Historias de valentía y amor que vencieron al dolor.

Historias de valentía y amor que vencieron al dolor.
Historias de valentía y amor que vencieron al dolor.

Rosa Rodríguez, Virginia Urquizu y Alejandra González, tres historias marcadas por Malvinas. (Gabriel Machado)

[”Nuestras mujeres de Malvinas se puede adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá.]

Cada uno de ellos tiene una historia completamente diferente, sin embargo hay situaciones que los unieron y los unen. Adentrarse en sus historias atravesadas por la guerra es adentrarse en mundos dolorosos, impensables, marcados por incertidumbre y al mismo tiempo, lleno de deseos sigue la vida. Ambos conceptos se encuentran en cada una de las historias de quienes entrevistamos para el libro. Nuestras mujeres de Malvinas.

Los que eran familiares de soldados no eligieron quedar paralizados por la guerra, era su suerte, una suerte triste. Sus vidas quedaron suspendidas en el tiempo sin saber si sus seres queridos sobrevivirían a la Guerra de Malvinas.

En el caso de los profesionales, algunos optaron por ser parte del teatro de operaciones, como lo hicieron Silvia Barrera, la técnica de instrumentos o la enfermera, Liliana Colino- Perteneciente a la Fuerza Aérea, en situación de defensa de la patria, era una posibilidad participar en un conflicto bélico. Todo esto no les ahorró dolor y sufrimiento y al final de la guerra, el abandono institucional y la miseria en diferentes formas. Él dice Liliana Colino en su entrevista: …Acepto con una condición que retroactivamente me den el puesto que me corresponde. Me contestan que eso no se puede hacer. Respondí categóricamente: ‘Entonces si no se puede, me doy de baja…’”

Liiliana Colino en la presentación de “Nuestras Mujeres de Malvinas” (Gustavo Gavotti)

Durante y después del conflicto, tanto las mujeres familiares como profesionales quedaron desgarradas por el drama de la guerra.

Algo los cruzó durante y después de la pelea. Incertidumbre, esa palabra que está presente en situaciones límite. En el caso de Nélida Montoyala madre de un soldado caído en las Islas, la incertidumbre de saber si su hijo Horacito regresaría, cuando la mayoría de sus compañeros lo habían hecho, como dice en la introducción de su relato: “…Desde hace dos años están suspendidos en el tiempo y en la angustia de no saber dónde está Horacito. Las únicas respuestas que han recibido del Regimiento Mercedes 6 han sido desvíos, evasiones e imprecisiones…”

Rosa Rodríguez era muy pequeña cuando su hermano Mingo partió hacia las islas. Ella tenía doce años. Vivió la incertidumbre que sufrió toda la familia mientras esperaba a su hermano, acompañando a sus padres, hasta que recibió de su madre, en su lecho de muerte, el legado de seguir buscando a su hijo “tragado” por la guerra, durante años. “…También viajé a Malvinas cuando mi mamá ya no estaba bien. Estaba muy enojado porque no podía encontrar la tumba de mi hermano. Le pregunté a un cura que nos había acompañado y me dijo que no lo encontraba porque no sabía dónde ni quiénes estaban, por eso tenían la placa ‘Soldado argentino sólo conocido por Dios’…”

El grupo de seis instrumentistas, fotografía tomada con la cámara de Silvia Barrera

Michelle Aslanides, la entonces adolescente de catorce años, vivió su cuota de incertidumbre cuando terminó la guerra y Fabián Streinger, el soldado con quien intercambiaba cartas, no respondió: “…La verdad es que pensé ‘voy a esperar a que salgan las listas de fallecidos’. En esa época no había Internet ni nada parecido ahora, entonces fueron las únicas formas que encontré porque no estaba dedicada al cien por ciento de mi vida…”

Para Rosana Fuertes, la incertidumbre tuvo al menos dos situaciones complejas. La primera cuando su novio, Daniel Ontiveros, partió al frente con sólo dieciocho días de instrucción. Y años después, cuando Daniel no quiso aceptar los daños causados ​​por el trauma de la posguerra. ”… Al principio, cuando estaban sin la contención del Estado, muchos andaban deambulando con sus trajes de guerra, eran tiempos muy duros. Tiempos de ‘desmalvinización’. Agradezco que tuviéramos los medios para poder hacer tratamientos…”

El caso de la hija Elina Carullo Es diferente, ya que nació el 9 de julio de 1982. No vivió las incertidumbres de las mujeres anteriores, aunque sí valora a su madre, que estaba embarazada de ella, y a todas las mujeres de la familia que la acompañaron, reconociendo las calificó de “mujeres de Malvinas”. “, también. Cuando se le preguntó si su madre había recibido cartas suyas, respondió “…Sí Sí. Por suerte, sí. Se intercambiaron cartas. Pero la incertidumbre del no saber era muy angustiosa, según nos cuenta…”

Elina Carullo, Malvinas en la sangre. (Gabriel Machado)

Pasaron los años, más de cuatro décadas desde el cese al fuego de la guerra de Malvinas. Cada una a su manera encontró o intenta encontrar, cada día, sentido a tantos años de tortura. Para poder seguir la vida: con sus familias, haciendo acciones a favor de los veteranos que regresaron, a través del arte y recordando Malvinas no sólo el 2 de abril.

