María, Olivia y Ángela Molina, juntas por primera vez: “El legado da alas. Lo llevas dentro”

María, Olivia y Ángela Molina, juntas por primera vez: “El legado da alas. Lo llevas dentro”
María, Olivia y Ángela Molina, juntas por primera vez: “El legado da alas. Lo llevas dentro”
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Cuando los Molina entran en una habitación, no hay silencio. Llega la luz y la energía. Ángela (Madrid, 67 años), Olivia (Ibiza, 42 años) y María (Ibiza, 20 años) llenan de jolgorio el espacio aún a medio montar donde en un par de horas las tres posarán para la prensa para el primera vez. No es raro, aunque no frecuente, ver a la matriarca del clan con el mayor de sus hijos, con quien comparte profesión y un parecido físico impresionante. Pero lo que hasta ahora no había ocurrido es un encuentro de ambos con el menor de los cinco retoños de la actriz ante las cámaras. Una ocasión festiva para ellos y para los fotógrafos invitados. En tiempos donde la exposición es máxima y los niños están online desde el primer suspiro, llama la atención la discreción de las Molinas, una de las sagas más famosas del panorama cultural en España.

Madre e hijas participan en una campaña publicitaria de la firma de moda española Hoss Intropia (perteneciente al grupo Tendam desde 2019, mismo grupo propietario de firmas como Cortefiel, Springfield y Women’ Secret). Las tres, vestidas para el verano, posan en Ibiza, donde ambas hermanas nacieron con 22 años de diferencia y un lugar al que consideran su “casa, el lugar del regreso”. Olivia y Ángela habían hecho cine, teatro y televisión juntas, pero hasta ahora nunca publicidad. “Y teníamos ganas, ¿no, mami? Hagan algo así juntos”, responde Olivia, en una conversación que fluye, a la ligera, entre los dos.

Para María todo es nuevo y prefiere quedarse en una habitación contigua mientras Olivia y Ángela charlan animadamente, café en mano. Argumentan que la pequeña no es una figura pública, que lo ha vivido más como una “experiencia familiar”. “No la hemos convencido, tenía sus propios motivos”, explica Olivia. “No sé, mami, si a ti también te pasa…”, reflexiona. “Tú y yo hemos trabajado mucho juntos, pero la llegada de María ha equilibrado algo. Ha sido muy íntimo”. “Dice que no quiere dedicarse a esto”, desvela Ángela, “pero empieza su carrera cinematográfica el año que viene”.

Los Molina saben de lo que hablan. Tener una gran familia que entienda tu profesión y tu forma de sentir. Ángela —Premio Nacional de Cine en 2016; Goya de Honor en 2021, es la tercera de los ocho hijos del famoso Antonio Molina, y Olivia es la mayor de los cinco de Ángela. Las raíces, el apellido, mandan. “Si no hay raíz, no hay vida”, dice Ángela. “El legado da alas, son las alas, lo llevas dentro. No tienes que hacer ningún esfuerzo, es lo que eres. Es tu origen y sin origen, volvemos a lo mismo, no hay raíces, no hay nada”. “Eso es muy hermoso, mami”, dice su hija mayor. “El legado hay que traducirlo a tu idioma”, asegura, “pero también la libertad de buscarte, de equivocarte, de probar. Coge lo que viene y siéntete libre de buscar el tuyo”.

Ángela Molina (derecha), con sus hijas María (izquierda) y Olivia (centro) en Madrid, el 15 de marzo, momentos antes de la presentación de su campaña para la marca de moda española Hoss Intropia.jaime villanueva

Se describen a sí mismos como “una familia muy porosa”. “Aunque tenemos vidas muy diferentes, en diferentes lugares y situaciones de vida, pero siempre nos estamos alimentando unos a otros”, dicen los dos, “muy conscientes” de ello. Olivia (cuyo nombre eligió su madre para el olivo, un árbol ancestral que ella adora) es hija de Ángela y del fotógrafo Hervé Tirmarche; María (“el nombre más bonito del mundo: ¡es música!”), propiedad del empresario Leo Blakstad. Y todos son de piña.

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A Olivia, que tiene dos hijos con el también actor Sergio Mur, de 12 y 10 años (“tan alta como yo”, se enorgullece la abuela), no le importa si ese legado afectará a los niños: “Somos muy precavidos, muy respetuosos con ellos y dejar que descubran lo que quieren hacer”. La historia se repite. Ángela cuenta con nostalgia que cuando su hija tenía 14 años, hizo un monólogo en la escuela y vio por dónde iban los tiros: “¡Iba directo! Ella no era consciente, todo era desde la inocencia. Poco después, Olivia ya le advirtió: “Quiero dedicarme a tu trabajo, mamá”. “Y yo le dije: ‘Pues ya verás, mi amor’. Lo encontré muy hermoso”.

Empezaron a la misma edad. “Yo estaba en COU y ella tenía 16 años. Y yo quería estar junto a ella, ella era la protagonista en JaraYo tenía 16 años y era muy pequeño. Ella lo vivió con una intensidad que ahora veo y me estremece. Me encanta ese trabajo”, recuerda del debut de Olivia en la película de Manuel Estudillo de 1999. Y ella, en tono burlón, le responde a su madre. “Es genial que puedas poner esa distancia, porque me ha costado mucha terapia”, se ríe, explicando que ese papel de niña que vivía sola en un bosque y tenía un tórrido romance con un joven, le enseñó a saber de qué se trataba. capaz, de poner límites, de saber decir que no: “Yo creo que eso también es madurez”.

De izquierda a derecha, Olivia Molina, Ángela Molina, su esposo, Leo Blakstad, y el hermano de la actriz, Micky Molina, en una entrega de premios en junio de 2004.FERNANDO VÁZQUEZ (FERNANDO VÁZQUEZ/CORDONPRESS)

Reconocen que su oficio implica “una vida difícil” y una conciliación imposible. “Hacer malabares, mucho”, admite Ángela. “Lo he vivido a través de ella”, explica Olivia, “lo que significa, las ausencias por motivos de trabajo… Cuando estás implicado, requiere una implicación, una vida algo monástica y muy inestable”, algo que, con dos hijos, resulta le preocupa Aun así, es una profesión que les enamora, que les sigue ilusionando. Y más que eso, bromea Ángela: “La profesión es la manzana entera, no el bicho. Hay que comerlo y disfrutarlo. Es nuestra vida”.

Siguen teniendo proyectos, hechos y por hacer, juntos y por separado. ¿Tienes miedo de que el teléfono no suene? “No”, dice Ángela enfáticamente, “nunca lo he tenido”. “Qué suerte”, responde su hija con una media sonrisa, “yo sí”. “No tengo miedo”, responde su madre. “Mamá, porque tienes un sitio y un lugar que se valora absolutamente… pero no todos estamos ahí”, reflexiona Olivia, parte de otra generación para la que las series fueron su escuela (en su caso, 400 capítulos de Después de clases) y donde la competencia es feroz y las redes sociales son un recurso más. Ángela no los juzga, pero tampoco se interesa por ellos: “Yo tengo mi libro, no me pongan Instagram. Y que sepas que no estás obligado a tenerlo porque sobrevivo sin redes y estoy muy orgulloso de ello”.

Su hija, que la entiende, pero también reconoce la brecha generacional, la vive de otra manera. Sabe que ahí es “donde se mueve el trabajo, la publicidad”. Su madre, entonces, la comprende. “Pero tienes la dicha de saber que la vida siempre da la respuesta al final, incluso en esas angustias. Por esos baches y esos desniveles también he pasado. Pero la esperanza es más grande”.

 
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