Muere Antonio Fernández Alba, arquitecto, pensador y académico de la RAE

Antonio Fernández Alba, arquitecto salmantino, catedrático en Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia Española, ha fallecido a los 96 años. Cada una de estas facetas es significativa para explicar su vida, más allá de la Honor de los cargos: en la universidad, Fernández Alba fue una figura crucial que modernizó las enseñanzas de la Escuela de Madrid en un momento muy temprano de la dictadura. Como hombre de letras, fue el arquitecto de su generación con más cultura literaria y el que más y mejor escribió. Y su carrera arquitectónica se puede resumir como un esfuerzo por ampliar los límites de su disciplina, conectarla con el arte y el conocimiento de su tiempo y buscarle un significado moral.

La vida de Fernández Alba ha sido tan larga que su historia parece sacada de los libros de historia. Su primer maestro, según Luis Fernández-Galiano en Arquitectura VivaFue un pastor protestante amigo de Miguel de Unamuno y que fue asesinado a tiros durante la Guerra Civil. Cuando terminaron los combates, Fernández Alba se trasladó a Madrid en 1947 para estudiar Arquitectura y la licenciatura de Aparejadores y recibió la protección de José Luis Fernández del Amo, director de la Instituto Nacional de Colonización, aunque su primer instinto se dirigió más hacia el arte que hacia la construcción. Fernández Alba ingresó a El Paso como pintor y animador intelectual. Fue amigo de Saura y Chirino y dejó unos dibujos que son como apuntes de Análisis y Formas llevados a un lenguaje más libre, casi expresionista. Leyó a Kierkegaard, Karl Kosik, Walter Benjamin y María Zambrano y asistió a las clases de Xavier Zubiri. En su última entrevista, un diálogo con Eduardo Prieto y Salvador Guerrero en la revista VaríaFernández Alba recordaba como influencia vital a un librero que trabajaba cerca de Cibeles, que se llamaba Inchausti, y que le permitía encargar libros en una cuenta abierta a nombre de su padre.

Fernández Alba fue también uno de los primeros arquitectos de su época en viajar y recuperar la conexión entre la arquitectura española y la de su época, tras la interrupción de la guerra y el autoabastecimiento. Fernández Alba visitó a Álvar Aalto y conoció a Louis Kahn antes que casi nadie y con su influencia diseñó el Convento del Rollo, su primera gran obra. El rollo es una fortaleza de piedra en Salamanca que aún hoy habla con la arquitectura y esencia histórica de la ciudad sin imitarla. En 1963 recibió el Premio Nacional de Arquitectura.

La trayectoria de Fernández Alba está repleta de obras públicas que investigaron esa voluntad de sintetizar el paisaje, la memoria y la dignidad de las personas que lo habitan de la forma más austera posible. El arquitecto salmantino construyó escuelas y universidades como el aula de Nuestra Señora Santa María, impulsada por un grupo de profesoras feministas junto a su amigo Martín Chirino, junto a muchos de los nuevos campus de Transición. Pronto, su estudio empezó a trabajar en proyectos públicos como la restauración del Observatorio del Retiro en Madrid, la Plaza Mayor de Salamanca y el edificio sabatini del futuro Museo Reina Sofá.

A medida que prosperó la carrera pública de Fernández Alba, su voz como escritor se hizo más clara y relevante. Primero escribí en revistas profesionales, patrocinadas, entre otras, por José Daniel Fullaondo. Entonces salté a Cuadernos para el diálogo, Triunfo, El Pas, Diario 16… “Podría decir que [mi tema ha sido] la preocupación por La hegemonía de la maquinaria moderna., debido a la generalización de la arquitectura como un producto simplemente funcional y ajeno al sentimiento. El racionalismo que empezó a proliferar en la arquitectura española de los años cincuenta y sesenta no fue el racionalismo limpio de la primera experiencia europea, sino un racionalismo demasiado cercano a la especulación inmobiliaria, un racionalismo que se traducía en una modernidad con pocas ideas, sencilla en su innovación constructiva pero que utilizaba el repertorio formal de elementos modernos simulando la etiqueta moderna”, dijo Fernández Alba en la entrevista Varía.

Algunos de sus libros parecen tener el título de un poeta: Crónicas del espacio perdido, Domus Aurea. Diálogos en la Casa de Virgilio, La Ciudad Herida… En Blues otoñal cerrado Contó su vida como una historia vital e intelectual. Allí se refirió al “espacio traslúcido del tiempo acelerado” al que había dedicado su carrera: arquitectura, filosofía, poesía, arte. Ella también es ciudadana. En 2006, Fernández Alba entró en la RAE con un discurso sobre la historia de la ciudad y habló sobre “la post-ciudad” en el que la arquitectura “asume el papel de industria en la que sus productos han sido desmaterializados de sus propósitos como principio organizador de la ciudad, en su sentido ético, estético y político”.


 
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