40 años de la restauración de Las Meninas – .

Mañana, 14 de mayo, se cumplirán cuarenta años desde que John Brealey, entonces Jefe del Departamento de Restauración del Museo Metropolitano de Nueva York, iniciara el proceso de limpieza Las Meninas; Su nombre, que generó cierta polémica en 1984 al tratarse de un profesional extranjero, había sido propuesto por el Real Patronato del Museo del Prado unos meses antes, cuando Alfonso Pérez Sánchez y Javier Solana, entonces, respectivamente, director de arte galería y ministro de Cultura, coincidieron en que el mejor experto internacional posible estaría a cargo de este trabajo.

Brealey llevó a cabo su trabajo, por el que no recibió ninguna remuneración (A nadie se le puede pagar si va al paraísodijo), en la sala 85 del Museo, donde hoy se encuentra Verano de Goya y luego se ubicó una zona de gestión. Fue necesaria menos de un mes para completar la limpieza (exactamente 23 días) y, posteriormente, Rocío Dávila, Maite Dávila y Clara Quintanilla, del equipo de restauradores del centro, procedieron a reintegrar el color, mientras Enrique Quintana realizaba el informe de detalles de esas acciones. Un lavado de cara que devolvía luz y profundidad a la composición, y a sus espectadores, y que estaría completamente culminado tiempo después: en septiembre, cuando Brealey regresó a Madrid para aplicar un último barniz en spray, y en febrero de 1986. En este último año, ocurrió lo que los expertos en conservación llaman “aturdidos”: el barniz se había oxidado y había perdido parcialmente su transparencia debido a las condiciones de humedad y temperatura; Por instrucciones de los británicos, se retiró superficialmente y se frotó la tela con un paño suave, devolviendo la obra a su estado anterior.

Aunque Brealey trabajó por amor a Velázquez, la operación sí que conllevó gastos: tres millones de pesetas que fueron donados por Hilly Mendelssohn como agradecimiento a España por su ayuda en el abandono de Alemania en la Segunda Guerra Mundial (su origen era judío sefardí); Posteriormente, además, y con la colaboración económica de Plácido Arango, Brealey guiaría a los restauradores del Prado durante unos años, hasta que motivos de salud se lo impidieron.

Velázquez. Las Meninas, 1656 (antes de la restauración). Museo Nacional del Prado

Conmemorando su 40 aniversario Las Meninas Tal y como los vemos hoy, el Prado ha reunido a algunos de los protagonistas de la intervención y de las circunstancias que la rodearon (Brealey, que entonces ya era uno de los conservadores y restauradores más influyentes del siglo XX, tanto en Europa como en América). , falleció en 2002 a la edad de 77 años).

Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700) de la galería, recordó la repercusión mediática sin precedentes que cosechó, incluso suspicacias. Habría sido así incluso si durante veinte años no hubiera colgado junto al lienzo una placa de mármol que proclamaba que Las Meninas Fue una obra culminante de la pintura universal; Probablemente el propio Velázquez era consciente de que éste sería uno de los cuadros por los que sería recordado: se trata de su composición de mayor tamaño y la más compleja en cuanto a su disposición espacial e iluminación. Además, rompe la barrera de las llamadas. teoría del género (al ser un retrato, tiene estrategias compositivas propias de la pintura de historia) y, por atrevido pero veraz, podríamos calificarlo de “inútil” o “innecesario” en cuanto no cubría las necesidades a las que tradicionalmente respondía la disciplina en el siglo XVII. siglo: no era una pieza representativa, devocional, narrativa, ni expresiva… El escritor Antonio Palomino la definió como un “nuevo capricho”, en alusión a su carácter ambiguo y su carácter novedoso.

Desde su misma creación ya fue considerado un genio, y pronto se demostrarían sus posibilidades de influir en otras piezas, también obras maestras, de autores españoles y extranjeros; Además, diferentes tratamientos expositivos han buscado hacerlo único. Portús ha señalado que el diálogo con Las Meninas Comenzó con Martínez del Mazo en su retrato familiar (La familia del pintor., en el Kunsthistorisches Museum de Viena) y se hizo más pronunciado a partir de finales del siglo XVIII; En este momento hay que destacar el peso de Velázquez en Goya (La familia del Infante Don Luis, La familia de Carlos IV).

Juan Bautista Martínez del Mazo. La familia del pintor.1665. Museo Kunsthistorisches, Viena
Francisco de Goya. Familia de Carlos IV1800. Museo Nacional del Prado

El siglo XIX sería la época del gran descubrimiento de la pintura antigua española y de la pintura sevillana en particular, debido a la difusión de obras de artistas de nuestro país por toda Europa, la creciente apertura de museos y el hecho de que parte del patrimonio artístico y literario Los movimientos fundamentales de esta etapa enarbolaron la bandera del naturalismo con el que se identificaban estos autores y en especial Velázquez. Muchos creadores se inspiraron en Las Meninas Algunos de sus personajes se inspiraron en ellos o manipularon su composición de forma más o menos literal, y no pocos viajaron al Prado para ver la pieza: Courbet, Manet, Monet y otros grandes nombres franceses, nórdicos o americanos.

