Nicolás Maduro necesita un milagro para ganar legalmente las elecciones presidenciales del 28 de julio. Y lo busca por todas partes. “Montaron un escenario en Trujillo y allí había 20.000 personas. Una foto muestra algo impresionante: una luz en el escenario y una imagen que nos dice que José Gregorio Hernández (el médico de los pobres, declarado beato por el Vaticano) nos bendice y protege. Él está con nosotros”, relató emocionado el “presidente del pueblo”, mientras la televisión chavista mostraba la fotografía de esa luz “milagrosa”.
Alrededor del mundo
El Maduro más metafísico no sólo transformó a unos cientos de personas en una audiencia masiva. También pidió otro milagro a José Gregorio, un ícono religioso muy popular, orado en muchos hogares venezolanos por salud y bienestar. Algo parecido al suceso “espiritual” de la campaña de 2013, cuando sintió la presencia de Hugo Chávez en formato pájaro, acercándose a él para decirle que él era el elegido.
Once años después, el “conductor de victorias” enfrenta una campaña imposible, con un país destrozado por el fracaso revolucionario y con una herida abierta por la huida de casi nueve millones de venezolanos. Así lo confirma la última encuesta de Hercón Consultores: el candidato opositor, Edmundo González Urrutia, mantiene una ventaja del 67,3% frente al 23,5% que cosecha el presidente.
¿Cuál es la receta del chavismo para afrontar tan cuesta arriba? Una mezcla de milagros, karaokes y fakes con la millonaria cartera del Estado en medio de la hegemonía comunicacional impuesta por la revolución. Y con una extraña estrategia que hasta ahora sólo ha logrado cierta crítica nacional: actuar al rebufo de la “campaña de libertad” emprendida por la líder opositora, María Corina Machado, que recorre el país como si de un huracán emocional se tratase. .
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