Tres libros de poesía | El Imparcial – .

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Si te dedicas al periodismo o a la crítica literaria acabas rodeado de libros. Como el protagonista de un cuento de Francis Scott Fitzgerald, teme que esas paredes cubiertas de copias acaben cediendo y derrumbándose encima de él, con tantos encargos a medio terminar. No recuerdo el título exacto, si era cuento o crónica. La conocí porque la mencionó en una entrevista Patrick Modiano, cuyo apartamento da buena cuenta de la historia de Fitzgerald y del respeto que provoca semejante catástrofe.

Para aclarar aprensiones literarias, este artículo habla de la reciente compañía que me han mantenido tres libros de poesía, bien diferentes entre sí. Entiendo que un autor prefiere que se dedique enteramente a su obra, lógica y respetable. Uno querría lo mismo para sus ejemplos. Pero se me acabó el tiempo. Mis disculpas de antemano. No siempre se conserva la agilidad para estos saltos salvajes. Eso es lo que tiene el periodismo. brulécomo he pensado mucho últimamente y he decidido acuñarlo, que no es otro que el que hoy practican tantos amigos o conocidos: el que se realiza en condiciones que dejan el espíritu como un manto empapado, pero por debajo queda ese manjar que compensa seguir probando algo digno, de calidad.

Luis López Suárez es un poeta secreto de provincia. Quizás te guste esta definición, aunque no es nueva, claro está. Cuantas veces se ha dicho antes. Pero a uno le gusta mantenerlo en ese estado de amable distanciamiento norteño, seguro de lo que hace, incansable y atento desde las redes sociales a todo lo que se publica. Su nuevo libro, Oficina del difuntoes un haz de rosas negras dejadas sobre la piedra para que las inclemencias las aplasten, pero al mismo tiempo siendo más fieles a su propósito de recuerdo mori, desde el deseo y las menciones mitológicas, místicas, con sus referencias grecolatinas (Hécate, Anquises), incluso bizantinas. Considero un fracaso –en cualquier libro que proceda de la misma manera– que las citas en latín no estén traducidas. Ya sea en lengua muerta o no, las citas deben invitarnos a la sugerencia de lo escrito, no a ignorarlo por evidente incomprensión. La segunda parte, jardín de sombra, es el más poderoso. Suárez nos regala una búsqueda sencilla pero salvaje del ardor carnal que presiona y vulnera con su deslumbramiento y posterior rechazo. La poesía se escribe para intentar restaurarnos, con ese esfuerzo de la flor que sostiene la sombra de nuestra pálida mano.

También un poeta mantenido en secreto, hasta que recibí su libro, es Víctor Bayona Marchal. El segundo publicado por él, El año del renacuajo, se inscribe en la línea del neoandalusismo, en la vertiente más accesible del trazo claro y de una escritura que recrea y evoca recuerdos familiares, extendiéndose también a afectos cercanos, amigos, amores, cambios en la vida. Se trata de un libro de poemas que ha sido publicado, según el texto de la solapa, ampliado y corregido tras haber ganado un premio nacional. El título original me sonaba familiar. Demasiado irregular. No en el orden, bien estructurado, haciendo de la lectura una escalera a través de los meses del año, de enero a enero, sino en la posibilidad lírica de los propios poemas. La gran mayoría no produce ninguna impresión, quedando meros versos que componen un cuadro, pero nada más allá de lo dicho. Hay excepciones. Cuando aparecen, como poemas Escena I-II-III, el tiempo preciso, La corriente, un puñado de tierra cualquiera decir el caminoentendemos que Bayona Marchal sí sabe implicarte en el misterio de la vida cotidiana, que oscila siempre entre lo tedioso y lo fascinante de lo real.

Continuando la ruta, el apellido nos hace alejarnos con más fuerza, regresando a las tierras del norte, donde Samuel Isaac RR imagina con mayor veracidad la batalla entre lo que se invoca y lo que finalmente se asume, siendo una sombra más pobre la que se proyecta sobre nosotros. , dejándonos un refugio que ha quedado hecho pedazos. leer huesos Es telúrico y exagerado. Sus poemas obedecen a la voz abrumada por todos los estímulos sensoriales, naturales en este caso, que se pueden encontrar, sin desperdiciar la oportunidad de cantar en éxtasis. Desde la danza de las abejas hasta las moscas que sacian su sed en los ojos de un caballo. Por las llamas del viento a la guadaña que siega el trigo cegado. Los claros del bosque se convierten en vientres dormidos para pensar en las constelaciones, tras el silencio. En algunos se observa la limitación del surrealismo, de responder a un tono más recitado que leído, o simplemente a una excesiva profusión de imágenes que abarrotan y dificultan su seguimiento. Este poeta asturiano entiende las letras como el sueño de un animal. Intentar traducirlo a cualquier idioma lo convierte en un acto impuro. Su trabajo es complicado porque advierte que todo camino queda olvidado, aunque acabe creciendo hierba en nuestro lugar. Su determinación es incierta, sin duda, pero igualmente alentadora.

 
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