Gustavo Santaolalla: “Llevé una vida célibe durante años a pesar de tocar en un grupo de rock y tener todos los placeres a mi disposición”

Gustavo Santaolalla: “Llevé una vida célibe durante años a pesar de tocar en un grupo de rock y tener todos los placeres a mi disposición”
Gustavo Santaolalla: “Llevé una vida célibe durante años a pesar de tocar en un grupo de rock y tener todos los placeres a mi disposición”

La búsqueda de identidad es la constante que el laureado músico Gustavo Santaolalla (El Palomar, Buenos Aires, Argentina, 72 años) señala como clave de su trabajo, aunque queda claro que en esa articulación está involucrada una curiosidad inagotable. Al despedirnos después de la entrevista, escuchamos cómo el profesor habla con su manager sobre un hongo exótico mientras, presumiblemente, le muestra una foto que ha estado buscando mientras pasa varios minutos en su celular. Antes, sin entrar siquiera en el terreno de la botánica, ha enumerado una vertiginosa lista de proyectos profesionales para 2024 y 2025, no sólo de diversa índole, sino superior a la discografía completa de algunos artistas. De momento, el proyecto que ocupa Santaolalla en el momento y coordina en el que se desarrolla nuestro encuentro es Imagen sonora de Madrid, que se desarrolla desde hace semanas en la capital española con alumnos de la Escuela de Artes de la Universidad TAI. “Puede que sea un título demasiado ambicioso”, reconoce, “pero están saliendo cosas muy interesantes. La reacción de los niños y la creatividad que le han puesto al asunto es maravillosa”.

La pasión de Santaolalla se nota en palabras y acciones. Uno de sus entusiastas alumnos se sorprende por el grado de implicación del argentino, que “pensó que vendría a nombrar” y se lo ha encontrado grabando sonidos en el Retiro un domingo a las cinco de la mañana. En qué consiste ¿Imagen sonora de Madrid? “Murray Schafer es un canadiense que inventó el concepto de paisaje sonoro [paisaje sonoro]”, explica el artista. “Si te paras en medio de un bosque o de una ciudad en actitud contemplativa y empiezas a escuchar sus sonidos, empiezas a reinterpretarlos, a observarlos como una partitura musical y a procesar esa realidad de una manera completamente diferente. La idea era identificar algunos lugares de Madrid que pudieran darnos sonidos típicos de la ciudad”. Cuatro cortometrajes con sus respectivos músicos, directores y guionistas componen el proyecto, cada uno de ellos en un escenario: el Parque del Retiro, el Metro, el Mercado de la Cebada y el espacio CentroCentro, en el Palacio de Cibeles.

Una sinfonía visual de Madrid, donde el rugido del metro puede parecer la respiración profunda de un leviatán dormido y la estación de Gran Vía, con sus torniquetes y carteras marcando el tiempo, una casa embrujada. Para Santaolalla, el proyecto tiene una resonancia especial y la elección de la ciudad no ha sido fortuita: “Durante años me he sentido en deuda con mi identidad española. Mi abuela era vasca y mi abuelo andaluz. Empecé a sentir la necesidad de conectarme más y en ese proceso muchas veces acabé en Madrid. Tomé la determinación de hacer que mi música conectara no a través de la distancia, sino estando presente. “Es la primera vez que paso tanto tiempo en España”.

“La identidad siempre ha sido algo muy importante para mí”, continúa. “En Secreto en la montaña [2005]“En esos silencios, en esas esperas, está la guitarra de Atahualpa Yupanqui, la música con la que crecí”. Ganador de dos premios Oscar por sus bandas sonoras para esa película y Babel (2006), el camino de Gustavo Santaolalla evoca otro de los largometrajes que compuso en esa década, Diarios de motocicleta (2004), la crónica de cómo un joven Che Guevara y su amigo Alberto Granado desarrollaron su visión humanista y su noción de identidad latinoamericana recorriendo el sur del continente en motocicleta. “Para mí, la historia de Diarios de motocicleta Esto es lo que me pasó con Arco Iris”, dice el músico argentino sobre su primera banda, fundada en los años sesenta. “Aquella época fue trascendental para la historia de la humanidad. Convivieron los Beatles y el Che Guevara, llegaron los primeros gurús, se experimentó con sustancias que alteraban los estados de conciencia, se difundió el conocimiento de la filosofía oriental… Fue un momento muy dulce. Y en esa búsqueda se armó esta comunidad que era el grupo musical”.

