Espai Vives es la nomenclatura elegida por la Universitat de València para el rehabilitado edificio del antiguo colegio Luis Vives, una pieza emblemática de la gran arquitectura debida al maestro valenciano Javier Goerlcich. Un edificio estilizado, cumbre entre nosotros del movimiento Moderno (o arquitectura de barcos, como se denominó su estilo tras la firma también en Valencia del extinto Club Náutico), que es protagonista de una larga serie de reformas para reivindicar su condición de icono arquitectónico local y, de paso, centralizar una sucesión de servicios que hasta ahora estaban dispersos por otras instalaciones del campus. Su importancia para la historia de la arquitectura valenciana se refleja en los innumerables estudios que ha recibido, los elogios que recibe y también, de cara a la próxima edición de Open House, su inclusión como una de las novedades más destacadas de la edición 2024 del festival. . Una versión muy renovada de este caso de éxito que fue fundado en 2020 por el arquitecto Javier Domínguez.
Ahí radica precisamente la principal novedad de este año: que Domínguez, como ya había anunciado, cede la dirección del festival a la joven arquitecta Sara Portela. Ambos estuvieron este jueves en La Nau, durante la presentación del programa que durante el mes de octubre reunirá a la ciudadanía, según el propósito fundacional de la iniciativa: servir de punto de reflexión para el diálogo pendiente entre la arquitectura y sus usuarios. . Ese fue el objetivo con el que Domínguez iluminó su criatura y es también la intención de Portela, que aprovechó para señalar que, en línea con experiencias anteriores, aunque será en otoño cuando el festival abra las puertas de edificios significativos para para el disfrute de quienes deseen conocerlos, con antelación se desarrollarán una serie de actividades paralelas que buscan sellar el compromiso de acercamiento a la ciudadanía.
Por ejemplo, la ruta que celebra ese otro icono valenciano, el almuerzo, se mantiene a través de una visita a Llíria, que repite como municipio invitado. Para septiembre también se han programado otro par de rutas, denominadas Open Premium: la primera, por la zona de Utiel, que incluye la visita a un acreditado hito arquitectónico (las Bodegas Vera de Estenas) y sus iglesias bajomedievales; y el segundo, un doble itinerario, por los edificios modernistas de Alcoy y por Benidorm y el horizonte formado por sus singulares rascacielos.
Son acciones que precederán la parte principal del programa, que incluirá una visita a 70 edificios emblemáticos de Valencia (el último fin de semana de octubre, incluido el viernes: otra de las novedades de este año) y también una serie de rutas urbanas (la huerta , el jardín del Turia o la Muralla Islámica, entre otros) gracias al acuerdo de patrocinio firmado con el ayuntamiento y al apoyo sellado con la Universidad, propietaria del Espai Vives, que merece un análisis detallado este año, porque protagoniza un volumen publicado en la Colección Casas Abiertas de Arquitecturas (tras las dedicadas al Espai Verd y la Plaza de la Reina).
La programación de esta edición incorpora también una serie de acciones que se enmarcan en ese mismo discurso argumentativo: su apertura a la sociedad. Bajo esta aspiración se entiende la lista de visitas a empresas especializadas en diseño y construcción, que abren sus respectivos showrooms al Open House, y también la creación de la primera edición de sus premios: una distinción que nació para reconocer la popularidad y calidad de las obras que participan en el festival. Un completo catálogo de iniciativas que realzan el espíritu con el que nació Open House como iniciativa sin ánimo de lucro: promover la “responsabilidad social” con la intención de “democratizar la arquitectura y reflexionar sobre los espacios que habitamos”.
