
La infancia es sin duda uno de los terrenos más fértiles para cualquier escritor. Pero si a eso le sumamos un lugar que marca los recuerdos vividos, el resultado es una fructífera “cosecha” literaria. Basta recordar lo que significó para el escritor Álvaro Mutis su infancia en la finca de su abuelo Coello, en el Tolima, como la contó innumerables veces.Algo parecido le ocurrió a la escritora y periodista colombo-alemana Isabella von Bülow (Bogotá, 1964) con sus nuevas memorias ‘La chica alemana de El Palmar’. Así se llama su finca, en La Dorada, Caldas, donde Von Bülow pasó su infancia, lo que no solo hace referencia a su pasado familiar sino también a lo que ella define como suyo “su paraíso perdido”. .
“Los recuerdos que tengo de ese lugar son de amor, mucho calor, infinidad de animales, infinitos colores y sobre todo el único lugar donde vivimos como una familia completa. Después descubrí que no éramos una familia intacta, pero en mis recuerdos de El Palmar, con su ganado Cebú, eran lo más parecido a un paraíso que conocía”, comenta.
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Sin embargo, además de estas reminiscencias, El Palmar, en un sentido más profundo, es una metáfora de un territorio en el que la autora fusiona el dolor de dos violencias que pesan sobre sus hombros: la colombiana de la guerrilla y la alemana de los nazis.
Para lograrlo, Von Bülow tenía claro que las memorias eran el medio ideal para emprender este viaje narrativo. Así lo confirmó su pasión lectora por este formato narrativo, que –como señala– le permitió acompañar a un niño multirracial, Barack Obama, que visitaba a sus antepasados en una aldea africana. “Viajé junto a una niña que creció en Michigan, Mei Ling Hopgood, estuve en Taiwán para visitar a su familia biológica. “Crecí en California con una niña iraní, Firoozeh Dumas, con un joven inmigrante judío, Harry Bernstein, en Chicago, y con Annie Ernaux me sumergí en el verano de 1958, el de su primera noche con un hombre”, afirma. dice.
El libro es de Editorial Planeta.
“Una buena memoria ofrece la misma liberación que cualquier historia cautivadora, permitiendo al lector perderse en otro mundo. A través de los recuerdos, el lector penetra en las experiencias de los demás, acompañándolos en su viaje de aprendizaje, real y no inventado. Las memorias son un viaje, como lo es la novela, pero tratan de las vivencias de una persona existente. Si uno intenta describir toda su vida, el resultado a menudo se considera menos literario y más histórico. El título de mis memorias implica la esencia de mi vida marcada por mi ascendencia alemana y mi crianza tropical”, explica el autor.
Esta mezcla encierra una paradoja en la vida de Von Bülow. De ahí que –como ella comenta– al escribir este libro hubiera propuesto una “curación ancestral”.
“Nacida en Colombia, soy hija de un matrimonio alemán, hijos de la Segunda Guerra Mundial y expatriados del Este, pero del Este, antes de que Alemania se dividiera en dos partes. Un día me enteré que la suerte de mis padres se había repetido en mi propia vida, cuando de un día para otro, sin más explicaciones, ya no podía regresar a la hacienda El Palmar en el Magdalena Medio. Pasan los años y ya de adulto, ya estudiando en la universidad, acabo de enterarme del largo conflicto armado en Colombia, y muchos años después son las negociaciones con las FARC y el Acuerdo de Paz los que me inspiran a regresar a los lugares de mi infancia. . colombiano, donde mis propios recuerdos se fusionan con los traumas que la violencia y la pérdida de sus tierras prusianas dejaron a mis padres y abuelos”, comenta.
Y así como les ocurrió a sus antepasados, en su exilio en Colombia, la autora también regresó muchos años después a sus raíces alemanas. Luego de estudiar en Bogotá en colegios como Andino y Helvetia, a los 13 años viajó para terminar su bachillerato en Alemania. Allí se licenció en Historia y Ciencias Políticas en la Universidad de Munich. Aunque reside allí, visitar Colombia es una necesidad interna para Von Bülow, que pasa largas temporadas aquí.
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Y pese a la mezcla de sentimientos que atravesó el autor en este viaje narrativo, el resultado siempre deja también “tareas apasionantes y difíciles”.
“Lo más gratificante durante la escritura fue decidir que no tenía que eludir la historia para proteger a los miembros de mi familia. Todas las familias felices son iguales. “Cada familia infeliz lo es a su manera”, dice Tolstoi. Con mi libro he creado una imagen de nuestra familia infeliz, que es también una gran declaración de amor a mi familia”, concluye Von Bülow.