El compositor Gustavo Santaolalla fotografiado en Madrid.Jacobo Medrano

La banda, pionera del rock en Argentina, convivía como una comuna hippie yóguico, con una gurú, Dana Winnycka, actuando como guía espiritual. Este año fue objeto de un documental, Arco iris, música y filosofía.. “Llevábamos una vida extremadamente disciplinada, casi monástica”, afirma Santaolalla. “Además de ser vegetariano y no tomar alcohol ni drogas, ayuné todos los lunes y llevé una vida célibe durante años, a pesar de tocar en un grupo de rock y tener todos los placeres frente a mí, a mi alcance. Aprendí muchas cosas, gestión de energía, kundalini, tantra… Cuando leí que Sting hacía eso pensé: ¡yo ya lo hacía cuando tenía 20 años! El músico, sin embargo, se venía preparando para dedicarse a lo eclesiástico desde pequeño, cuando quería ser sacerdote. “Tuve mi primera crisis espiritual a los 11 años, no porque un sacerdote hiciera algo conmigo, sino por cuestiones filosóficas. Llamaron a mis padres y todo. Yo quería ser eso o médico, y creo que lo que he acabado haciendo tiene un poco de ambas cosas”, reflexiona.

“Arco Iris fue parte de mi búsqueda espiritual y realmente expresamos nuestra espiritualidad de la manera más pura. No estábamos enredados en minucias humanas. Nuestra música fue trascendental”, afirma. “Entonces tuve que seguir por otro camino. Justo cuando les digo que llevaba una vida casi monástica, entonces el péndulo osciló en la otra dirección”. Después de ese proyecto seminal, Santaolalla formó las bandas Soluna y Wet Picnic, y posteriormente inició una destacada carrera como solista y productor. Desde los dos mil años compagina su trabajo en el cine con el grupo Bajofondo, aún en activo. “No sólo quería cantar en mi idioma en lugar de inglés, también quería tocar en mi idioma, por eso siempre he incorporado cosas del folklore latinoamericano. En Argentina me han criticado mucho intelectualidad de roca. ‘¡Cómo vas a tocar un ritmo de chacarera con una guitarra eléctrica, eso no es rock!’, dijeron. Pero el tiempo ha validado mi propuesta”.

Agua del ronquido

Si hay un instrumento que ha marcado la carrera de Gustavo Santaolalla, y del que se ha convertido en el intérprete más famoso, es el ronroco. Es un instrumento andino, perteneciente a la familia del charango, de cinco cuerdas dobles. En 1998, Santaolalla basó en él un álbum completo, ronroco. El uso de una de las canciones del álbum en la película. El dilema (1999), de Michael Mann, le abrió las puertas del cine al argentino: así terminó sonando en un fenómeno como El último de nosotros (el videojuego de 2013 y la serie de 2023) y despertando el interés mundial en el utensilio. “El álbum ronroco “La gente lo ha utilizado en los nacimientos, en los velorios, para meditar, para escribir…”, felicita su autor, que tiene previsto conmemorar su 25 cumpleaños con una serie de conciertos por todo el mundo, una gira con parada prevista en España hasta 2025. No sólo eso: el disco ha sido reeditado en vinilo y Santaolalla también prevé venderlo instrumentos de firma.

