Aparece un libro de fotografías de fantasmas con las notas de Cajal: “¡Si es un dibujo sobre cartulina!”

El escritor Andrés Trapiello madrugó el día de San Valentín de 2016, como cada domingo, para ir al Rastro, el mercadillo de Madrid. Allí, en un puesto de toda la vida, se topó con cientos de libros antiguos, colocados en la acera de la calle, junto a un retrato al óleo de un joven Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906 por demostrar que el cerebro Se organiza en células individuales: las neuronas. Trapiello hojeó los volúmenes y enseguida se dio cuenta de que estaba ante la biblioteca de Cajal, el mejor científico español de la historia. El precio rondaba los 30 euros por cada unidad, recuerda. Sólo compró uno, pero el resto de ejemplares volaron al poco tiempo. Uno de esos libros perdidos acaba de salir a la venta en internet por 12.000 euros. Es Fotografía de fantasmas, obra publicada en 1912 por el espiritualista italiano Enrico Imoda, con fotografías de supuestos fantasmas. En los márgenes aparecen notas indignadas de Cajal, como: “¡Sí, era un dibujo sobre cartulina!”

El libro es testimonio de una época imposible de concebir con la mentalidad actual. La sociedad vivía con muerte y fantasmas. En 1904, la espiritualista española Amalia Domingo había publicado su libro ¡Te perdono! recuerdos de un espíritu, en el que relataba conversaciones con el fantasma de Santa Teresa de Jesús. Fue un éxito editorial. Entre 1905 y 1908, prestigiosos científicos, como los premios Nobel Marie y Pierre Curie, analizaron en París a la famosa médium Eusapia Palladino, quien aparentemente levitaba mientras hablaba con seres del más allá. Algunos trucos eran obvios, pero había fenómenos inexplicables. En 1912, la ciencia aún no había emitido un veredicto final sobre las apariciones de espíritus.

Cajal lo tuvo claro. El libro Fotografía de fantasmas muestra imágenes de un supuesto ectoplasma, el espectro de una mujer materializado junto a la médium italiana Linda Gazzera. El premio Nobel español debió leerlo estupefacto, anotando en los márgenes que no lo compró. En una fotografía de una de las sesiones, con cuatro personas alrededor de una mesa, se ve una mano espectral brillando en la oscuridad. “Debe ser una hoja de cartón blanca pegada”, escribe el científico. “¿Cómo es que a nadie se le ocurre tomar esta mano?” Lo señala en otra imagen similar. En una fotografía del médium junto a un tosco fantasma, señala: “La mano está superpuesta al papel. Por su posición y tamaño no se corresponde con la cabeza”.

Libros y otros objetos de Cajal en el mercadillo de Madrid, el 14 de febrero de 2016.Andrés Trapiello

La historia del libro es extraña. Cajal vivió hasta su muerte, en 1934, en un pequeño palacio de la calle Alfonso XII, en Madrid. Su nieta Angelines fue la última habitante del edificio. Aquel febrero de 2016, la mujer ordenó el vaciado de la antigua casa luego de que fuera vendida a una inmobiliaria. Cientos de libros, muebles y otros objetos pertenecientes al premio Nobel de Medicina acabaron tirados en dos contenedores de obra en la calle. El escritor Andrés Trapiello los encontró en el Rastro y, poco después, el anticuario barcelonés David Barrós llegó al puesto y compró todo lo que pudo. Este cazador de tesoros entregó el libro Fotografía de fantasmas al librero Àlex Pons a cambio de un par de ejemplares antiguos de poesía. Pons, de la librería L’illa del Tresor, de Premià de Mar (Barcelona), ya lo vende en internet.

La historiadora Andrea Graus, autora del libro Ciencia y espiritismo en España, 1880-1930Depende del contexto. “A principios del siglo XX no estaba claro que el estudio de los fenómenos espiritistas fuera una pseudociencia. Todavía existía la intención de ver qué leyes físicas o psicológicas podían estar detrás de estos fenómenos”, explica Graus. el prefacio del libro Fotografía de fantasmasDe hecho, está escrito por el francés Charles Richet, padre de la palabra ectoplasma y premio Nobel de Medicina en 1913 por descubrir la anafilaxia, reacciones alérgicas extremadamente graves.

