Líderes en Cúcuta denuncian amenazas de grupos armados y exigen justicia

Líderes en Cúcuta denuncian amenazas de grupos armados y exigen justicia
Líderes en Cúcuta denuncian amenazas de grupos armados y exigen justicia

Los líderes intentan impedir que los actores armados utilicen a las mujeres para la esclavitud y la explotación sexual.

Foto: EFE – ¿Ernesto Guzmán?

El 14 de abril, en Cúcuta, el líder social y periodista Jaime Vásquez fue asesinado por dos hombres en una motocicleta. El homicidio, ocurrido dos días después de haber denunciado un presunto caso de corrupción desde la Asamblea Departamental, no es ajeno a lo que enfrentan distintos dirigentes del departamento. Sin embargo, quienes han sentido mayor ansiedad son las mujeres.

Son esos líderes, los mismos que intentan impedir que los actores armados utilicen a las mujeres con fines de esclavitud y explotación sexual, quienes están amenazados. Este es el caso de Alejandra Vera, directora de la Corporación Mujer, denuncia y muévete, quien desde hace cuatro años enfrenta persecución en el conflicto armado por su trabajo en la región.

Según el Programa Somos Defensores, entre enero de 2019 y septiembre de 2023 se han registrado 40 asesinatos de defensores de derechos humanos en Norte de Santander. En Cúcuta se han registrado 11 casos, cuatro de líderes comunitarios y cuatro de líderes comunitarios, dos de ellos campesinos. , y una líder femenina Las amenazas no ceden y aunque no hay un registro exacto, Vera afirma que en su entorno tiene más de 15 líderes que enfrentan intimidaciones hasta la fecha.

“En Norte de Santander existen 36 bandas criminales, por lo que muchas veces a las instituciones les resulta difícil dar con quién envía las amenazas y más cuando estos grupos posiblemente estén vinculados con disidentes de las FARC, el ELN o el Clan del Golfo”, dice Vera. al espectador.

En 2020 comenzaron las amenazas en su contra. Vera recuerda que conoció el caso de una mujer que fue secuestrada y en riesgo de trata de personas por un hombre que pertenecía a un grupo armado. “Hicimos todo el proceso de liberación y la trasladamos a Bogotá, sin embargo, comencé a recibir amenazas y la Fiscalía no hizo nada”, dice. La persecución que recibió por parte de este hombre la llevó a dejar Cúcuta e irse con su familia a Bogotá por un año. Durante este tiempo, la Unidad de Protección (UNP) decidió no brindarle un esquema de protección y esto la obligó a abandonar el activismo y liderazgo que ejercía en la zona.

A finales de 2021 regresó a Cúcuta para realizar trabajos de investigación con el diario The New York Times. “Nos acercamos a la zona centro, ahí es donde convergen la mayoría de mujeres explotadas sexualmente. Unos hombres armados se acercaron a nosotros y nos dijeron que no nos querían ver más allí, aunque nos fuimos, nos persiguieron en auto durante 30 minutos. aproximadamente”, recuerda Vera. El New York Times hizo una denuncia pública sobre la amenaza y persecución directa que habían sufrido, pero nuevamente la UNP no les entregó un plan de seguridad, sino que volvieron a realizar un estudio de riesgo para verificar la situación.

Según han venido reportando observatorios de género, la vulneración o violación de los derechos humanos de mujeres y niñas en la ciudad de Cúcuta ha aumentado más del 500%. La Corporación Mujer, denuncia y muévete informa que, de 2016 a 2024, 7.000 mujeres desplazadas por el conflicto armado y migrantes han sido víctimas de redes de trata de personas y explotación sexual, de las cuales, el 45% eran menores de 18 años.

Ante este hecho, Vera ha intentado reducir los factores de riesgo para las mujeres en zonas fronterizas, pero la presencia de grupos armados ha dificultado el trabajo. Luego de insistir ante la UNP y tres estudios, la entidad le brindó una medida de protección leve, es decir, su situación de inseguridad solo requiere de una escolta para salvaguardar su vida. “Mi mayor riesgo es tener que ir a zonas donde convergen diferentes intereses criminales y donde se produce trata de personas y explotación sexual; sin embargo, tengo que hacerlo porque, como defensora de derechos, es mi trabajo”, coincide Vera.

Ejercer el liderazgo desde el anonimato

Para Andrea*, quien prefiere dar su testimonio de forma anónima, el liderazgo en Cúcuta no ha sido una tarea fácil. Ella, quien es líder social de la zona y migrante venezolana, lleva más de tres años denunciando trata de personas. Durante este tiempo, las amenazas y las extorsiones se han convertido en su pan de cada día. “Me estaba intimidando una persona que pertenecía al Tren de Aragua, entonces lo denuncié ante la Fiscalía, dos semanas después, este tipo supo que lo había acusado y empeoró mi seguridad y la de mi familia”, dice Andrea.

Es difícil entender cómo su agresor se enteró que había sido denunciado, para ella la única razón es que existe una red criminal y de corrupción entre el Tren de Aragua y las autoridades de la región. Desde ese momento su vida se ha convertido en un “martirio”, los estudios de riesgo que se le han realizado han sido insuficientes para brindarle protección y su trabajo con mujeres víctimas de explotación ha aumentado su riesgo de impunidad. de la denuncia que presentó.

Un informe de la Fuerza Pública advierte que del 2014 al 2017, el Tren Aragua comenzó a tomar las zonas fronterizas de Colombia. Por la ruta que recorren los migrantes, desde 2018 llegan con mayor fuerza a ciudades como Cúcuta y Villa del Rosario. Y actualmente la zona más grande donde converge este grupo armado es en La Parada, lugar donde Andrea y otras organizaciones de derechos humanos centran su trabajo.

El Tren Aragua es actualmente uno de los grupos que tiene mayor presencia en Norte de Santander, y ha sometido a la población mediante el control del narcotráfico, extorsiones, secuestros, asesinatos, tráfico de migrantes y detonaciones. de artefactos explosivos. “Hace unos meses una mujer que era víctima de explotación sexual por parte de este grupo armado fue asesinada con un panfleto explosivo en el parque Las Mercedes. Lo denunciamos, pero la Fiscalía no hizo nada”, recuerda Andrea.

Según el dirigente, en La Parada, zona gobernada por la banda criminal, existe un CAI de la Policía Nacional, sin embargo, este lugar se ha convertido en un punto clave para la trata de personas, la distribución del microtráfico y la explotación de menores. . , hecho que sucede a la luz pública de las autoridades. Ante este panorama, el dirigente es consciente del riesgo que implica defender los derechos de aquellas mujeres que se encuentran en condición de vulnerabilidad. Hasta la fecha no cuenta con ningún protocolo de protección y sus denuncias ante la Fiscalía y la UNP han sido en vano.

“Acceder a la justicia en un territorio donde entran en conflicto varios grupos al margen de la ley es muy difícil. Como líder que protege a niñas y mujeres víctimas de redes de pedofilia y explotación, mi vida está en riesgo constante. Todos los días me hacen llamadas amenazantes donde me dan 6 horas para salir de la ciudad”, dice.

Ante este panorama, mujeres líderes y defensoras de derechos humanos llaman al Estado a intervenir en Norte de Santander para proteger la vida de quienes se encuentran en riesgo. “Cúcuta es una de las ciudades más peligrosas de América Latina, a eso hay que sumarle las redes de explotación. Esperamos que el gobierno preste atención a la situación de violencia que estamos viviendo”, concluye Andrea.

Andrea*, nombre cambiado a petición del testigo.

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