Escenas – Juventud Rebelde – Diario de la juventud cubana

Escenas – Juventud Rebelde – Diario de la juventud cubana
Escenas – Juventud Rebelde – Diario de la juventud cubana

Cuando una película me toca, la película sigue rodando en mi mente después de que se apagan las luces, los fotogramas se detienen. Tuve que hacer un libro para reconstruir a mi manera algunos títulos y gracias a él recorrí la Isla de un extremo a otro, desde los cerros de Oriente hasta las nieblas de Pinar. Poemas de lentes Me llevó incluso al Pacífico mexicano, a Jalisco, a la patria de María Félix y Pedro Infante.

Marino Wilson Jay, el eterno memorista, llamó a que esa humanidad atrapada en el celuloide se muestre. “¿Cuánto tiempo estarás dentro/de la habitación a oscuras?” el escribio. La profesora Daisy Cué exegetó a quienes han visto su poesía tocada por el séptimo arte en su ensayo Nacido en el cuarto oscuro: «Un poema no pretende (ni puede) ser una adaptación de lo que se ve en el cuarto oscuro, sino una rastro. , una impresión que deja en el escritor una película, una escena, un personaje o el actor o actriz que consiguió conmoverle hasta lo más profundo.

Para Fina García Marruz, entregada al cine pionero, en absoluta reverencia a Charles Chaplin, los cuatro versos de Película muda para definirlo: “No es que le falte/ el sonido/ es que tiene/ el silencio”.

Hiroshima mi amor (Alain Resnais, 1959) es un poema cinematográfico. Las piedras, las sombras, los rostros, el horror de la bomba atómica inundan la pantalla, mientras el arquitecto japonés y la actriz francesa intercambian confesiones en la cama. Marguerite Duras, a cargo del guion, desarrolla el concepto de lo que llamó “memoria inconsolable”: contar las cosas como si estuvieran ardiendo, como si estuvieran sucediendo ahora mismo, como si te estuvieran sucediendo a ti.

en la cinta Sueños, de Akira Kurosawa, la genialidad del director japonés sitúa a un niño delante de un huerto donde han talado los melocotoneros. Sus lágrimas conmueven los espíritus de aquellas plantas que deciden restaurarlas a través de una perfecta danza teatral. La plasticidad de la escena es irreal y fabulosa, como la propia flor rosa, el rojo pálido, el blanco del melocotón.

Nunca pude conocer personalmente a Raquel Revuelta, o mejor dicho a Raquel-Lucía, la señora decimonónica a punto de quedar soltera que cambia su vida cuando un caballero la asalta en un portal bajo la lluvia. Es una de esas cosas que pedí ardientemente, que imploré en silencio; pero esa vida no pudo escuchar. Humberto Solás me confesó, en una tarde interminable y también lluviosa, que Raquel lo sometió a perplejidad y agonía al mismo tiempo.

“Dale una gardenia para Dios/ una gardenia/ Dale una gardenia a esta mujer/ que ha perdido su nombre en un susurro/ una gardenia ante la locura/ dale una gardenia/ y reza”.

Oraciones para Bobby/ Oraciones para Bobby (Russell Mulcahy, 2009) es un drama estadounidense que cuenta la historia de una familia religiosa, que se desmorona cuando uno de sus hijos confiesa su homosexualidad. Bobby se separa, se separa, más por ignorancia que por desamor. La vida se precipita hacia él, la vida pasa como un relámpago. Pone un pie en la barandilla, otro; Abre los brazos y se deja caer desde un puente, como una paloma moribunda en vuelo, como un sacrificio.

El golpe es devastador. También es para los espectadores. La madre empezará a preguntarse, comprender y acabará convirtiéndose en una activista por la diversidad. La película también es inconsolable y termina en una marcha multicolor. Mary Griffith (Sigourney Weaver en todo su esplendor) ve a su hijo mirándola. Es él y es otro. Es cine que nos muestra la vida, hecha de horrores y despertares, del aroma del melocotón y del grito de una gardenia.

 
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