre ellos, el derecho a la igualdad y a la no discriminación, reconocido en el artículo 2 de la Constitución. La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 29, especifica que a los niños y niñas se les debe inculcar el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; Asimismo, deben estar preparados para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales, religiosos y personas de origen indígena.

Sin embargo, el ministro de Educación, Morgan Quero, intenta retirar de circulación veintidós libros por el contenido de palabras que su administración considera sensibles al proceso educativo, como “género”, “conflicto armado”, “aborto”. , “conflicto social”. y “educación sexual integral”. Esta decisión ministerial no dista mucho de la presentada por la Santa Inquisición con su Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum, que prohibía la lectura, posesión, impresión y difusión de los libros allí enumerados, o la quema de libros en hogueras públicas orquestadas por las hordas. del régimen nazi. En todos los casos, la intención es controlar la vida pública y la moral, según el funcionario público, pervertido en aquel momento por el “bolchevismo cultural”.

¿Qué pasa cuando el propio sector de Educación promueve la censura de textos considerados “literatura hostil”? Las escuelas ya no son espacios privilegiados para la formación del pensamiento crítico independiente, la opinión y la autoexpresión a los que todos y cada uno de los estudiantes tienen derecho después de absorber información de diferentes fuentes. De esta manera, las escuelas se alejan del mandato de desarrollar y promover actitudes vinculadas a valores fundamentales para la convivencia democrática. Cuando se hacen listas de lectura o se retiran algunos libros de la biblioteca, no se trata sólo de la supresión de algunos títulos, sino más bien de la censura de ideas y perspectivas diversas que representan oportunidades para discusiones críticas sobre cuestiones sociales complejas guiadas por el docente en el salón de clases.

Al prohibir estos libros, las escuelas están limitando el acceso de los estudiantes a diferentes perspectivas, restringiendo así el crecimiento intelectual. Al controlar y dirigir las lecturas, las nociones y premisas se vuelven verdad porque se obliga a creer en ellas y no porque expresan la síntesis de diversos hechos que pueden ser debatidos y refutados.

Todas estas acciones, que muchas veces tienen la apariencia de mantener el orden social o proteger el honor –como ocurrió en Chile con la censura a la proyección de la película La última tentación de Cristo, que se basó en el supuesto daño reputacional de Jesucristo y otros efectos sobre la moral pública—son en realidad amenazas a los fundamentos mismos de la libertad intelectual, a la circulación de pensamientos e información y a la democracia misma, porque las ideas ya no se juzgan por sus méritos, sino que están sujetas a los caprichos de quienes ostentan el poder de El dia.

Aunque aún no se ha tomado la decisión, la intención existe y el ministro dice que es parte de su compromiso con la lucha frontal contra el terrorismo y la educación financiera para la inclusión. Sin embargo, no se trata de una iniciativa aislada, sino que responde a un conjunto de medidas en marcha.

Ley N° 31745, que declara de interés nacional la introducción de contenidos de estudio curricular sobre educación cívica e historia de la subversión y el terrorismo en el Perú en las instituciones educativas del país, o la intención vandálica del alcalde de Lima de derribar el memorial. Ojo que Llora para desarrollar áreas deportivas y recreativas, son sólo algunos ejemplos.

Asimismo, los pares distritales de la alcaldía de Lima hacen lo mismo, eliminando murales y cerrando parques. En el Congreso ataca al cine peruano, especialmente a las expresiones del cine regional.

En la práctica, busca alimentar la narrativa de que las graves violaciones de derechos humanos fueron cometidas exclusivamente por grupos subversivos que se alzaron en armas y omiten la participación de las fuerzas armadas y policiales hoy a punto de ser eximidas de su responsabilidad penal, gracias a la ley que declara la prescripción de los delitos contra los derechos humanos cometidos hasta julio de 2002.

Si se produce este ataque ministerial contra la libertad de pensamiento y la circulación de ideas, en los próximos años tendríamos legiones de consumidores carentes de ciudadanía. Práctica muy peligrosa para una democracia que ya no lo es y un país que exige justicia para sus muertos y desaparecidos. Nos faltan 50 y todavía estamos buscando a nuestros más de 21.000 desaparecidos.

*Jennie Dador es Secretaria Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos

 
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