Algunos médiums afirmaban estar poseídos por espíritus y empezaban a balbucear desde el más allá. Otros eran más sofisticados. “Había muchos impostores, pero algunos tenían fenómenos espectaculares, como ectoplasmas visibles y apariciones de manos. Eran los que más interesaban a los científicos, porque podían estudiarse a partir de evidencias, como la fotografía”, explica Graus, del Instituto de Investigaciones en Humanidades Milá y Fontanals, de Barcelona.

Mano de un supuesto fantasma en el libro ‘Fotografie di Fantasmi’, con una nota de Cajal: “Nótese la falta de modelado en la mano, debe ser una cartulina blanca pegada por el médium durante la fase de oscuridad”.Alex Pons

La fiebre espiritista comenzó en 1848, cuando tres jóvenes hermanas -Leah, Kate y Margaretta Fox- afirmaron que se comunicaban a golpes con un ser sobrenatural en su casa de Hydesville, en Estados Unidos. En España, publicaciones como el espiritualista, El criterio espírita, almanaque de espiritismo y revista espiritista. En 1873 ya eran cinco los diputados espíritas españoles, que propugnaban la enseñanza de su doctrina en las escuelas. La filóloga Amelina Correa, catedrática de Literatura Española en la Universidad de Granada, recuerda que obras destacadas del siglo XIX, como señora perfecta (1876), de Benito Pérez Galdós, y el regente (1884), de Clarín, menciona al francés Allan Kardec, gurú del espiritismo europeo.

“Mis alumnos quedan asombrados cuando les explico lo que representaba el espiritismo a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue un fenómeno de una magnitud absolutamente impresionante, transversal a todos los estratos de la sociedad, incluidos los de altísimo nivel intelectual”, subraya Correa, autor de Amalia Domingo Soler y el espiritismo de fin de siglo, un libro sobre el escritor espiritista español más popular. Amalia Domingo ayudó a organizar el Primer Congreso Espírita Internacional, celebrado en 1888 en Barcelona, ​​con la participación de 200 sociedades europeas y americanas. Cuando murió, en 1909, una multitud acompañó el cortejo fúnebre, un carruaje negro tirado por dos caballos, por las calles de Barcelona.

Autorretrato de Santiago Ramón y Cajal, hacia 1885, cuando tenía 32 años.

Cajal diseccionaba cadáveres para estudiar sus cerebros, en aquella época en la que los fantasmas se mezclaban con la ciencia y la religión. Su escepticismo, hoy lógico, tuvo valor en esa confusión. Otros científicos fueron más crédulos, como denuncia el propio Cajal en su libro charlas de cafe (1921): “Qué espectáculo más humillante para nuestra vanidad de dioses es ver cómo ilustres sabios y brillantes pensadores […] ¡Aceptan como pruebas irrefutables los innumerables trucos, trucos y sugerencias de histéricos, médiums, faquires y clarividentes!

El neurobiólogo Juan Andrés de Carlos es uno de los principales especialistas en el Premio Nobel español. “El libro Fotografía de fantasmas Muestra lo que Cajal pensaba sobre el espiritismo y los médiums: que eran un fraude”, señala. De Carlos ha sido responsable de dos décadas del llamado Legado Cajal: casi 30.000 piezas, sobre todo dibujos de células nerviosas, cortes de cerebro, manuscritos e impresionantes fotografías, todas ellas históricamente conservadas en el Instituto Cajal (CSIC) de Madrid. El experto lamenta que durante décadas, hasta los años 70, los propios científicos robaban cosas “a carga”. De Carlos calcula, por ejemplo, que Cajal realizó unos 35.000 dibujos de tejido nervioso a lo largo de su vida, pero en El Legado sólo hay 1.800. “Cajal no regaló sus dibujos, entonces los que faltan han desaparecido de aquí, del instituto”, denuncia.

El Legado Cajal se trasladó en julio y ahora se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, donde una nueva exposición recrea el laboratorio del Nobel. Las gafas de realidad virtual permiten incluso una inmersión espectacular en la vida de Cajal. Y también se expone parte de la biblioteca del mejor científico español de la historia, sin los libros que increíblemente acabaron a la venta en el Rastro por 30 euros. Falta, por supuesto, Fotografía de fantasmas.

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