En aquel siglo XIX, el cuadro estuvo ubicado en dos ubicaciones del Prado: en las primeras décadas, en las salas dedicadas a la escuela española en el extremo norte del Museo; posteriormente, en su sala basilical. El pico de fama de Velázquez llegaría en el tercer centenario de su nacimiento, en 1899; En esa época de finales de siglo, el montaje de las piezas dejó de lado el énfasis en las obras maestras para atender a la noción de maestro pintor y se realizaron estudios críticos para distinguir los originales de las composiciones que podrían haber salido de los talleres. Además, las pinturas ya no estaban dispuestas en altura, como era habitual hasta entonces, para favorecer su contemplación individualizada, novedad en la época. En definitiva, la organización de las colecciones del Prado tendió a seguir un criterio pedagógico, histórico-artístico, frente al anterior puramente cronológico.

En aquella época, quienes visitaban el Prado contemplaban Las Meninas de una forma muy diferente a la actual: se disponía de sillas, un espejo permitía mirarlas sin marco y casi acercarse a ellas, y una ventana aportaba luz natural a la composición desde el mismo lado donde Velázquez concebía sus fuentes de luminosidad. . Todas estas condiciones llegaron a modificar las lecturas que se hacían de la imagen; Los testimonios también nos hablan del uso de una retórica en términos casi religiosos al referirse a esta sala. Generoso Añés escribió al director de A B C, en una carta en la que lamentaba el traslado del cuadro a otro emplazamiento general de Velázquez, que hasta entonces entraba en su emplazamiento con sombrero en mano, hablaba en voz baja y caminaba casi de puntillas. Y que a veces llegaba a llorar. Eran comentarios habituales hasta que se modificó su ubicación para mejorar sus condiciones de luz y temperatura.

Las transferencias internas también al margen Las Meninas Viajaron fuera del Prado, debido a la Guerra Civil: pasaron por Valencia, Cataluña y Ginebra. Mientras tanto, crecía su estatus mítico y las referencias a su valor simbólico: Alberti afirmó, tras aquella marcha de los años treinta, que no querría volver al Museo (lo quería); Richard Serra confesó que, tras contemplarlos, decidió no volver a pintar y dedicarse a la escultura; y Jorge Semprún dijo que podía contar la historia de su vida vagando por esta composición. Éstas son sólo algunas mistificaciones en torno a la imagen; hay más.

Algún tiempo después, en Las palabras y las cosas., Foucault estudiaría la obra como una máquina de representación, más que como un artefacto impresionista, y Picasso, en 1957 y según Jaume Sabartés, se limitó a realizar cincuenta lienzos inspirados en ella; en el formato más grande, enalteciendo a Velázquez, sustituyendo al mastín por el de su propio perro e inundando de luz el lado derecho. Sabartés, y quizás también ese artista, no estaba ciertamente entre los partidarios del antiguo montaje: afirma que el espejo consiguió convertir el cuadro en un teatro de marionetas, un experimento caleidoscópico. En una de las últimas imágenes de Picasso Las MeninasIsabel de Velasco parece despedirse, en realidad, en actitud escénica.

Pablo Picasso. Las Meninas, 1957. Museo Picasso
Pablo Picasso. Las Meninas1957. Museo Picasso

El aterrizaje de Brealey en Madrid (la polémica por su nombramiento acabaría en abrazos en la calle), además de propiciar una cálida relación de futuro entre el Metropolitan y el Prado, impulsó la modernización de los trabajos de restauración de nuestro Museo, cuyos profesionales están hoy en demanda de estas tareas por parte de otros centros europeos. Cuando los barnices sintéticos eran los más comunes, los aplicó a Las Meninas uno elaborado por él con materiales naturales: resina masilla; También eran habituales entonces los trabajos de restauración articulados en ventanas o palcos, método que empezaba a abandonar el Prado, decisión que apoyó el experto inglés.

Los restauradores del Museo han destacado hoy el excelente estado de conservación de Las Meninas, sobre todo teniendo en cuenta su formato: se debe en parte a que ha sido objeto de pocas restauraciones (eso sí, varios barnizados) y a la buena factura en las realizadas. Se sabe que la obra fue repintada en 1895, por Martínez Cubells; En 1899 se aplicó un nuevo barniz; En 1910 se había agrietado y se volvió a aplicar y es posible que ocurriera lo mismo en 1939, después de la guerra. Dadas las pocas limpiezas realizadas hasta entonces, estos barnices se volvieron más espesos y amarillentos, de ahí la necesidad de limpiarlos.

A los ojos de todos la restauración fue un éxito –que todavía podemos disfrutar– y Brealey recibió, en el mismo año 84 y sin esperar más, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. En segundo lugar, como recordó hoy Solana, había mucho en juego: El presidente me dijo: un gobierno puede caer por varias razones, pero si sale mal la restauración de Las Meninas, nos mandan a casa.

De izquierda a derecha, Clara Quintanilla, Enrique Quintana, Rocío Dávila y Maite Dávila, responsables de la restauración de Las Meninas, tras la limpieza realizada por John Brealey
De izquierda a derecha, Clara Quintanilla, Enrique Quintana, Rocío Dávila y Maite Dávila, responsables de la restauración de Las Meninas después de la limpieza por John Brealey
Salón Las Meninas en 1985
Habitación Las Meninas en 1985. Museo Nacional del Prado
 
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