Científicos cuestionan mitos y revelan secretos ocultos de los sacrificios mayas

Científicos cuestionan mitos y revelan secretos ocultos de los sacrificios mayas
Científicos cuestionan mitos y revelan secretos ocultos de los sacrificios mayas

Los pueblos precolombinos siguen siendo un misterio para la ciencia. A partir de aquí, el estudio de sus costumbres, rituales y, sobre todo, sacrificios puede resultar útil para resolver los enigmas que caracterizaron a sus sociedades y que hasta la fecha nadie podía desvelar. Recientemente, Un equipo internacional de investigadores publicó un artículo en la prestigiosa revista Naturaleza que proporciona algunas pistas interesantes sobre los mayas y, al mismo tiempo, desmiente mitos comunes sobre una civilización que estaba ubicada en las actuales regiones de México y Guatemala, y se extendió a Belice, Honduras y El Salvador. Con una población que superó los seis millones de personas y cubría 300 mil kilómetros cuadrados, se destacaron por sus numerosos templos y sus polémicos juegos de pelota, así como por su escritura y sus notables avances en matemáticas, astronomía, arquitectura y arte.

El trabajo, liderado por miembros del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania), analizó restos humanos depositados durante más de ocho siglos en un aljibe de agua subterráneo -llamado ‘Chultún’- en Chichén Itzá, Península de Yucatán. Se construyeron bajo tierra porque sostenían que de esta forma había una conexión más directa con el inframundo. Esta infraestructura, a su vez, se encuentra a pocos metros de la Cenote Sagrado: un socavón en el que también se localizaron cientos de restos vinculados a sacrificios.

El aljibe había sido encontrado por primera vez en 1967 por arqueólogos cuya hipótesis era que la mayoría de restos óseos correspondían a mujeres. De hecho, se creía que se preferían como ofrenda a los hombres. Sin embargo, a partir de nuevas evidencias científicas y análisis de ADN, se supo que, contrariamente a lo que se creía, la mayoría de las víctimas de los sacrificios eran hombres. De un total de 64 restos, muchos eran masculinos y muy pequeños.. En concreto se trataba de primos y hermanos que tenían entre tres y seis años.

Este vínculo que los unía también fue una sorpresa para el equipo de arqueólogos que llevó a cabo la investigación. De hecho, el hecho de que fueran parientes directos podía ser interpretado por las familias como un privilegio y un símbolo de estatus social.

El Popol Vuh como guía

Basado en evaluaciones genéticas, Se supo que al menos una cuarta parte eran hermanos o primos. Lo que es aún más significativo, también se encontraron restos de dos pares de gemelos idénticos. Dado que esta condición sólo ocurre en un porcentaje muy pequeño (aproximadamente el 0,4 por ciento de los nacimientos), los científicos evalúan si el hecho de que se los ofrecieran juntos se debe a una mera casualidad.

El quid de la cuestión es que según el Popol Vuh, la narrativa sagrada del pueblo maya, los gemelos Hun-Hunahpú y Vucub-Hanahpú vinieron a la Tierra desde el inframundo para jugar al juego de pelota y luego fueron sacrificados. Según cuenta la historia, la cabeza de uno de ellos fecundó a una doncella con ‘Hero Twins’, quienes vengaron la muerte de su padre y se convirtieron en los encargados de garantizar las cosechas de maíz. En este marco, Los científicos que lideraron el artículo de Nature plantean la hipótesis de que los restos encontrados pueden haber representado un homenaje a esta pieza narrativa de la mitología maya.

Asimismo, a partir del uso del radiocarbono, También se sabía que el lugar de enterramiento funcionó entre los años 500 y 1300, con esplendor en el siglo IX, cuando Chichén Itzá era la ciudad más importante del imperio. Según el trabajo, Los huesos no presentaban lesiones llamativas, por lo que no era posible notar los métodos de sacrificio utilizados en los rituales. Así, se confirmó que no se trataba de extracciones de corazones ni decapitaciones.

Como información complementaria, se realizaron análisis de sangre a personas que actualmente habitan en la misma zona de Chichén Itzá. Se advirtió, de esta manera, una continuidad genética entre los habitantes actuales y los niños enterrados. A partir de aquí se pudo comprobar que los antiguos sacrificios correspondían a miembros de la comunidad local y no eran individuos que provenían de otras regiones imperiales. Además, las dietas que les daban eran similares, por lo que se podía inferir que las personas vivían en lugares cercanos entre sí.

por favor a los dioses

Las ceremonias que celebraban la muerte eran comunes entre la civilización ya que funcionaban como ofrenda a los dioses. Se creía que, a través de estos regalos, Las deidades recompensaban entonces al pueblo con buenas cosechas, victorias en combates con los enemigos o períodos favorables de fertilidad. De hecho, ser sacrificado era un honor: por eso los ganadores del juego de pelota –una combinación entre voleibol y baloncesto– a menudo sufrían ese destino.

No sólo las religiones occidentales se basaron en la relación del ser humano con la muerte. De acuerdo con él imaginario egipcio, la vida y la muerte estaban tan unidas y combinadas que incluso las actividades funerarias de los vivos estaban dirigidas, de alguna manera, al mundo del más allá. De hecho, a través de ofrendas, los deudos buscaban garantizar la supervivencia de sus difuntos.

Los resultados publicados en esta ocasión, como es habitual, deben complementarse con nuevos estudios. Una vez más, la ciencia ligada a los rituales funerarios puede ser una puerta de entrada para empezar a comprender dinámicas fundamentales en la vida de civilizaciones legendarias sobre las que aún existen más misterios que certezas.

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