Experiencia personal de este trabajo, Ser hermana de un veterano, junto a Silvia Cordano, es algo muy poderoso. Solo. Sabiendo que podemos ser un puente para que Nuestras Mujeres de Malvinas puedan abrir sus corazones mayormente heridos para sanar. A seguir sembrando Malvinas. especialmente en los más jóvenes. Para continuar la vida.

Beatriz Páez y su hija, Beatriz Reynoso, una de las autoras de “Nuestras Mujeres de Malvinas”

A pesar de los intentos de evitarlas en las narrativas de la historia sobre la guerra y la posguerra, las mujeres también juegan un papel fundamental en la reconstrucción de las sociedades afectadas por el conflicto. Su coraje, humanidad y resiliencia se convierten en pilares clave para superar las consecuencias emocionales y sociales que deja un conflicto armado. Nuestras mujeres han demostrado una capacidad única para enfrentar los desafíos que se presentan en estos momentos críticos, convirtiéndose en agentes de cambio.

Hace 42 años, un grupo de mujeres profesionales que marcó un hito en nuestra historia y en la lucha por igualdad de género. Estas valientes mujeres, que actuaron en un escenario dominado por hombres, desafiaron estereotipos y prejuicios para demostrar su valía, competencia y compromiso con el trabajo que realizaron en medio del horror.

Enfermeras e instrumentos quirúrgicos como Liliana Colino y Silvia Barrera, que vivían en el corazón del conflicto, fueron pioneras en ese contexto, donde tradicionalmente se consideraba que las mujeres no tenían un papel relevante. Sin embargo, nuestras mujeres Malvinas Demostraron inquebrantable valentía y vocación, ante las condiciones adversas y el sufrimiento que rodeó el enfrentamiento, trabajando incansablemente para salvar vidas y aliviar el dolor de los heridos, contribuyendo significativamente a la atención médica y emocional de los soldados, incluso en la posguerra. . Y eso no fue fácil para ellos.

“Nuestras mujeres de Malvinas”: testimonio, reflexión y oportunidad histórica.

Vivieron la guerra dos veces. En el ámbito profesional, las mujeres que participaron en Malvinas Se encontraron con un escenario desafiante una vez que el conflicto llegó a su fin. Muchos de ellos tuvieron que luchar contra la falta de oportunidades, a pesar de su experiencia y formación en situaciones extremas. La invisibilidad de su trabajo durante la guerra limitó sus posibilidades de crecimiento y reconocimiento en sus respectivas disciplinas.

Tuvieron que afrontar el desafío de lidiar con las consecuencias emocionales de la posguerra, el duelo por los compañeros caídos en combate y la bruma patriarcal, enfrentando las desigualdades, los maltratos y los celos. Pese a la importancia de su labor, fueron relegadas a un segundo plano y sus aportaciones minimizadas, en un intento sexista de reforzar la idea de que las mujeres no tienen un lugar relevante en los conflictos armados. Ha sido un largo camino hacia el reconocimiento. Tuvieron que alzar la voz y sal y grita tu verdad. Su determinación no sólo rompió barreras. Allanó el camino para que otras mujeres accedieran a roles y espacios antes negados.

También en la reconstrucción de nuestra identidad y memoria, la labor del antropólogo Virginia Urquizu Fue un claro ejemplo de que la humanidad trasciende lo profesional. Su compromiso con la verdad, la justicia y la reparación han sido un rayo de esperanza en un contexto marcado por el insondable vacío y sufrimiento de tantas familias.

La antropóloga Virginia Urquizu. (Gabriel Machado)

El trabajo de excelencia en IDENTIFICACIÓN de nuestros soldados se sumó al acompañamiento de padres, madres, hermanos, hijos, esposas de todo nuestro país y ha permitido cerrar esas heridas abiertas durante décadas para rendir merecido homenaje a quienes sacrificaron su vida por la Patria.

La fortaleza de las madres como Beatriz Páeza quien la guerra devolvió a su hijo con ecos de horror y el comienzo de congelación, se mueve. Fue apoyo y vínculo de muchos otros soldados y sus familias en el hospital de Campo de Mayo y hoy a sus 90 años continúa guiando a muchos por el camino de la Fe. Hijas de la posguerra representadas en Mar del Plata Jimena Amarocuya infancia estuvo marcada por episodios traumáticos y violentos de la batalla emocional que vino después Malvinasbajo la alfombra del desamparo y la falta de contención.

A las hermanas les gusta Alejandra Gonzálezquien en su adolescencia se convirtió en el sostén de su familia y ayuda a muchos otros, como una mujer puente que sana y facilita.

El cementerio argentino en las Islas Malvinas.

La empatía, la compasión y la solidaridad de nuestras mujeres fueron y son fundamentales para promover la cohesión social y la convivencia pacífica en un círculo marcado por la violencia y el dolor. La forma en que avanzaron, apostando a la vida con ese amor que es más fuerte que el dolor y la muerte misma, moviliza y transforma. Es esperanza. Y la esperanza, como escribió Julio Cortázar, Es la vida misma defendiéndose.

De esta manera, este libro nos permite profundizar en sus historias personales y al mismo tiempo nos estremece. Nos desafía. Nos recuerda la importancia de escuchar y valorar las voces de quienes han sido afectados por la violencia y el sufrimiento, y de trabajar juntos para construir un futuro mejor. Estamos ante una oportunidad histórica para unirnos y sanar. Porque visibilizar a Nuestras Mujeres de Malvinas, además de justo y necesario, es verdaderamente sanador. Colectiva y personalmente.

 
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