“Lamentablemente Argentina no suena. Es un sonido que se acerca más al llanto que cualquier otra cosa”

“Los ronrocos que uso son de un luthier llamado Chiquito Rodríguez, que falleció. No hay ningún otro fabricante que fabrique esos roncadores”, explica. “He trabajado mucho con un luthier, Julio Magarino, para hacer instrumentos que de alguna manera evoquen los suyos. También estoy haciendo dos tipos diferentes de cuerdas con Magma, de Argentina, muy buenas también”. Oler a instrumento andino es otra posibilidad que ofrecerá el aniversario: “Siempre me ha interesado mucho el tema del olfato y desde hace años tengo algunas ideas. Por eso estoy haciendo un perfume con Julián Bedel, de Fueguia. Nos hemos metido en el interior del ronroco y hemos cogido la molécula de los aromas del instrumento, de cedro, pino abeto y otros componentes, con los que hemos creado un perfume que tiene que ver con el álbum en general, que te sitúa en un lugar introspectivo”.

Además de la etnomusicología, el estudio de la tradición, la fusión y sus posibilidades, Santaolalla, que ha trabajado como productor durante décadas con artistas de un amplio espectro de géneros (desde Molotov, Maldita Vecindad o La Vela Puerca hasta Juanes y Julieta Venegas), También ha tenido un papel muy destacado en los últimos años en la música urbana, con colaboraciones con figuras como Wos o YSY A. La actuación de Duki el pasado fin de semana en el Santiago Bernabéu de Madrid contó con música incidental compuesta por él. “Me encanta trabajar con gente joven, me gusta mucho”, afirma. “Siempre hablo de lo importantes que son los frutos de la experiencia, sobre todo ahora que tengo muchos años, pero también creo en los frutos de la inexperiencia. Son ellos los que te hacen seguir caminos insospechados. Con los errores pasa lo mismo, trabajo mucho con los errores”.

Es correspondido, porque a los jóvenes también les gusta Santaolalla: la popularidad de su música para El último de nosotros ha provocado que la edad media de sus fans baje significativamente. “Siempre ha habido gente que me ha seguido y conectado con mi música, pero no te lo explico a los fans de los videojuegos. Hay gente de 13, 14 o 15 años que son fans. ¿Sabes que estoy en el segundo juego? ”, Pregunta con evidente emoción. “Me han puesto de avatar, si llegas a una determinada cantidad de puntos puedes hacerme tocar la guitarra. Soy terrible jugando, pero mi hijo es muy bueno y él me lo ha enseñado”. Santaolalla ha comenzado a trabajar en la banda sonora de la segunda temporada de la serie y tiene lista la música de otras dos películas que se estrenarán este año. Norita y Pedro Páramo. También está ultimando la producción de un nuevo disco de Café Tacvba, otro disco solista de Meme (integrante de los Tacvba) y uno de su banda, Bajofondo.

El momento hiperactivo del músico argentino ya dejó huella en España con Imagen sonora de Madrid, proyecto que la Escuela de Artes de la Universidad TAI tiene previsto presentar públicamente en septiembre. Cuestionado sobre el sonido de la Argentina actual de Javier Milei, contra cuyas políticas culturales y educativas, recortes presupuestarios y clima social se ha pronunciado públicamente, el rostro de Gustavo Santaolalla se ensombrece: “Lamentablemente, la Argentina no suena. Es un sonido que se acerca más al llanto que cualquier otra cosa. Después de luchar durante tantos años, de lograr grandes avances con el matrimonio igualitario o la ley de interrupción voluntaria del embarazo, ahora es como si volviéramos hacia atrás. Me metieron preso cuando tenía 15 o 16 años por tener el pelo largo. Cuando supieron que era artista, también me llevaron a prisión por nada. Me salvé de terminar en una zanja porque era un músico muy conocido. Tengo el privilegio de estar cerca de las Madres de Plaza de Mayo, de las abuelas y de tanta gente que ahora está siendo maltratada. “Es un momento muy triste para nuestro país, muy, muy triste”.

Puedes seguir a ICON en Facebook, X, Instagramo suscríbete aquí al Boletin informativo.

 
For Latest Updates Follow us on Google News
 

PREV Yanina Latorre sacó a la luz la millonaria cifra que le pagaron a Marcos Ginocchio por asistir a un evento
NEXT Nancy Dupláa sorprende al confesar quién es el actor que mejor besa en la ficción argentina